Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
tal, obsesionada por la producción y por el consumo.<br />
El hombre deja de ser hombre para convertirse<br />
en una pieza más en el complicado engranaje del<br />
sistema. En estas condiciones, la libertad queda<br />
maltrecha, la vida pierde sentido y la capacidad de<br />
hacer fiesta se atrofia irremediablemente. El trabajo,<br />
en vez de entenderse como una prolongación de<br />
la acción creadora de Dios mediante el dominio y el<br />
cultivo de la naturaleza, se reduce a un puro hacer,<br />
a un simple desgaste de energías y ganancia de dinero.<br />
El hombre se transforma en esclavo, y el trabajo<br />
en yugo.<br />
Esta situación nos estimula a optar por un «trabajo<br />
lleno de sentido» 15, que no coincide con el hecho<br />
desnudo del esfuerzo y del hacer diarios. A esto<br />
hay que llamarlo «pseudotrabajo». Es el trabajo alienante<br />
y servil, que no estimula ni desarrolla las capacidades<br />
creativas. Más que trabajo es mera ocupación.<br />
Entonces el hombre no tiene nada que expresar<br />
ni celebrar, muere la fiesta y triunfa el pasatiempo<br />
y la diversión. El trabajo auténtico, sin embargo,<br />
es el que el hombre asume no como un simple<br />
castigo, sino como una llamada suprema a colaborar<br />
en la obra de la creación, en el que se conjugan<br />
el esfuerzo y el gozo, el sudor y la satisfacción,<br />
el músculo y el entusiasmo. Sólo en estas condiciones<br />
será posible la fiesta, la fiesta auténtica, no la<br />
pseudofiesta. Es decir, sólo cuando el trabajo es realmente<br />
humano es posible hacer fiesta y celebrar la<br />
vida. Sólo entonces la fiesta deja de ser una pieza<br />
más, programada por el sistema y utilizada para que<br />
el hombre, esclavo del mismo sistema, recupere<br />
fuerzas, esté en mejores condiciones para el trabajo,<br />
rinda más y colabore de manera más eficaz en la<br />
producción.<br />
Esta reflexión nos lleva de la mano al descubrimiento<br />
de uno de los componentes de la fiesta: el<br />
contraste. Es cierto que la fiesta no se define, sin<br />
más, por el abandono del trabajo diario. Sin embargo,<br />
este hecho revela uno de sus aspectos más importantes:<br />
su singularidad. El día de fiesta no es un<br />
día como los otros. Supone una ruptura de la monotonía<br />
diaria. Es una especie de remanso en el ajetreo<br />
de lo cotidiano, aunque no un tentempié para el<br />
"J. Pieper, Una leoría de la fiesta ..., 12-13.<br />
trabajo. Contrasta con el ritmo de los días laborables.<br />
«Es un arriate de flores en un huerto de verduras»<br />
16. El hombre interrumpe el quehacer diario para<br />
entregarse a una actividad más alta. Representa<br />
una alternativa a la vida cotidiana regulada por el<br />
trabajo, la costumbre y la moderación. Además, como<br />
afirma Mateas, la fiesta «afirma que el hombre<br />
no ha nacido para la fatiga, por inevitable que ésta<br />
sea, sino para el disfrute; no para el regateo, sino<br />
para la posesión... La fiesta es el anhelo y la afirmación<br />
de una vida plena, feliz, erguida en toda su<br />
estatura» 17.<br />
6. Fiesta y juego. Gratuidad<br />
He aludido anteriormente a la analogía que existe<br />
entre el juego y la fiesta. Es una comparación enriquecedora.<br />
Vale la pena analizar con mayor detenimiento<br />
el paralelismo que se da entre ambos. Este<br />
análisis puede darnos luz para una mejor comprensión<br />
de lo que vengo diciendo. Es cierto que<br />
también el juego ha sido y es adulterado con frecuencia.<br />
Hay una desfiguración del juego que lo<br />
convierte en instrumento de opresión no sólo en las<br />
estructuras del trabajo -horas de ocio para propiciar<br />
un mayor rendimiento-, sino también en los sistemas<br />
políticos: al pueblo hay que darle pan y circo<br />
para tenerlo contento y sometido. Sin embargo, hay<br />
que conseguir que el juego, lo mismo que la fiesta,<br />
recupere su propio sentido: en vez de constituir un<br />
medio de opresión camuflada, debe convertirse en<br />
un factor liberador<br />
¿Cómo puede el juego -al igual que la fiesta-llegar<br />
a ser un factor liberador, un factor humanizante?<br />
Efectivamente, el juego llega a ser un factor liberador<br />
cuando nos permite saborear la libertad perdida;<br />
cuando nos permite anticipar, como en un sueño,<br />
lo que deberá convertirse en algo nuevo y diverso;<br />
cuando, finalmente, suscita perspectivas críticas<br />
para la transformación del mundo y para el cambio<br />
social. En este sentido también el teatro es un factor<br />
16 J. Mateas, Cristianos en fiesta, Cristiandad, Madrid<br />
1972,245.<br />
17 J. Mateas, Cristianos en fiesta, 245.<br />
PARA VIVIR EL AÑO LITURGICO 31