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el-baron-rampante

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Había que despertarlos. Pero ¿cómo? Tuve una idea y me presenté al teniente Papillon<br />

para proponérs<strong>el</strong>a. El poeta estaba declamando a la luna.<br />

- ¡Oh, luna! ¡Redonda como una boca de fuego, como una bala de cañón que,<br />

exhausto ya <strong>el</strong> impulso de la pólvora, continúa su lenta trayectoria rodando silenciosa por<br />

los ci<strong>el</strong>os! ¡Cuándo deflagrarás, luna, alzando una alta nube de polvo y favilas,<br />

sumergiendo los ejércitos enemigos, y los tronos, y abriendo para mí una brecha de gloria<br />

en <strong>el</strong> muro compacto de la escasa consideración en que me tienen mis conciudadanos!<br />

¡Oh, Rouen! ¡Oh, luna! ¡Oh, suerte! ¡Oh, Convención! ¡Oh, ranas! ¡Oh, donc<strong>el</strong>las! ¡Oh,<br />

vida mía!<br />

Y yo:<br />

- Citoyen...<br />

Papillon, molesto de que siempre le interrumpiesen, dijo seco:<br />

- ¿Y bien?<br />

- Quería decir, ciudadano oficial, que habría un sistema para despertar a vuestros<br />

hombres de un letargo ya p<strong>el</strong>igroso.<br />

- Lo quiera <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o, ciudadano. Yo, como veis, me desvivo por la acción. ¿Y cuál sería<br />

este sistema?<br />

- Las pulgas, ciudadano oficial.<br />

- Siento desilusionaros, ciudadanos. El ejército republicano no tiene pulgas. Se han<br />

muerto todas de inanición a consecuencia d<strong>el</strong> bloqueo y la carestía.<br />

- Yo puedo conseguíroslas, ciudadano oficial.<br />

- No sé si habláis en broma o en serio. En cualquier caso, lo expondré a los mandos<br />

superiores, y ya se verá. ¡Ciudadano, os agradezco lo que hacéis por la causa<br />

republicana! ¡Oh, gloria! ¡Oh, Rouen! ¡Oh, pulgas! ¡Oh, luna! - y se alejó desvariando.<br />

Comprendí que tenía que actuar por mi cuenta. Me proveí de una gran cantidad de<br />

pulgas y, desde los árboles, en cuanto veía a un húsar francés, con la cerbatana le tiraba<br />

una encima, tratando con mi precisa puntería de entrárs<strong>el</strong>a por <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo de la camisa.<br />

Después empecé a rociar a toda la sección, a puñados. Eran misiones p<strong>el</strong>igrosas, porque<br />

si me hubiesen pillado, de poco habría servido la fama de patriota: me habrían hecho<br />

prisionero, llevado a Francia y guillotinado como un emisario de Pitt. En cambio, mi<br />

intervención fue providencial: <strong>el</strong> prurito de las pulgas volvió a encender agudamente en<br />

los húsares la humana y civil necesidad de rascarse, de hurgarse, de despiojarse; tiraban<br />

al aire las prendas musgosas, las mochilas y los fardos recubiertos de hongos y t<strong>el</strong>as de<br />

araña, se lavaban, se afeitaban, se peinaban, en fin, volvían a tomar conciencia de su<br />

humanidad individual, y volvía a ganarles <strong>el</strong> sentido de la civilización, de la liberación de la<br />

naturaleza bruta. Además los incitaba un estímulo de actividad, un c<strong>el</strong>o, una combatividad<br />

olvidados desde hacía tiempo. El momento d<strong>el</strong> ataque los encontró invadidos de este<br />

ímpetu: los Ejércitos de la República vencieron a la resistencia enemiga, arrollaron <strong>el</strong><br />

frente, y avanzaron hasta las victorias de Dego y de Millesimo...<br />

XXVIII<br />

Nuestra hermana y <strong>el</strong> desterrado D'Estomac escaparon de Ombrosa justo a tiempo<br />

para no ser capturados por <strong>el</strong> ejército republicano. El pueblo de Ombrosa parecía haber<br />

vu<strong>el</strong>to a los días de la vendimia. Alzaron <strong>el</strong> Árbol de la Libertad, esta vez más conforme a<br />

los ejemplos franceses, o sea algo parecido a un palo de cucaña. Cósimo, no hay que<br />

decirlo, trepó a él, con <strong>el</strong> gorro frigio en la cabeza; pero se cansó enseguida y se fue.<br />

En torno a los palacios de los nobles hubo un poco de alboroto, gritos como: «Arístò,<br />

aristò, alla lanterna sairà!» A mí entre que era hermano de mi hermano y que siempre<br />

hemos sido nobles de poca importancia, me dejaron en paz; es más, después me<br />

consideraron incluso un patriota (por lo que, cuando cambió de nuevo, tuve problemas).

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