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bernal, jose manuel - 10

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gua y cómo, a partir del siglo V, la unidad inicial fue<br />

sometida a un proceso de desmembramiento, dando<br />

así origen a la configuración de la semana santa tal<br />

como nosotros la conocemos.<br />

La nueva reforma, por su parte, avalada en esto<br />

por las investigaciones de historiadores y teólogos,<br />

ha intentado garantizar a toda costa el carácter nuclear<br />

del misterio pascual, centro de la liturgia y de<br />

la misma vida cristiana. Con ello, la Iglesia ha querido<br />

recuperar el sentido original y genuino de la<br />

pascua -su centralidad-, tal como ésta fue celebrada<br />

y vivida en la primitiva Iglesia.<br />

Ahora cabe que nos preguntemos de nuevo:<br />

¿constituye realmente la celebración nocturna de la<br />

pascua el foco de atracción en el que convergen las<br />

solemnidades pascuales? ¿Están dotados los días<br />

que preceden a la pascua de un dinamismo ascendente<br />

y progresivo, de modo que creen en la comunidad<br />

de creyentes una tensión ascendente que desemboque<br />

en la pascua? ¿No ocurre precisamente lo<br />

contrario? ¿No es el jueves santo el que representa el<br />

momento álgido de la semana, del que derivan los<br />

días siguientes en ritmo más bien decreciente? ¿No<br />

es esto lo que está ocurriendo en la práctica? Pero<br />

todavía: ¿es posible que sea de otra manera? ¿No es<br />

la misma estructura de la semana la que, al subrayar<br />

la solemnidad excepcional del jueves y el fuerte<br />

124 PARA VIVIR EL AÑO LITURGICO<br />

dramatismo del viernes, nos hace llegar casi sin<br />

fuerzas a la celebración pascual después de un sábado<br />

ambiguo y de oscuro significado? ¿No será que<br />

hemos pretendido introducir una pascua renovada y<br />

original en un marco envejecido y desproporcionado?<br />

¿No es ésta, en realidad, la verdadera razón del<br />

desajuste que denunciaba al principio? En efecto,<br />

estamos manteniendo una situación análoga a la del<br />

vino nuevo en odres viejos.<br />

No sería fácil, en este momento, diagnosticar<br />

cuál ha de ser la solución más aceptable. Sí estoy seguro,<br />

en cambio, de que en estas condiciones nunca<br />

llegaremos a centrar en la noche de pascua la atención<br />

afectiva y espiritual del pueblo cristiano; nunca<br />

conseguiremos crear una tensión ascendente que<br />

culmine en la vigilia pascual; nunca podremos recuperar<br />

la dimensión escatológica del ayuno mientras<br />

éste se centre en el viernes de dolor; nunca llegaremos<br />

a entender el carácter alitúrgico del viernes y<br />

del sábado, que, en la actual estructura, ofrecerán<br />

siempre una impresión anómala y paradójica.<br />

Quizá convenga profundizar más en esta línea a<br />

fin de detectar la raíz verdadera que origina los síntomas<br />

de desajuste que acabo de indicar. No es mi<br />

intención, en absoluto, crear un clima de pesimismo,<br />

sino apuntar hacia el foco de discordia a fin de<br />

ser capaces de poner el dedo en la llaga.

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