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tenía necesidad de algo parecía que la alianza conmigo nunca pudiese ponerse en duda;<br />
otras veces pasaba sobre mi cabeza como si ni siquiera me viese.)<br />
En cambio aquí sólo estaba de paso. Era la tapia de la magnolia aqu<strong>el</strong>lo que lo atraía,<br />
era por allí que lo veíamos desaparecer a todas horas, incluso cuando la muchachita rubia<br />
a buen seguro no estaba aún levantada o cuando <strong>el</strong> trop<strong>el</strong> de institutrices o tías ya debía<br />
de haberla hecho retirarse. En <strong>el</strong> jardín de los de Ondariva las ramas se alargaban como<br />
probóscides de animales extraordinarios, y en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o se abrían estr<strong>el</strong>las de hojas<br />
dentadas de verde pi<strong>el</strong> de reptil, y ondeaban amarillos y leves bambúes con rumor de<br />
pap<strong>el</strong>. Desde <strong>el</strong> árbol más alto, Cósimo, con la manía de gozar hasta <strong>el</strong> fondo de aqu<strong>el</strong><br />
verde distinto y de la luz distinta que se transparentaba y d<strong>el</strong> silencio distinto, se soltaba<br />
cabeza abajo y <strong>el</strong> jardín vu<strong>el</strong>to al revés se convertía en s<strong>el</strong>va, una s<strong>el</strong>va no de la tierra, un<br />
mundo nuevo.<br />
Entonces aparecía Viola. Cósimo la veía de pronto en <strong>el</strong> columpio dándose impulso, o<br />
bien en la silla d<strong>el</strong> caballo enano, u oía <strong>el</strong>evarse d<strong>el</strong> fondo d<strong>el</strong> jardín la ronca nota d<strong>el</strong><br />
cuerno de caza.<br />
Los marqueses de Ondariva nunca se habían preocupado por aqu<strong>el</strong>las correrías de la<br />
niña. Mientras iba a pie, tenía a todas las tías detrás; apenas montaba en la silla era libre<br />
como <strong>el</strong> aire, porque las tías no iban a caballo y no podían ver adonde iba. Y luego su<br />
confianza con los vagabundos era una idea demasiado inconcebible para pasárs<strong>el</strong>es por<br />
la cabeza. Pero de aqu<strong>el</strong> <strong>baron</strong>cito que se colaba por entre las ramas, se habían dado<br />
cuenta enseguida, y estaban alerta, aunque con cierto aire superior.<br />
Nuestro padre, en cambio, convertía en una misma cosa la amargura por la<br />
desobediencia de Cósimo y su aversión por los de Ondariva, como si quisiera echarles la<br />
culpa a <strong>el</strong>los, como si fuesen <strong>el</strong>los los que atrajeran a su hijo a su jardín, y le brindaran<br />
hospitalidad, y lo incitaran a aqu<strong>el</strong> juego reb<strong>el</strong>de. De repente, tomó la decisión de dar una<br />
batida para capturar a Cósimo, y no en nuestras tierras, sino precisamente mientras se<br />
encontraba en <strong>el</strong> jardín de los de Ondariva. Como para subrayar esta intención agresiva<br />
hacia nuestros vecinos, no quiso ser él <strong>el</strong> conductor de la batida, <strong>el</strong> que se presentara en<br />
persona a los de Ondariva pidiendo que le devolviesen a su hijo - lo que, aunque<br />
injustificado, habría sido una r<strong>el</strong>ación en un plano correcto, entre gentileshombres -, sino<br />
que envió una tropa de criados a las órdenes d<strong>el</strong> caballero abogado Enea Silvio Carrega.<br />
Llegaron estos criados armados de escaleras y cuerdas a las verjas de los de<br />
Ondariva. El caballero abogado, con zamarra y fez, farfulló que si lo dejaban entrar y que<br />
perdonasen. Los criados de los Ondariva de momento creyeron que habían ido para unas<br />
podas de árboles nuestros que asomaban en lo suyo; luego, ante las medias palabras que<br />
decía <strong>el</strong> caballero: «Atrapar..., atrapar...», mirando entre las ramas con la nariz levantada<br />
y dando carrerillas muy extravagantes, preguntaron:<br />
- Pero ¿qué es lo que se os ha escapado? ¿Un papagayo?<br />
- El hijo, <strong>el</strong> primogénito, <strong>el</strong> retoño - dijo <strong>el</strong> caballero abogado deprisa y corriendo, y<br />
habiendo hecho apoyar una escalera en un castaño de Indias, empezó a subir él mismo.<br />
Entre las ramas se veía sentado a Cósimo que balanceaba las piernas como si nada<br />
ocurriese. Viola, también <strong>el</strong>la como si nada ocurriese, iba por las alamedas jugando con <strong>el</strong><br />
aro. Los criados ofrecían al caballero abogado unas cuerdas que maniobradas quién sabe<br />
cómo tenían que servir para capturar a mi hermano. Pero Cósimo, antes de que <strong>el</strong><br />
caballero abogado hubiese llegado a la mitad de la escalera, estaba ya en la copa de otro<br />
árbol. El caballero mandó apartar la escalera, y así cuatro o cinco veces, y cada vez<br />
estropeaba un parterre, y Cósimo con un par de saltos pasaba al árbol más cercano. Viola<br />
de pronto se vio rodeada de tías y demás parientes, conducida a casa y encerrada dentro<br />
para que no asistiera a aqu<strong>el</strong> alboroto. Cósimo partió una rama y blandiéndola con las dos<br />
manos dio un bastonazo que silbó en <strong>el</strong> vacío.