28.02.2018 Views

el-baron-rampante

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

arba y una larga cola, y comía una langosta. Esta figura estaba en <strong>el</strong> capítulo de los<br />

monstruos, entre <strong>el</strong> Hermafrodita y la Sirena.<br />

Frente a fantasías de este género, yo, normalmente me guardaba mucho de rev<strong>el</strong>ar<br />

que <strong>el</strong> hombre salvaje era mi hermano. Pero lo proclamé muy alto cuando en París fui<br />

invitado a una recepción en honor a Voltaire. El viejo filósofo estaba en su butaca,<br />

mimado por un trop<strong>el</strong> de madamas, alegre como unas pascuas y malicioso como un<br />

puercoespín. Cuando supo que venía de Ombrosa, me dirigió la palabra:<br />

- C'est chez vous, mon cher Chevalier, qu'il y a ce fameux philosophe qui vit sur les<br />

arbres comme un singe?<br />

Y yo, halagado, no pude contenerme de contestarle:<br />

- C'est mon frére, monsieur, le barón de Rondeau.<br />

Voltaire se sorprendió mucho, quizá también porque <strong>el</strong> hermano de aqu<strong>el</strong> fenómeno<br />

parecía persona muy normal, y se puso a hacerme preguntas, como:<br />

- Mais c'est pour approcher du d<strong>el</strong>, que votre frére reste lá-haut?<br />

- Mi hermano sostiene - respondí -, que quien quiere mirar bien la tierra debe<br />

mantenerse a la distancia necesaria - y Voltaire apreció mucho la respuesta.<br />

- Jadis, c'était seulement la Nature qui créait des phénomènes vivants - concluyó -;<br />

maintenant c'est la Raison. - Y <strong>el</strong> viejo sabio se volvió a zambullir en <strong>el</strong> parloteo de sus<br />

mojigatas teístas.<br />

Pronto tuve que interrumpir <strong>el</strong> viaje y regresar a Ombrosa, reclamado por un despacho<br />

urgente. El asma de nuestra madre se había agravado repentinamente y la pobrecilla ya<br />

no se levantaba de la cama.<br />

Cuando crucé la verja y alcé los ojos hacia nuestra villa estaba seguro de que lo vería<br />

allí. Cósimo estaba encaramado a una rama alta de morera, muy cerca d<strong>el</strong> antepecho de<br />

nuestra madre. «¡Cósimo!», lo llamé, pero con voz apagada. Me hizo un gesto que quería<br />

decir al mismo tiempo que mamá estaba un poco aliviada, aunque continuaba grave, y<br />

que subiese pero sin hacer ruido.<br />

La habitación estaba en penumbra. Mamá, en la cama con una pila de almohadones<br />

que le mantenían la espalda alzada parecía más grande de lo que nunca la habíamos<br />

visto. A su alrededor había algunas mujeres de casa. Battista todavía no había llegado,<br />

porque <strong>el</strong> conde su marido, que debía acompañarla, había sido retenido por la vendimia.<br />

En la sombra d<strong>el</strong> cuarto se destacaba la ventana abierta que enmarcaba a Cósimo quieto<br />

sobre la rama d<strong>el</strong> árbol.<br />

Me incliné a besar la mano de nuestra madre. Me reconoció enseguida y me puso la<br />

mano en la cabeza.<br />

- Oh, has llegado, Biagio...<br />

Hablaba con un hilo de voz, cuando <strong>el</strong> asma no le oprimía demasiado <strong>el</strong> pecho, pero<br />

con normalidad y buen sentido. Pero lo que me impresionó fue <strong>el</strong> oírla dirigirse<br />

indiferentemente a mí y a Cósimo, como si estuviese también él en la cabecera. Y Cósimo<br />

desde <strong>el</strong> árbol le respondía.<br />

- ¿Hace mucho que he tomado la medicina, Cósimo?<br />

- No, sólo hace unos minutos, mamá, esperad para volverla a tomar, que ahora no os<br />

puede hacer bien.<br />

En cierto momento <strong>el</strong>la dijo:<br />

- Cósimo, dame un gajo de naranja - y me quedé muy extrañado. Pero aún me<br />

sorprendí más cuando vi que Cósimo alargaba hasta la habitación, a través de la ventana,<br />

una especie de arpón de barca y con él cogía un gajo de naranja de una consola y lo<br />

colocaba en la mano de nuestra madre.<br />

Noté que para todas estas pequeñas cosas <strong>el</strong>la prefería dirigirse a él.<br />

- Cósimo, dame <strong>el</strong> chal.<br />

Y él con <strong>el</strong> arpón buscaba entre la ropa arrojada en la butaca, levantaba <strong>el</strong> chal, se lo<br />

entregaba.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!