Artículos 2009 en El Mundo de Eduardo del Campo

EL MUNDO. JUEVES 3 DE SEPTIEMBRE DE 2009
S7
SEVILLA
Impreso por Eduardo Delcampo Cortés. Prohibida su reproducción.
La fundadora de Sevilla Acoge, Reyes García de Castro, a la izquierda, junto a las vecinas de una aldea del Congo, en 2005. /ELMUND0
La primera en abrir los
brazos a los inmigrantes
Reyes García de Castro, muerta el lunes, fundó en 1985 Sevilla
Acoge, la más antigua ONG de España dedicada a los extranjeros
EDUARDO DEL CAMPO / Sevilla
Recalca su amigo Esteban Tabares
que Reyes García de Castro era
«una mujer muy guapa, una mujer
muy guapa» cuando, con 31 años,
en septiembre de 1978, se marchó a
África, a un pueblo del Alto Volta,
hoy Burkina Faso, para trabajar con
los misioneros de los Padres Blancos
enseñando a jóvenes y mujeres.
Allí, entre los 9.000 habitantes del
pueblo de Nouna, pasó más de cuatro
años. Conoció otras culturas y
creencias y viajó a más países del
África subsahariana como Malí, Togo,
Ghana o Costa de Marfil. Esa experiencia
le cambió la vida, recuerda
Tabares. «Decía: ‘Yo allí no me
sentí ni blanca ni extranjera’. Ese
sentido de la hospitalidad, que aquí
en Occidente estamos perdiendo, le
impactó tanto que cuando volvió dijo:
‘La moneda que he recibido en
África la tengo que devolver a los
africanos que llegan a Sevilla’».
Así, con un pequeño grupo de
amigos comprometidos con la justicia
social, la profesora fundó en
1985 Sevilla Acoge, que hoy lleva a
gala haber sido «la primera asociación
sin ánimo de lucro creada en
España con el fin específico de trabajar
con la población inmigrante».
Casi un cuarto de siglo más tarde,
consagrado en cuerpo y alma a la
lucha para que los inmigrantes sean
tratados como ciudadanos de pleno
derecho, Reyes García de Castro
Tras regresar de África,
consagró su vida a
devolver la hospitalidad
que recibió allí
murió el lunes en Sevilla, dos años
después de que le diagnosticaran un
cáncer de estómago. Tenía 62.
Tabares, secretario general de la
Fundación Sevilla Acoge, la acompañó
en la recta final de su vida,
mientras ella experimentaba «con
una fuerte paz interior» la inminente
llegada de su muerte, y ayer, un
día después de su funeral, recordaba
el papel fundamental y pionero
que desempeñó García de Castro en
la constitución en España del movimiento
solidario ciudadano de apoyo
a los inmigrantes.
Dice que en 1985, cuando el Gobierno
de Felipe González creó la
primera Ley de Extranjería, «de las
más duras de Europa», en España
había unos 700.000 extranjeros y en
Sevilla apenas existía una reducida
comunidad de senegaleses y marroquíes
que podían venir en ferry o
avión sin necesidad de arriesgar y
perder la vida, porque no se les exigíavisado.Hoy,laricaEspañaseha
consolidado como un país de inmigración
en el que viven más de cuatro
millones de personas procedentes
de otras tierras, y, tras la imposición
de los visados, los muertos en
el Estrecho se cuentan por miles.
La activista se adelantó al cambio
social que viviría España, al trenzar
desde temprano una red asociativa
que se proponía ayudar a la integración
plena del inmigrante pero sin
forzarlo a renunciar a su identidad.
La expresión Acoge «hizo fortuna»,
dice Tabares. Enseguida, se fundaron
colectivos homólogos en toda
Andalucía y otras partes de España
con esa denominación. A continuación,
Reyes García de Castro lideró
en 1990 la constitución de la federación
Andalucía Acoge, de la que fue
secretaria general cinco años.
