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Blaze!

Esta es la historia de Blaze, la más grande guerrera que podrás encontrar... Entrenada en artes esotéricas y militares por sus maestros Echleón y Bel, respectivamente, Blaze recorre las tierras medievales en la búsqueda de aventuras y peligros a los que enfrentarse, en parte para pasar el tiempo y también para perfeccionarse. No hay mal que se le resista, tampoco bien que le aguante, la verdad es que es mejor no cruzarse en su camino, sobre todo si está enojada. Sigue aquí sus peripecias, aprende un poco de sus habilidades y conoce a los demás personajes que le harán la vida imposible. https://blaze.000webhostapp.com

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Entrenada en artes esotéricas y militares por sus maestros Echleón y Bel, respectivamente, Blaze recorre las tierras medievales en la búsqueda de aventuras y peligros a los que enfrentarse, en parte para pasar el tiempo y también para perfeccionarse.

No hay mal que se le resista, tampoco bien que le aguante, la verdad es que es mejor no cruzarse en su camino, sobre todo si está enojada.

Sigue aquí sus peripecias, aprende un poco de sus habilidades y conoce a los demás personajes que le harán la vida imposible.

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Tenía completa libertad para hacer lo que quisiera; sin embargo, se encontraba cada vez más<br />

convencida de que algo le faltaba… A su vida le faltaba emoción.<br />

Uno de esos días fue encomendada por su padre para realizar la compra mensual de alcohol en la<br />

ciudadela del rey Bod, la ciudad de Parler, cuando se encontraba montada en su carruaje leyendo<br />

y sin querer divisó…<br />

¿Qué? No puede ser –cuchicheó la joven, viendo como al lado de su blanca carroza pasaba aquel<br />

hombre del pueblo, dejando caer el pequeño libro de sus manos–. ¡No te me escaparás esta vez!<br />

Camille se asomó por la puerta de su carruaje, agarrándose en sus decorados bordes, viendo como<br />

el hombre se perdía entre la multitud. El vehículo avanzaba irremediablemente a la salida de la<br />

ciudad, si no hacía algo era posible que no lo viera en mucho tiempo más y no quería eso. Quería<br />

volver a sentir ese vibrante sentimiento que le produjo su sonrisa hace ya tiempo, no ese vacío y<br />

sensación de pérdida que le producía el verlo alejarse.<br />

La muchacha se envalentonó y saltó del coche, cayendo estrepitosamente al suelo empedrado de<br />

la ciudad, sin que Édouard notara nada. Su blanco vestido se manchó con el costalazo y su rodilla<br />

izquierda sufrió el rigor del golpe, recibiendo una pequeña magulladura, pero no le importó,<br />

levantándose inmediatamente del piso y dirigiendo su caminar al grupo de gente en el que penetró<br />

el bello campesino.<br />

¿Dónde está?, ¿Dónde…? –se preguntaba Camille, perdida entre personas desconocidas–. ¿Ha<br />

visto a un hombre…?<br />

Camille comenzó a preguntar a los caminantes, buscando ayuda, alguien que le indicara que<br />

camino seguir, pero nadie parecía haberlo visto. Entre preguntas y respuestas, a lo lejos, vio una<br />

figura semejante, siguiéndola en el acto. El hombre entró en un negocio de ventas de armas, la<br />

joven hizo lo mismo, mirándolo desde lejos. Era él. El gallardo hombre hablaba con el dependiente,<br />

señalándole un hacha de la estantería, pero este le hizo señas indicándole que saliera del local, lo<br />

que él acató. Camille se acercó al tendero y luego salió del local también.<br />

Disculpe –dijo la muchacha, con voz temblorosa, dirigiéndose al hombre, quien le daba la espalda<br />

y no se había percatado de su presencia–. ¿Era ésta el hacha que deseaba?<br />

¿Qué? Mademoiselle, ¿qué ha hecho? –preguntó, sin subir la mirada, realizando una reverencia y<br />

estirando sus manos para alejar el arma que la joven adquirió y le estaba ofreciendo.<br />

Camille subió el hacha a la altura de sus ojos, logrando que el hombre la mirara al rostro, lo que<br />

hizo que este sonriera, aunque de una forma distinta a la primera vez que se vieron. Ella sonrió<br />

nerviosa, sentía como sus piernas temblaban debajo de su vestido, pero logró mantener la<br />

compostura.<br />

Mademoiselle Camille, perdóneme, no la reconocí –se excusó el hombre, irguiéndose–. No se<br />

preocupe, no necesito el arma, sólo era un capricho de este cazador.<br />

Los ojos de la muchacha se incendiaron de felicidad, aquel hombre sabía su nombre, y su corazón<br />

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