Artículos 2009 en El Mundo de Eduardo del Campo

11/12/2016 Orbyt ­ QUIOSCO PRENSA
practicarla en el paciente y dispongan de información más precisa para realizar intervenciones que en otros
casos no se ejecutan por los riesgos o la complejidad que entrañan. Esta herramienta también puede ayudar
a reducir las secuelas y, por tanto, las reoperaciones.
«El modelo biomecánico me predice cómo se comporta el hueso a nivel celular según las cargas y los
movimientos; cómo tengo que poner los tornillos para que pegue mejor el hueso. Es como jugar con una bola
de cristal», dice Giráldez.
¿Cómo surgió esta colaboración entre traumatólogos e ingenieros en torno a la biomecánica? Por pura
necesidad práctica. Miguel Ángel Giráldez cuenta que cada semana les llegan al hospital uno o dos casos de
pelvis o cotilos rotos para operar. Hay casos en los que por la gravedad de las fracturas del paciente, porque
sufre una infección o porque hay otros órganos afectados, no es posible realizar una operación abierta.
Entonces, añade, la única opción, más difícil, es recurrir a una técnica no invasiva e implantar tornillos
mediante fijación percutánea.
Intervención no invasiva
Es aquí, a la hora de evaluar y mejorar estas técnicas mínimamente invasivas para tratar fracturas de pelvis,
cuando surgió la colaboración interdisciplinar. Junto a los mencionados, en el lado médico participan
Francisco Javier Serrano, Manuel Anaya, Juan Ribera, Francisco Javier Montilla, Sergio Tejero y Eduardo
Belascoain, y, en el grupo de ingenieros, Javier Martínez, Esther Reina, Javier García, Rafael Muriel y José
Damián Huerta.
Colaboran con la Agencia de Evaluación de Técnologías Sanitarias de Andalucía y llevan adelante varios
proyectos (sobre fibrosis quística ­Tejero­, injertos de ligamentos cruzados ­Montilla­ o defectos óseos
acetabulares ­Ribera­...), pero entre ellos llama la atención el destinado a mejorar, mediante un modelo
experimental, el tratamiento de las fracturas de pelvis en los casos de intervención no invasiva con tornillos.
¿Cómo prueban cuál será el mejor tipo de tornillo, su número y su posición para una luxación sacro­ilíaca? En
el laboratorio del equipo de los ingenieros han instalado una pelvis artificial de huesos de plástico (el llamado
en su argot fantomas) que, ensamblado en un aparato que simula las cargas y movimientos del cuerpo y que
está conectado mediante sensores al ordenador, sirve para recrear el comportamiento de una fractura y los
implantes en función de las circunstancias que se quieran programar.
Se trata de comprobar si las fijaciones artificiales de los huesos resistirán, y cuánto. Superada esta etapa
experimental, la siguiente será repetir el experimento con pelvis reales. Como en España no era posible, han
tenido que comprar por unos 12.000 euros financiados por empresas privadas diez pelvis (más la vértebra L5
y la mitad superior de los fémures) de cadáveres humanos importados de Estados Unidos. Una operación
burocrática complejísima, recuerda Miguel Ángel Giráldez.
Guarda esas pelvis de cadáveres frescos como oro en paño en la cámara frigorífica del Departamento de
Anatomía de la Facultad de Medicina. «Tenemos diez oportunidades», dice sobre los implantes de prueba
que realizarán, consciente de que esos huesos de personas anónimas ayudarán a que otras personas
puedan regresar a la vida cotidiana tras un accidente de coche o un intento de suicidio, para bailar, caminar y
hacer el amor. Como antes.
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