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bernal, jose manuel - 10

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se cada vez más del mundo de la carne para vivir cada<br />

vez con más intensidad la vida en el Espíritu.<br />

Sería un desacierto pensar que esta forma de entender<br />

y de vivir la pascua se contrapone a las formas<br />

anteriores. No hay que ver el enfoque pascual<br />

de los alejandrinos como una alternativa excluyente,<br />

sino como una dimensión complementaria. A nosotros<br />

corresponde ir construyendo una síntesis orgánica<br />

en la que se integren de forma coherente los diversos<br />

aspectos o perspectivas. De este modo conseguiremos<br />

una rica experiencia pascual en la que lo<br />

cultual se proyecte en la vida, evitando, por una parte,<br />

el ritualismo formalista y, por otra, el moralismo<br />

a ultranza.<br />

7. «Comer la pascua»<br />

y «padecer la pascua»<br />

Mientras escribo estas páginas me asalta la preocupación<br />

de que estas reflexiones y estos datos históricos<br />

sugieran en el lector una idea un tanto poética<br />

de la pascua y de que todo lo que vengo diciendo<br />

resuene en sus oídos como música celeste. Por<br />

esto precisamente me preocupa la necesidad de ser<br />

realista sin caer en falsos escapismos románticos.<br />

Cuando decimos que por la pascua «pasamos<br />

con Cristo de este mundo al Padre», ¿qué queremos<br />

decir? ¿Qué significa compartir la muerte y la resurrección<br />

de Cristo? Son frases redondas cuyo sentido<br />

profundo e implicaciones concretas vitales pueden<br />

escapársenos fácilmente de las manos. Tampoco<br />

se trata de dejarnos arrastrar por una fácil demagogia<br />

ni de ceder ante moralismos radicales.<br />

Para dar una respuesta, a mi juicio válida, a estos<br />

interrogantes vaya recurrir a unas expresiones<br />

que ya hemos encontrado al comenzar este capítulo.<br />

Los autores que mediaron en la famosa contienda<br />

de Laodicea, preocupados indudablemente por una<br />

problemática de carácter estrictamente bíblico, opinaban<br />

que Cristo, el año de su muerte, no celebró la<br />

pascua ritual, sino que la padeció en su propia carne.<br />

El autor desconocido de una de las dos homilías<br />

anteriormente comentadas, a quien hemos llamado<br />

86 PARA VIVIR EL AÑO LITURGICO<br />

pseudo-Hipólito, dice refiriéndose a Cristo que «no<br />

era tanto comer la pascua lo que él deseaba, sino padecerla»<br />

(n. 49). Hipólito de Roma, por su parte,<br />

asegura que «en cuanto a la pascua él no la comió,<br />

sino que la sufrió» (fragmento transmitido en el Chronicon<br />

pascbale). De modo parecido se expresan<br />

Melitón de Sardes y Clemente Alejandrino.<br />

De estas expresiones deducimos que para Jesús<br />

lo más importante no fue comer la pascua, sino padecerla.<br />

¿Qué quiere decir «comen> la pascua? Evidentemente,<br />

aquí hay una clara referencia a la celebración<br />

ritual de la pascua. Para Jesús, por tanto, lo<br />

importante no fue la celebración ritual, sino la entrega<br />

de la vida. En el fondo, los controversistas de<br />

Laodicea, a sabiendas o inconscientemente, vislumbraron<br />

la primacía de la pascua «padecida», culminada<br />

en la cruz, sobre la pascua «comida», esto es,<br />

celebrada ritualmente.<br />

Afloran aquí unas derivaciones importantes que<br />

deben caracterizar a la pascua de la Iglesia. La pascua<br />

de la Iglesia no debe ser distinta de la de Cristo.<br />

Como Cristo, la Iglesia también debe ansiar más<br />

«padecer» la pascua que «comerla». Hay aquí latente<br />

una afirmación de la primacía de la pascua vivida,<br />

como compromiso y como entrega sacrificada,<br />

sobre la pascua celebrada. 0, matizando más mi<br />

pensamiento, lo que quiero decir es que la celebración<br />

cultual de la pascua (= «comer la pascua») debe<br />

ser la expresión de una pascua vivida en el esfuerzo<br />

permanente de una comunidad cristiana, que<br />

opta por una comunión más plena en el dolor de los<br />

hombres que sufren, de los marginados y proscritos<br />

de este mundo, de los hombres que luchan por la<br />

justicia, de los hombres que siguen sufriendo en su<br />

propia carne los efectos desastrosos de la culpa original.<br />

Esa es la gran porción de humanidad en la<br />

que la situación de «pasión» se hace más real y más<br />

dramática. La pascua de la Iglesia, como la de Cristo,<br />

debe ser una comunión en la «pasión» de la humanidad.<br />

Lo será en la medida en que las comunidades<br />

cristianas se encarnen en el mundo de los pobres<br />

y de los pequeños. Sólo así la Iglesia podrá ser<br />

germen de un mundo liberado y fermento de una<br />

humanidad nueva. Por eso hay que vivir la pascua<br />

como un proceso de transformación y de cambio.<br />

Vivir la pascua significa enrolarse en el proceso de

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