28.02.2018 Views

el-baron-rampante

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

mientras yo de un salto me subí a la rama de encima. El lobo cayó con un apenas<br />

insinuado ladrido de perro, y al dar consigo en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o se rompió los huesos quedándose<br />

tieso.<br />

- ¿Y los otros dos lobos?<br />

-...Los otros dos me estaban estudiando, inmóviles. Entonces, así de golpe, me quité la<br />

casaca y la capucha de pi<strong>el</strong> de oveja y se los tiré. Uno de los dos lobos, al verse volar<br />

encima esta sombra blanca de cordero, trató de aferraría con los dientes, pero como se<br />

esperaba un gran peso y se encontró en cambio con un despojo vacío, perdió <strong>el</strong> equilibrio,<br />

terminando también él por romperse patas y cu<strong>el</strong>lo en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o.<br />

- Aún queda uno...<br />

-...Aún queda uno, pero al haberme repentinamente aligerado de ropa tras sacarme la<br />

casaca, me vino uno de esos estornudos que hacen temblar <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o. El lobo, ante aqu<strong>el</strong><br />

estruendo imprevisto y nuevo, tuvo tal sobresalto que cayó d<strong>el</strong> árbol rompiéndose <strong>el</strong><br />

pescuezo como los otros.<br />

Así contaba mi hermano su noche de batalla. Lo cierto es que <strong>el</strong> frío que cogió, ya<br />

enfermizo como estaba, casi le fue fatal. Estuvo unos días entre la vida y la muerte, y fue<br />

curado a expensas d<strong>el</strong> municipio de Ombrosa, en señal de agradecimiento. Tendido en<br />

una hamaca, estaba rodeado por un trop<strong>el</strong> de doctores que subían y bajaban por las<br />

escaleras de mano. Se llamó a consulta a los mejores médicos de la circunscripción, y<br />

unos le inyectaban lavativas, otros le hacían sangrar, otros le ponían cataplasmas, o<br />

compresas. Nadie hablaba ya d<strong>el</strong> barón de Rondó como de un loco, sino como de uno de<br />

los mayores talentos y fenómenos d<strong>el</strong> siglo.<br />

Esto mientras estuvo enfermo. Cuando se curó, volvió a llamárs<strong>el</strong>e, por unos, sabio<br />

como antes, por otros, loco como siempre. El caso es que ya no hizo tantas cosas<br />

extrañas. Siguió imprimiendo un hebdomadario, que ya no se tituló El Monitor de los<br />

Bípedos sino El Vertebrado Racional.<br />

XXV<br />

No sé si por esa época ya se había fundado en Ombrosa una Logia de Francmasones;<br />

fui iniciado a la masonería mucho más tarde, después de la primera campaña<br />

napoleónica, junto con gran parte de la burguesía pudiente y de la pequeña nobleza de<br />

nuestras tierras, y no podría decir, por lo tanto, cuáles fueron las primeras r<strong>el</strong>aciones de<br />

mi hermano con la Logia. A este propósito citaré un episodio ocurrido más o menos en los<br />

tiempos de los que estoy hablando, y que varios testimonios confirmarían como<br />

verdadero.<br />

Llegaron un día a Ombrosa dos españoles, viajeros de paso. Se fueron a casa de un tal<br />

Bartolomeo Cavagna, past<strong>el</strong>ero, conocido como fracmasón. Parece que se presentaron<br />

como hermanos de la Logia de Madrid, de modo que él los llevó por la noche a asistir a<br />

una junta de la masonería de Ombrosa, que entonces se reunía a la luz de antorchas y<br />

cirios en un claro en medio d<strong>el</strong> bosque. De todo esto se tienen noticias sólo por rumores y<br />

suposiciones: lo que es cierto es que al día siguiente los dos españoles, en cuanto<br />

salieron de donde se hospedaban, fueron seguidos por Cósimo de Rondó, que sin ser<br />

visto los vigilaba desde lo alto de los árboles.<br />

Los dos viajeros entraron en <strong>el</strong> patio de una posada extramuros. Cósimo se apostó<br />

sobre una glicina. En una mesa había un cliente que los esperaba; no se le veía <strong>el</strong> rostro,<br />

encubierto por un sombrero negro de anchas alas. Aqu<strong>el</strong>las tres cabezas, o mejor,<br />

aqu<strong>el</strong>los tres sombreros, convergieron sobre <strong>el</strong> cuadrado blanco d<strong>el</strong> mant<strong>el</strong>; y tras haber<br />

confabulado un poco, las manos d<strong>el</strong> desconocido se pusieron a escribir en un pap<strong>el</strong><br />

alargado algo que los otros dos le dictaban y que, por <strong>el</strong> orden en que colocaba las<br />

palabras una bajo otra, se habría dicho una lista de nombres.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!