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bernal, jose manuel - 10

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tal, obsesionada por la producción y por el consumo.<br />

El hombre deja de ser hombre para convertirse<br />

en una pieza más en el complicado engranaje del<br />

sistema. En estas condiciones, la libertad queda<br />

maltrecha, la vida pierde sentido y la capacidad de<br />

hacer fiesta se atrofia irremediablemente. El trabajo,<br />

en vez de entenderse como una prolongación de<br />

la acción creadora de Dios mediante el dominio y el<br />

cultivo de la naturaleza, se reduce a un puro hacer,<br />

a un simple desgaste de energías y ganancia de dinero.<br />

El hombre se transforma en esclavo, y el trabajo<br />

en yugo.<br />

Esta situación nos estimula a optar por un «trabajo<br />

lleno de sentido» 15, que no coincide con el hecho<br />

desnudo del esfuerzo y del hacer diarios. A esto<br />

hay que llamarlo «pseudotrabajo». Es el trabajo alienante<br />

y servil, que no estimula ni desarrolla las capacidades<br />

creativas. Más que trabajo es mera ocupación.<br />

Entonces el hombre no tiene nada que expresar<br />

ni celebrar, muere la fiesta y triunfa el pasatiempo<br />

y la diversión. El trabajo auténtico, sin embargo,<br />

es el que el hombre asume no como un simple<br />

castigo, sino como una llamada suprema a colaborar<br />

en la obra de la creación, en el que se conjugan<br />

el esfuerzo y el gozo, el sudor y la satisfacción,<br />

el músculo y el entusiasmo. Sólo en estas condiciones<br />

será posible la fiesta, la fiesta auténtica, no la<br />

pseudofiesta. Es decir, sólo cuando el trabajo es realmente<br />

humano es posible hacer fiesta y celebrar la<br />

vida. Sólo entonces la fiesta deja de ser una pieza<br />

más, programada por el sistema y utilizada para que<br />

el hombre, esclavo del mismo sistema, recupere<br />

fuerzas, esté en mejores condiciones para el trabajo,<br />

rinda más y colabore de manera más eficaz en la<br />

producción.<br />

Esta reflexión nos lleva de la mano al descubrimiento<br />

de uno de los componentes de la fiesta: el<br />

contraste. Es cierto que la fiesta no se define, sin<br />

más, por el abandono del trabajo diario. Sin embargo,<br />

este hecho revela uno de sus aspectos más importantes:<br />

su singularidad. El día de fiesta no es un<br />

día como los otros. Supone una ruptura de la monotonía<br />

diaria. Es una especie de remanso en el ajetreo<br />

de lo cotidiano, aunque no un tentempié para el<br />

"J. Pieper, Una leoría de la fiesta ..., 12-13.<br />

trabajo. Contrasta con el ritmo de los días laborables.<br />

«Es un arriate de flores en un huerto de verduras»<br />

16. El hombre interrumpe el quehacer diario para<br />

entregarse a una actividad más alta. Representa<br />

una alternativa a la vida cotidiana regulada por el<br />

trabajo, la costumbre y la moderación. Además, como<br />

afirma Mateas, la fiesta «afirma que el hombre<br />

no ha nacido para la fatiga, por inevitable que ésta<br />

sea, sino para el disfrute; no para el regateo, sino<br />

para la posesión... La fiesta es el anhelo y la afirmación<br />

de una vida plena, feliz, erguida en toda su<br />

estatura» 17.<br />

6. Fiesta y juego. Gratuidad<br />

He aludido anteriormente a la analogía que existe<br />

entre el juego y la fiesta. Es una comparación enriquecedora.<br />

Vale la pena analizar con mayor detenimiento<br />

el paralelismo que se da entre ambos. Este<br />

análisis puede darnos luz para una mejor comprensión<br />

de lo que vengo diciendo. Es cierto que<br />

también el juego ha sido y es adulterado con frecuencia.<br />

Hay una desfiguración del juego que lo<br />

convierte en instrumento de opresión no sólo en las<br />

estructuras del trabajo -horas de ocio para propiciar<br />

un mayor rendimiento-, sino también en los sistemas<br />

políticos: al pueblo hay que darle pan y circo<br />

para tenerlo contento y sometido. Sin embargo, hay<br />

que conseguir que el juego, lo mismo que la fiesta,<br />

recupere su propio sentido: en vez de constituir un<br />

medio de opresión camuflada, debe convertirse en<br />

un factor liberador<br />

¿Cómo puede el juego -al igual que la fiesta-llegar<br />

a ser un factor liberador, un factor humanizante?<br />

Efectivamente, el juego llega a ser un factor liberador<br />

cuando nos permite saborear la libertad perdida;<br />

cuando nos permite anticipar, como en un sueño,<br />

lo que deberá convertirse en algo nuevo y diverso;<br />

cuando, finalmente, suscita perspectivas críticas<br />

para la transformación del mundo y para el cambio<br />

social. En este sentido también el teatro es un factor<br />

16 J. Mateas, Cristianos en fiesta, Cristiandad, Madrid<br />

1972,245.<br />

17 J. Mateas, Cristianos en fiesta, 245.<br />

PARA VIVIR EL AÑO LITURGICO 31

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