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Blaze!

Esta es la historia de Blaze, la más grande guerrera que podrás encontrar... Entrenada en artes esotéricas y militares por sus maestros Echleón y Bel, respectivamente, Blaze recorre las tierras medievales en la búsqueda de aventuras y peligros a los que enfrentarse, en parte para pasar el tiempo y también para perfeccionarse. No hay mal que se le resista, tampoco bien que le aguante, la verdad es que es mejor no cruzarse en su camino, sobre todo si está enojada. Sigue aquí sus peripecias, aprende un poco de sus habilidades y conoce a los demás personajes que le harán la vida imposible. https://blaze.000webhostapp.com

Esta es la historia de Blaze, la más grande guerrera que podrás encontrar...

Entrenada en artes esotéricas y militares por sus maestros Echleón y Bel, respectivamente, Blaze recorre las tierras medievales en la búsqueda de aventuras y peligros a los que enfrentarse, en parte para pasar el tiempo y también para perfeccionarse.

No hay mal que se le resista, tampoco bien que le aguante, la verdad es que es mejor no cruzarse en su camino, sobre todo si está enojada.

Sigue aquí sus peripecias, aprende un poco de sus habilidades y conoce a los demás personajes que le harán la vida imposible.

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Capítulo 10 – Echleón.<br />

<strong>Blaze</strong> está a punto de volver a su casa, lugar en el que coexiste junto a su estricto maestro de artes<br />

esotéricas, Echleón. La joven hechicera había estado realizando algunos pequeños mandados que<br />

su instructor le había encomendado hacer en su tiempo libre, algo que no la tenía completamente<br />

contenta, pero que estuvo dispuesta a aceptar ya que su trabajo como mercenaria no iba del todo<br />

bien esta última temporada.<br />

El pueblo donde la muchacha vivió toda su infancia es grande, las casas cuentan con extensos<br />

terrenos, separando las viviendas unas de otras, casi escondiéndolas entre los espesos follajes de<br />

los árboles. Si bien las propiedades cuentan con gran espacio como para cultivar sus propias<br />

hortalizas, nadie se dedicaba a la agricultura, ya que la tierra no permitía el crecimiento de nada<br />

que no fuera robusto, todo vegetal cercano al piso (incluidas las flores) estaba condenado a<br />

desaparecer.<br />

<strong>Blaze</strong> camina por los terrosos y aplanados senderos de su poblado dirigiéndose hacia el este, con<br />

la luz del sol de la tarde iluminando sus ojos, viendo algunas caras conocidas que le hicieron<br />

ademanes de saludo. En ese trayecto se topó con las ruinas de una casa quemada, sólo algunas<br />

piedras de las paredes se mantenían erguidas, pero transitó al lado de la vivienda obviando la<br />

panorámica, no necesitaba seguir viendo algo que ya conocía de memoria, siguiendo su camino sin<br />

desviarse ni descender la marcha, hasta que finalmente llegó. La casa más grande del poblado, no<br />

por eso la más opulenta, sólo era amplia y con muchas habitaciones, todo lo demás era polvo,<br />

madera perforada por termitas y libros viejos, muchos libros.<br />

Entró por la puerta principal, dejando el pergamino que Echleón le pidió “recuperar” en una<br />

pequeña mesa redonda presente en el salón, subiendo luego a su habitación, la que se encontraba<br />

tal cual la dejó desde que partió en la pequeña travesía encargada por el viejo morador de la casa.<br />

Se desvistió para acomodarse, quitándose las grebas, avambrazos, cota de malla, hombreras y<br />

botas, quedando con su (no tan) blanca camisa y su pantalón corto.<br />

Bajó al salón, tomando el documento “recuperado” para entregárselo al hombre que lo solicitó,<br />

quién se encontraba sentado en una maciza silla de madera negra, con las manos apoyadas en los<br />

rectos respaldos de esta, mirando la tenue llama de fuego que iluminaba su cuarto forrado con<br />

estanterías llenas con su biblioteca personal, escrita por él mismo. El hombre parecía un esqueleto<br />

vistiendo una endurecida, arrugada y quebradiza piel, que recordaba las hojas secas de los árboles<br />

en otoño o las páginas de los avejentados libros que reposaban en toda la casa. Su cabello era largo<br />

y blanco, lo que replicaba también su lacia y extensa barba, contrastando con la oscura sotana que<br />

vestía todo el tiempo. Nunca había visto sus ojos, no tenía la certeza de que los tuviera, sólo sabía<br />

qué dentro de esas agrietadas arrugas, en esos negros y profundos recovecos, él observaba todo.<br />

Echleón, aquí está lo que me pediste –dijo <strong>Blaze</strong>, tendiendo el pergamino al vejestorio,<br />

apostándose cerca de la luz de la habitación.<br />

El viejo se levantó como si nada, con movimientos fluidos y firmes, como si tuviera la vitalidad de<br />

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