Blaze!

le sofocara, tenía el rostro de Blaze en frente suyo, observándole…
¡Perdón, perdón, no me golpees más, por favor! –gritó el demonio, antes de sufrir un nuevo
apretón de parte de las manos de la enojada hechicera.
Yo debería… ¡Uuuuuygh! –exclamó la maga, conteniéndose–. Que conste que te apreté sólo para
que despertaras…
Blaze lanzó al demonio suavemente al aire, este extendió sus pequeñas y transparentes alas,
manteniéndose a flote apenas, con ávidos y profundos aleteos.
Mi amo estará muy feliz con este resultado, no así yo, creo que merezco unas vacaciones… –
lloriqueó el malherido demonio.
No te quejes, tú te lo buscaste por creerte más de la cuenta, ese maldito collar me estaba causando
un mal rato y te aprovechaste –replicó Blaze, haciéndole responsable de sus palabras.
Bueno, me voy, con esto tu contrato queda revalidado –comunicó el demonio, dando por finalizada
su jornada, girando su cuerpo para retirarse.
¡Hey! –gritó la muchacha para llamar la atención de su contrincante.
¿Qué? –preguntó con desgano el ofidio, girando su cabeza.
¡Nos vemos dentro de un año! –exclamó sonriente Blaze.
Los pequeños ojos del demonio centellearon con odio extremo. Volteó nuevamente la cabeza y se
desvaneció del lugar con una pequeña explosión de humo. Blaze sonrió burlescamente.
La hechicera cargó al alfeñique en uno de sus hombros y emprendió el camino de regreso al castillo,
para que lo atendieran por la “salvadora” patada que le había aplicado minutos atrás. Con su mano
libre tocó la herida que le infligió el collar maldito y se aplicó el hechizo oscuro “Regeneration”, que
es capaz de curar ciertas lesiones no graves, sanando el corte recibido, sin dejar ningún tipo de
cicatriz o marca en su lozana piel.
Aquí se los dejo –dijo Blaze, arrojando al súbdito del rey en los brazos de unos soldados que se
encontraban en la puerta principal del castillo del soberano de la ciudadela–. Voy a hablar con el
rey.
Avanzó tranquilamente por los pasillos de la fortificación hasta encontrarse nuevamente con el
monarca. Allí le contó cómo se encargó del demonio que extrañamente atacó la ciudadela (¡ejem!),
además de explicarle que ahora era capar realizar nuevamente el hechizo “repara-libido”, pero sólo
una vez más. Después de suministrarle una nueva dosis del encantamiento al rey, este le pagó los
honorarios adeudados y le proporcionó uno de los mejores aposentos presentes en el castillo para
que descansara de la ardua pelea en contra del maligno ser.
Y te prometo realizar una fiesta en tu honor el día de mañana –decretó el rey, dispuesto a seguir
de juerga, esta vez del tipo etílica–. ¡Descansa bien, joven hechicera, gracias!
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