28.02.2018 Views

el-baron-rampante

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

de esas en forma de cuerno y que propagaba un toque de alarma por los valles. De cada<br />

collado respondieron toques iguales, los viñadores levantaron las conchas como trompas,<br />

y también Cósimo, desde lo alto d<strong>el</strong> emparrado.<br />

Por las hileras se propagó un canto; primero entrecortado, discorde, sin entenderse qué<br />

era. Luego las voces se entendieron, se entonaron, se volvieron airosas, y cantaron como<br />

si corriesen, y los hombres y las mujeres inmóviles y semiescondidos a lo largo de las<br />

hileras, y los palos, las vides, los racimos, todo parecía correr, y la uva vendimiarse por sí<br />

sola, arrojarse dentro de los lagares y pisarse, y <strong>el</strong> aire, las nubes, <strong>el</strong> sol, todo se<br />

convertía en mosto, y ya se empezaba a entender aqu<strong>el</strong> canto, primero las notas de la<br />

música y luego algunas de las palabras, que decían: «Ça ira! (Ça ira! Ça ira!», y los<br />

jóvenes pisaban la uva con los pies descalzos y rojos, «Ça ira!», y las muchachas metían<br />

las tijeras aguzadas como puñales en <strong>el</strong> verde espeso, hiriendo las retorcidas uniones de<br />

los racimos, «Ça ira!», y los mosquitos en nubes invadían <strong>el</strong> aire sobre los montones de<br />

raspa preparadas para la prensa, «Ça ira!», y fue entonces cuando los esbirros perdieron<br />

<strong>el</strong> control y: «¡Basta ya! ¡Silencio! ¡No más alboroto! ¡A quien cante le dispararemos!», y<br />

empezaron a descargar los fusiles al aire.<br />

Les respondió un trueno de fusilería que parecían regimientos alineados en orden de<br />

batalla en las colinas. Todas las escopetas de caza de Ombrosa explotaban, y Cósimo, en<br />

lo alto de una alta higuera, tocaba a la carga con la concha a modo de trompa. Por todas<br />

las viñas hubo un movimiento de gente. Ya no se comprendía lo que era vendimia y lo<br />

que era refriega: hombres, uvas, mujeres, sarmientos, cuchillos, pámpanos, scarasse,<br />

fusiles, canastos, caballos, alambres, puños, coces de mulo, espinillas, tetas, y todo<br />

cantando: «Ça ira!»<br />

- ¡Ahí tenéis los diezmos!<br />

Al final los esbirros y los recaudadores fueron arrojados de cabeza en los lagares llenos<br />

de uva, con las piernas que quedaban fuera y pateando. Se marcharon sin haber<br />

recaudado nada, embadurnados de pies a cabeza de zumo de uvas, de granos pisados,<br />

de hollejos, de orujo, de raspas que se quedaban pegados a los fusiles, a las cartucheras,<br />

a los bigotes.<br />

La vendimia prosiguió como una fiesta, convencidos todos de haber abolido los<br />

privilegios feudales. Mientras tanto nosotros los nobles e hidalgos nos habíamos<br />

atrincherado en los palacios, armados, dispuestos a vender cara la pi<strong>el</strong>. (Yo, en realidad,<br />

me limité a no asomar la nariz más allá de la puerta, sobre todo para evitar que los demás<br />

nobles dijeran que estaba de acuerdo con aqu<strong>el</strong> anticristo de mi hermano, reputado como<br />

<strong>el</strong> peor instigador, jacobino y clubista de toda la zona). Pero ese día, aunque se expulsó a<br />

los recaudadores y la tropa, a nadie se le tocó ni un p<strong>el</strong>o.<br />

Estaban todos muy atareados preparando fiestas. Levantaron incluso <strong>el</strong> Árbol de la<br />

Libertad, para seguir la moda francesa; sólo que no sabían muy bien cómo eran, y<br />

además aquí árboles había tantos que no valía la pena ponerlos falsos. De modo que<br />

adornaron un árbol de verdad, un olmo, con flores, racimos de uva, guirnaldas,<br />

inscripciones: «Vive la Grande Nation!» Arriba de todo estaba mi hermano, con la<br />

escarap<strong>el</strong>a tricolor sobre <strong>el</strong> gorro de pi<strong>el</strong> de gato, y estaba disertando sobre Rousseau y<br />

Voltaire, de lo que no se oía ni una palabra, porque todo <strong>el</strong> pueblo allá abajo bailaba en<br />

corro cantando: «Ça ira!»<br />

La alegría duró poco. Vinieron tropas en abundancia: genovesas, para exigir los<br />

diezmos y garantizar la neutralidad d<strong>el</strong> territorio, y austrosardas, porque se había<br />

extendido la voz de que los jacobinos de Ombrosa querían proclamar la anexión a la<br />

«Gran Nación Universal», o sea a la República francesa. Los revoltosos trataron de<br />

resistir, construyeron alguna barricada, cerraron las puertas de la ciudad... Pero qué, se<br />

necesitaba algo más. Las tropas entraron en la ciudad por todas partes, pusieron puestos<br />

de bloqueo en todos los caminos d<strong>el</strong> campo, y los que tenían reputación de agitadores<br />

fueron encarc<strong>el</strong>ados, salvo Cósimo - quién lo iba a pillar a ése -, y otros pocos.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!