«Sin ella, Andalucía Acoge no
existiría», dice José Luis Rodríguez
Candela, ex presidente de Andalucía
Acoge y coordinador de su equipo
jurídico. Él destaca dos aportaciones
decisivas de la voluntaria social
al movimiento pro-inmigrantes
de España: la «visión de trabajar en
redes europeas, para dar soluciones
globales a un fenómeno global», y el
temprano giro para desvincular a
las asociaciones Acoge de la Iglesia
católica y de la Conferencia Episcopal
española, a cuyo amparo nacieron,
cambiando los estatutos para
que fueran independientes y aconfesionales.
Era una persona muy
creyente que inspiraba su acción en
la figura de Jesús, pero quería que
Reyes García de Castro Martín-Prat.
Era muy religiosa pero
desligó su asociación
de la Iglesia y la hizo
aconfesional
su colectivo de acogida a los inmigrantes
no tuviera etiquetas.
El movimiento crecióyamediados
de los 90 ella participó en la
creación de una red estatal, el Consorcio
Español de Formación y Acción
(Cepaim), implantado en diez
comunidades y de la que ha sido su
presidenta hasta su muerte.
Hace unos seis años, Sevilla
Acoge y Almería Acoge decidieron
salirse de Andalucía Acoge, la federación
que Reyes García de Castro
había impulsado. Tanto Rodríguez
Centella, en Andalucía Acoge,
como Tabares, en Sevilla Acoge,
achacan esa ruptura a motivos
«organizativos». El colectivo sevillano
prefería actuar desde la plataforma
nacional de Cepaim y Andalucía
Acoge desde la Red Acoge,
resume Centella, que resalta en todo
caso el dolor que ha producido
la muerte de la fundadora entre
sus antiguos compañeros.
Esteban Tabares la describe como
una mujer «valiente, muy alegre
y festiva, con un carácter fuerte
que no se acobardaba; en una
puerta cerrada, ella veía un desafío
para abrirla». Como una frontera
injusta.
Aquella mujer que no se sintió
blanca en África ponía todo el énfasis
en la formación y contribuyó
a crear la nueva figura del mediador
intercultural. En Sevilla Acoge
trabajan personas de 14 países.
Salir a conocer el mundo era
una misión difícil para una mujer
en la Sevilla de los años 60. Reyes
García de Castro Martín-Prat, hija
de un general de división de ingenieros
que aún vive, estudió los
cursos de Profesor Mercantil en la
Escuela de Comercio de Sevilla y
en 1968, con 21 años, consiguió
que sus padres le dejaran ir a Londres
a estudiar inglés, donde vivió
seis meses mientras trabajaba como
traductora de español en un
comercio.
A su regreso a Sevilla,
trabajó, cuentan
sus compañeros, en la
secretaría del colegio
privado San Alberto
Magno. Hasta que una
visita en 1976 al barrio
de la Cañada de la
Muerte de Melilla, habitado
en su mayoría
por musulmanes pobres,
yalavecina ciudad
marroquí de Nador
le causó una conmoción
personal y le
sembró la idea de ir a
vivir unos años a África.
Mientras se preparaba
para el salto, ayudó
a crear y presidió la
primera delegación en
Sevilla de Medicus
Mundi y colaboró con
otros voluntarios en la
fundación de la primera
Plataforma del Voluntariado
de la capital
hispalense.
Tras seis meses de estancia en
París para aprender francés y hacer
cursos sobre las culturas africanas,
en 1978 se marchó al Alto
Volta, al otro lado del Sáhara. De
regresó a su ciudad natal, ella, soltera
y sin hijos, dedicó el resto de
su vida a «devolver la moneda» de
los brazos abiertos a los africanos
que, cada vez más, llegaban a España.
No dejó de viajar a Marruecos
y al África subsahariana,
acompañando a sus compañeros y
compañeras de asociación, los
nuevos sevillanos africanos: tanto
para acudir a un entierro como invitada
a una boda. Su penúltimo
viaje africano, en 2005, fue a
Ruanda y al Congo. El último, en
2006, a ese Senegal cuya juventud
se desangra en el éxodo de los cayucos.
Para ella, desde luego, ninguno
de ellos es ilegal.