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Blaze!

Esta es la historia de Blaze, la más grande guerrera que podrás encontrar... Entrenada en artes esotéricas y militares por sus maestros Echleón y Bel, respectivamente, Blaze recorre las tierras medievales en la búsqueda de aventuras y peligros a los que enfrentarse, en parte para pasar el tiempo y también para perfeccionarse. No hay mal que se le resista, tampoco bien que le aguante, la verdad es que es mejor no cruzarse en su camino, sobre todo si está enojada. Sigue aquí sus peripecias, aprende un poco de sus habilidades y conoce a los demás personajes que le harán la vida imposible. https://blaze.000webhostapp.com

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Entrenada en artes esotéricas y militares por sus maestros Echleón y Bel, respectivamente, Blaze recorre las tierras medievales en la búsqueda de aventuras y peligros a los que enfrentarse, en parte para pasar el tiempo y también para perfeccionarse.

No hay mal que se le resista, tampoco bien que le aguante, la verdad es que es mejor no cruzarse en su camino, sobre todo si está enojada.

Sigue aquí sus peripecias, aprende un poco de sus habilidades y conoce a los demás personajes que le harán la vida imposible.

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acolchada silla, la que lo soportaría por largas horas, deteniéndose sólo para almorzar a mediodía,<br />

continuando su labor hasta que el sol se ocultase. La habitación era un cubículo conectado al<br />

interior del monasterio mediante una puerta, mientras que una de sus paredes conectaba con el<br />

exterior de la construcción y contaba con un orificio circular por el que entraban los brazos de los<br />

consultantes para contactar con Albert, dejando espacio suficiente para el intercambio de palabras,<br />

pero no permitiendo que los interlocutores se vieran. Por otra parte, fuera del cuartucho había un<br />

guardia que se dedicaba a cobrar a los visitantes por el trabajo del muchacho, antes de que fueran<br />

atendidos por este. Así pasó el día Albert, encerrado, respondiendo a todas las preguntas que le<br />

planteaban, esperando que pronto terminara la jornada para poder reposar.<br />

¡Que día más cansador! –exclamó Albert, masajeándose los hombros, siendo escuchado por unos<br />

monjes, quienes lo miraron con disimuladas expresiones de desprecio, algo a lo que ya estaba<br />

acostumbrado.<br />

La noche por fin había llegado. El muchacho se dirigió a su recámara, la que quedaba en el<br />

subterráneo del monasterio, lugar que era cerrado después de que él se acostara, como si temieran<br />

que escapara del lugar. Mientras caminaba por la escalera que bajaba a su habitación, escuchó<br />

levemente una conversación, quedándose quieto para enterarse de la temática tratada.<br />

…un niño mimado, no sabe lo que es el verdadero esfuerzo, sino fuera por su habilidad y el dinero<br />

que nos genera, lo tendríamos cocinando y limpiando todas las instalaciones –escuchó decir a un<br />

hombre, al que no pudo identificar por su voz, preguntándose de que dinero estaba hablando.<br />

Albert se apoyó contra la pared de la escalera, sumido en sus pensamientos, entristecido al<br />

enterarse de como le veían los demás habitantes del monasterio y confundido por el hecho de que<br />

estuvieran generando dinero con lo que se suponía era una labor espiritual gratuita. Su cabeza<br />

estaba dándole vueltas a todo, procesando sus sentimientos, rememorando todas esas malas caras<br />

encubiertas de sonrisas que había recibido hasta ahora, todo tenía sentido; pero en ese momento,<br />

repentinamente, los vigorosos ojos de la anciana de sus sueños aparecieron como una nítida<br />

imagen en su mente, observándolo, haciéndole reaccionar. El día había acabado, tenía que<br />

descansar.<br />

Mañana será otro día –pensó Albert, cerrando los ojos para obligarse a dormir, sin dejar de pensar<br />

en las palabras escuchadas, dejando intacta la cena que le llevaron a su habitación antes de que<br />

terminara de trabajar.<br />

La escalera que conducía a la habitación de Albert fue cerrada como todas las noches, con un sigilo<br />

que ya había sido detectado hace años por el joven, pero que se empeñaban en mantener para<br />

asegurarse de que no tuviera oportunidad de irse del centro religioso. Leasoir contaba y registraba<br />

el dinero obtenido por el servicio espiritual entregado por su “protegido” como todas las noches<br />

desde hace ya más de doce años, momento en que el enclenque muchacho demostró su valía y dejó<br />

de dedicarse a atender a todos los hermanos del monasterio. A pesar de la desilusión de Albert, el<br />

cansancio le ganó la partida, durmiendo como un lirón. La noche se fue y el alba despuntaba, era<br />

hora de despertar, la puerta del subterráneo se encontraba abierta ya para el joven. La cena de la<br />

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