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el-baron-rampante

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«Aquí lo único es intentar hacerlos prisioneros», me dije, apresurándome a<br />

precederlos, esperando encontrar una patrulla francesa a la que advertir de la proximidad<br />

de los enemigos. Pero hacía tiempo que los franceses en aqu<strong>el</strong> frente ya no daban<br />

señales de vida.<br />

Mientras superaba unos parajes musgosos, vi moverse algo. Me detuve, agucé <strong>el</strong> oído.<br />

Se oía una especie de susurro de arroyo, que después fue definiéndose como un<br />

borboteo continuado, y ahora se podían distinguir palabras: «Mais alors... cré-nom-de...<br />

foutez-moi-donc... tu m'emmer... quoi...» Aguzando los ojos en la penumbra vi que aqu<strong>el</strong>la<br />

suave vegetación estaba compuesta sobre todo por colbacs p<strong>el</strong>udos y espesos bigotes y<br />

barbas. Era un p<strong>el</strong>otón de húsares franceses. Impregnados de humedad durante la<br />

campaña invernal, todo su p<strong>el</strong>o florecía en primavera de moho y musgo.<br />

Mandaba la avanzada <strong>el</strong> teniente Agrippa Papillon, de Rouen, poeta, voluntario d<strong>el</strong><br />

Ejército republicano. Persuadido de la general bondad de la naturaleza, <strong>el</strong> teniente<br />

Papillon no quería que sus soldados se arrancasen las agujas de pino, los erizos de<br />

castaña, las ramitas, las hojas, los caracoles que se les pegaban encima al atravesar <strong>el</strong><br />

bosque. Y la patrulla estaba ya fundiéndose tanto con la naturaleza circundante que se<br />

necesitaba un ojo tan experto como <strong>el</strong> mío para descubrirla.<br />

Entre sus soldados acampados, <strong>el</strong> oficial-poeta, con sus largos cab<strong>el</strong>los ensortijados<br />

que le enmarcaban <strong>el</strong> flaco rostro bajo <strong>el</strong> sombrero de dos picos, declamaba a los<br />

bosques:<br />

- ¡Oh, floresta! ¡Oh, noche! ¡Heme aquí a vuestra merced! Una tierna rama de<br />

madres<strong>el</strong>va, enroscada al tobillo de estos valientes soldados, ¿podrá acaso detener <strong>el</strong><br />

destino de Francia? ¡Oh, Valmy! ¡Cuán lejos estás!<br />

Me ad<strong>el</strong>anté:<br />

- Pardon, citoyen.<br />

- ¿Qué? ¿Quién está ahí?<br />

- Un patriota de estos bosques, ciudadano oficial.<br />

- ¡Ah! ¿Quién? ¿Dónde está?<br />

- Sobre vuestra nariz, ciudadano oficial.<br />

- ¡Lo veo! ¿Qué es? ¿Un hombre-pájaro, un hijo de las arpías? ¿Sois quizá una criatura<br />

mitológica?<br />

- Soy <strong>el</strong> ciudadano Rondó, hijo de seres humanos, os lo aseguro, tanto por parte de<br />

padre como de madre, ciudadano oficial. Mejor dicho, tuve por madre un valeroso<br />

soldado, en los tiempos de las Guerras de Sucesión.<br />

- Entiendo. Oh tiempos, oh gloria. Os creo, ciudadano, y estoy ansioso por escuchar las<br />

noticias que parecéis venir a anunciarme.<br />

- ¡Una patrulla austríaca está penetrando en vuestras líneas!<br />

- ¿Qué decís? ¡Es la batalla! ¡Es la hora! ¡Oh arroyo, apacible arroyo, dentro de poco<br />

estarás teñido de sangre! ¡Vamos! ¡A las armas!<br />

Ante las órdenes d<strong>el</strong> teniente-poeta, los húsares iban recogiendo armas y enseres,<br />

pero se movían de un modo tan torpe y flojo, desperezándose, tosiendo, maldiciendo, que<br />

empecé a estar preocupado por su eficiencia militar.<br />

- Ciudadano oficial, ¿tenéis un plan?<br />

- ¿Un plan? ¡Marchar sobre <strong>el</strong> enemigo!<br />

- Sí, pero ¿cómo?<br />

- ¿Cómo? ¡Cerrando filas!<br />

- Pues bien, si me permitís un consejo, yo mantendría a los soldados quietos, en orden<br />

abierto, dejando que la patrulla enemiga se meta en la trampa sola.<br />

El teniente Papillon era hombre conciliador y no puso objeciones a mi plan. Los<br />

húsares, diseminados por <strong>el</strong> bosque, no se distinguían de las matas de verde, y <strong>el</strong><br />

teniente austríaco desde luego era <strong>el</strong> menos apropiado para captar la diferencia. La

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