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gua y cómo, a partir del siglo V, la unidad inicial fue<br />
sometida a un proceso de desmembramiento, dando<br />
así origen a la configuración de la semana santa tal<br />
como nosotros la conocemos.<br />
La nueva reforma, por su parte, avalada en esto<br />
por las investigaciones de historiadores y teólogos,<br />
ha intentado garantizar a toda costa el carácter nuclear<br />
del misterio pascual, centro de la liturgia y de<br />
la misma vida cristiana. Con ello, la Iglesia ha querido<br />
recuperar el sentido original y genuino de la<br />
pascua -su centralidad-, tal como ésta fue celebrada<br />
y vivida en la primitiva Iglesia.<br />
Ahora cabe que nos preguntemos de nuevo:<br />
¿constituye realmente la celebración nocturna de la<br />
pascua el foco de atracción en el que convergen las<br />
solemnidades pascuales? ¿Están dotados los días<br />
que preceden a la pascua de un dinamismo ascendente<br />
y progresivo, de modo que creen en la comunidad<br />
de creyentes una tensión ascendente que desemboque<br />
en la pascua? ¿No ocurre precisamente lo<br />
contrario? ¿No es el jueves santo el que representa el<br />
momento álgido de la semana, del que derivan los<br />
días siguientes en ritmo más bien decreciente? ¿No<br />
es esto lo que está ocurriendo en la práctica? Pero<br />
todavía: ¿es posible que sea de otra manera? ¿No es<br />
la misma estructura de la semana la que, al subrayar<br />
la solemnidad excepcional del jueves y el fuerte<br />
124 PARA VIVIR EL AÑO LITURGICO<br />
dramatismo del viernes, nos hace llegar casi sin<br />
fuerzas a la celebración pascual después de un sábado<br />
ambiguo y de oscuro significado? ¿No será que<br />
hemos pretendido introducir una pascua renovada y<br />
original en un marco envejecido y desproporcionado?<br />
¿No es ésta, en realidad, la verdadera razón del<br />
desajuste que denunciaba al principio? En efecto,<br />
estamos manteniendo una situación análoga a la del<br />
vino nuevo en odres viejos.<br />
No sería fácil, en este momento, diagnosticar<br />
cuál ha de ser la solución más aceptable. Sí estoy seguro,<br />
en cambio, de que en estas condiciones nunca<br />
llegaremos a centrar en la noche de pascua la atención<br />
afectiva y espiritual del pueblo cristiano; nunca<br />
conseguiremos crear una tensión ascendente que<br />
culmine en la vigilia pascual; nunca podremos recuperar<br />
la dimensión escatológica del ayuno mientras<br />
éste se centre en el viernes de dolor; nunca llegaremos<br />
a entender el carácter alitúrgico del viernes y<br />
del sábado, que, en la actual estructura, ofrecerán<br />
siempre una impresión anómala y paradójica.<br />
Quizá convenga profundizar más en esta línea a<br />
fin de detectar la raíz verdadera que origina los síntomas<br />
de desajuste que acabo de indicar. No es mi<br />
intención, en absoluto, crear un clima de pesimismo,<br />
sino apuntar hacia el foco de discordia a fin de<br />
ser capaces de poner el dedo en la llaga.