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bernal, jose manuel - 10

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da con la pascua del Señor. Pero Juan subraya que<br />

sólo gozarán de esta nueva situación, en la que no<br />

habrá lágrimas, ni llanto, ni muerte, los que hayan<br />

sido lavados en la sangre del cordero; es decir, los<br />

que hayan compartido la pascua de la nueva alianza.<br />

Para describir la meta escatológica recurre Juan<br />

a la imagen de la Jerusalén celeste. Es el símbolo del<br />

mundo renovado para siempre por la pascua del Señor;<br />

el símbolo de la reconciliación y de la pacificación<br />

definitiva de todas las cosas, cuando Cristo sea<br />

todo en todos. Entonces habrá llegado a su plenitud<br />

todo el proceso de liberación pascual y la historia<br />

habrá quedado regenerada y salvada para siempre.<br />

Ahora bien: la fiesta de la pascua, memorial de<br />

la pascua del Señor, es también anticipación gozosa<br />

del futuro escatológico. La pascua, como toda fiesta,<br />

celebra el futuro anticipándolo y experimentándolo.<br />

Por eso, celebrar la pascua es anticipar ya, en<br />

el presente, el futuro de la reconciliación con Dios y<br />

de la fraternidad universal. La pascua es un ensayo<br />

festivo -un sueño singular- del cielo nuevo y de la<br />

tierra nueva; es decir, del nuevo modo de existencia,<br />

transformada y regenerada, que esperamos. Es una<br />

experiencia de justicia y de libertad. Es un juego<br />

maravilloso que permite a la comunidad cristiana<br />

pensar que es posible un mundo nuevo, que es posible<br />

un nuevo estilo de convivencia humana. En definitiva,<br />

que es posible la esperanza.<br />

8. Celebración pascual<br />

y transformación del presente<br />

Este tema ha sido ya esbozado en el capítulo anterior.<br />

Ahora se aborda de nuevo, pero desde la perspectiva<br />

del misterio pascual. Tal como insinué entonces,<br />

en el aquí y ahora de la celebración pascual<br />

convergen el pasado y el futuro. Es, sobre todo, la<br />

experiencia del futuro escatológico, anticipado a nivel<br />

de símbolos cultuales en la celebración pascual,<br />

lo que empuja a la comunidad cristiana a adoptar<br />

ante el presente una actitud de denuncia y de acción<br />

transformadora. Es importante que la experiencia<br />

del futuro sea intensa. Es importante que la celebración<br />

pascual permita vivir intensamente, experi-<br />

46 PARA VIVIR EL AÑO LITURGICO<br />

mentar a fondo, saborear -paladeándolo, incluso,<br />

por así decirlo- el gozo indescriptible de la comunión<br />

con Dios y la alegría desbordante de la fraternidad<br />

compartida y de la libertad. Sólo así será posible<br />

descubrir la fragilidad y la miseria del presente.<br />

Cuanto más intensa se hace la experiencia del futuro,<br />

mayor es el desencanto que produce el reencuentro<br />

con la realidad cotidiana.<br />

De esta experiencia del futuro surge una doble<br />

actitud en la comunidad que celebra la pascua. En<br />

primer lugar, una actitud de denuncia. Después, una<br />

opción comprometida por la lucha y por la acción liberadora.<br />

Ambos gestos -denuncia y lucha- expresan<br />

claramente el convencimiento de la comunidad<br />

cristiana de que en el presente se proyecta y se<br />

echan los cimientos del futuro. El mundo nuevo -el<br />

mundo de la comunión con Dios y de la fraternidad<br />

universal, en el que no habrá ni lágrimas, ni esclavitudes,<br />

ni muerte- comienza a construirse en el presente.<br />

Es cierto, claro está, que la consumación definitiva<br />

del proyecto de liberación pascual sólo tendrá<br />

lugar al final de los tiempos. Pero es preciso que<br />

la historia de la humanidad se oriente y se encamine<br />

hacia las metas que señala el acontecimiento pascual<br />

de Cristo. Este es -y no otro- el gran reto que<br />

tiene planteado la comunidad cristiana, la Iglesia: ir<br />

encaminando la historia en la línea de la pascua.<br />

Por eso la Iglesia tiene conciencia de ser en el presente<br />

un fermento de renovación y de cambio.<br />

Esta acción de fermento es realizada por la comunidad<br />

cristiana desde la denuncia y desde la lucha<br />

transformadora. La denuncia es ejercida por la<br />

Iglesia en virtud de su vocación profética y testimonial.<br />

La Iglesia -la comunidad cristiana- no<br />

puede ni debe callarse ante las injusticias que bloquean<br />

todo intento de llevar adelante el proyecto<br />

de fraternidad en nuestra sociedad; no puede callarse<br />

ante las manipulaciones y egoísmos colectivos<br />

que esclavizan al hombre; no puede callarse<br />

ante los crímenes que alejan al hombre de Dios y<br />

no le permiten encontrar el sentido profundo de su<br />

vida; no puede callarse ante las opresiones que impiden<br />

al hombre ser hombre.<br />

Además de la denuncia, que la Iglesia asume como<br />

un gesto liberador, ésta se siente comprometida<br />

con todos los movimientos de liberación en la lucha

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