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bernal, jose manuel - 10

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del griego paschein, nadie duda de que la palabra<br />

«pascua», de origen hebreo, significa «paso». Fueron<br />

precisamente los alejandrinos quienes restituyeron<br />

a la palabra pascua su significación original.<br />

San Agustín, que conoció la disparidad de interpretaciones,<br />

zanjó la cuestión en occidente en el mismo<br />

sentido:<br />

«Pascua, hermanos, no es, como algunos piensan,<br />

un vocablo griego, sino hebreo. Muy oportunamente,<br />

sin embargo, se da en este vocablo cierta coincidencia<br />

de ambas lenguas. Por decirse en griego pasc!zein, la<br />

pascua se ha interpretado como pasión como si derivara<br />

de la palabra pasión. En su lengua original, es<br />

decir, en el hebreo, pascua significa tránsito. Por eso<br />

la primera pascua fue celebrada por el pueblo de Dios<br />

cuando, al huir de Egipto, atravesaron el Mar Rojo» 6.<br />

San Juan refleja perfectamente el sentido de la<br />

pascua cuanto recoge aquellas palabras: «Habiendo<br />

llegado la hora de pasar de este mundo al Padre»<br />

(Jn 13,1). Ese es exactamente el sentido de la pascua<br />

cristiana: el paso con Cristo de este mundo al<br />

Padre. Esto se expresa en la celebración cultual de<br />

forma dinámica mediante el paso de las tinieblas a<br />

la luz y, sobre todo, mediante el paso del ayuno a la<br />

alegría de la fiesta. El banquete eucarístico, situado<br />

en el momento más importante de la noche de pascua,<br />

marca la ruptura del ayuno y el comienzo de la<br />

fiesta.<br />

Todo esto nos permite intuir, al menos de entrada,<br />

la importancia que tiene el ayuno en la preparación<br />

pascual. Es, sin duda alguna, el elemento en<br />

que polariza la atención de la comunidad cristiana<br />

durante los días que preceden a la pascua. Pero es<br />

preferible que sean los escritores de la Iglesia antigua<br />

quienes, a través de su testimonio, nos refieran<br />

cuál ha sido la experiencia de la Iglesia a este propósito.<br />

a) El ayuno de dos días<br />

Comenzamos con el testimonio de Tertuliano, el<br />

cual se refiere al ayuno pascual en diversas ocasio-<br />

'Tractatlls in EvangelilllH IoanHis, 55, 1: CC 36, 463-464.<br />

nes. Aquí voy a referirme solamente a dos:<br />

«Nosotros, en efecto, nos abstenemos del beso (de<br />

paz) el día de pascua, ya que en ese día la práctica del<br />

ayuno es de carácter universal y público, sin preocuparnos<br />

en absoluto de esconder una cosa que hacemos<br />

todos juntos» 7.<br />

Para entender adecuadamente el sentido de las<br />

palabras de Tertuliano hay que tener presente el<br />

contexto en que fueron escritas. El fragmento pertenece<br />

a una obra que el autor africano escribió comentando<br />

la oración dominical hacia el año 200.<br />

Tertuliano hace referencia a la costumbre de concluir<br />

las oraciones comunes u oración de los fieles<br />

con el beso de paz. Costumbre atestiguada ya, por<br />

otra parte, por Justino unos cincuenta años antes 8.<br />

Por eso el beso de paz es considerado como signaculum<br />

orationis, es decir, como sello o broche con el<br />

que se cierra la oración común. Algunos, sin embargo,<br />

cuando ayunaban, dejaban de darse el beso de<br />

paz. Esta costumbre de omitir el beso de paz es considerada<br />

inadecuada por Tertuliano, y se remite al<br />

mandato del Señor:<br />

«Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los<br />

hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres<br />

vean que ayunan; en verdad os digo que ya han<br />

recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma<br />

tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea<br />

visto no por los hombres, sino por tu Padre que está<br />

allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te<br />

recompensará» (Mt 6,16-18).<br />

Los fieles que al ayunar se abstenían del beso de<br />

paz declaraban abiertamente algo que, según el espíritu<br />

del evangelio, debía permanecer escondido en<br />

la intimidad del penitente, para que sólo Dios fuera<br />

testigo de su acción.<br />

Es aquí precisamente donde Tertuliano establece<br />

una excepción a esta norma: el ayuno pascual. A<br />

esta excepción hace referencia el texto que hemos<br />

transcrito. El motivo que justifica la excepción está<br />

7 De oratione, 18,7: CC 1,267.<br />

'Apología,!, 65, ed. Daniel Ruiz Bueno, Padres Apologistas<br />

Griegos (s. II), BAC, Madrid 1954,256-257.<br />

PARA VIVIR EL AÑO LITURGICO <strong>10</strong>7

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