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bernal, jose manuel - 10

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adquirirá una dimensión y un enfoque nuevos. Más<br />

que un período de preparación, polarizado en el<br />

acontecimiento natalicio, el adviento se perfilará como<br />

un «tiempo de espera», como una celebración<br />

solemne de la esperanza cristiana, abierta escatológicamente<br />

hacia el advel1tus último y definitivo del<br />

Señor al final de los tiempos. El adviento que hoy<br />

celebra la Iglesia ha mantenido esta doble perspectiva.<br />

Pero este tema va a ser objeto de un análisis<br />

más detallado en el punto siguiente.<br />

2. Espíritu y dimensión del adviento hoy<br />

Toda la mística de la esperanza cristiana se resume<br />

y culmina en el adviento. Por otra parte, también<br />

es cierto que la esperanza del adviento invade<br />

toda la vida del cristiano, la penetra y la envuelve.<br />

Hay que distinguir en el adviento una doble<br />

perspectiva: una existencial y otra cultual o litúrgica.<br />

Ambas perspectivas no sólo no se oponen, sino<br />

que se complementan y enriquecen mutuamente. La<br />

espera cultual, que se consuma en la celebración litúrgica<br />

de la fiesta de navidad, se transforma en esperanza<br />

escatológica proyectada hacia la parusía final.<br />

La espera, en última instancia, es única; porque<br />

la venida del Señor, aparentemente múltiple y fraccionada,<br />

también es única.<br />

Las primeras semanas del adviento subrayan el<br />

aspecto escatológico de la espera abriéndose hacia<br />

la parusía final; en la última semana, a partir del 17<br />

de diciembre, la liturgia del adviento centra su atención<br />

en torno al acontecimiento histórico del nacimiento<br />

del Señor, actualizado sacramentalmente en<br />

la fiesta.<br />

3. Adviento y esperanza escatológica<br />

La liturgia del adviento se abre con la monumental<br />

visión apocalíptica de los últimos tiempos.<br />

De este modo, el adviento rebasa los límites de la<br />

pura experiencia cultual e invade la vida entera del<br />

cristiano sumergiéndola en un clima de esperanza<br />

escatológica. El grito del Bautista: «Preparad los caminos<br />

del Señor», adquiere una perspectiva más<br />

amplia y existencial, que se traduce en una constante<br />

invitación a la vigilancia, porque el Señor vendrá<br />

cuando menos lo pensemos. Como las vírgenes de la<br />

parábola, es necesario alimentar constantemente las<br />

lámparas y estar en vela, porque el esposo se presentará<br />

de improviso. La vigilancia se realiza en un<br />

clima de fidelidad, de espera ansiosa, de sacrificio.<br />

El grito del Apocalipsis: «¡Ven, Señor, Jesús!», recogido<br />

también en la Didajé, resume la actitud radical<br />

del cristiano ante el retorno del Señor.<br />

En la medida en que nuestra conciencia de pecado<br />

es más intensa y nuestros límites e indigencia<br />

se hacen más patentes a nuestros ojos, más ferviente<br />

es nuestra esperanza y más ansioso se manifiesta<br />

nuestro deseo por la vuelta del Señor. Sólo en él está<br />

la salvación. Sólo él puede librarnos de nuestra<br />

propia miseria. Al mismo tiempo, la seguridad de su<br />

venida nos llena de alegría. Por eso la espera del adviento,<br />

y en general la esperanza cristiana, está cargada<br />

de alegría y de confianza.<br />

4. Adviento y compromiso histórico<br />

La invitación del Bautista a preparar los caminos<br />

del Señor nos estimula a realizar una espera activa<br />

y eficaz. No esperamos la parusía con los brazos<br />

cruzados. Es preciso poner en juego todos nuestros<br />

modestos recursos para preparar la venida del Señor.<br />

Los teólogos están hoy de acuerdo en afirmar<br />

que el esfuerzo humano por contribuir a la construcción<br />

de un mundo mejor, más justo, más pacífico,<br />

en el que los hombres vivan como hermanos y<br />

las riquezas de la tierra sean distribuidas con justicia,<br />

este esfuerzo -se afirma- es una contribución<br />

esencial para que el mundo vaya madurándose y<br />

preparándose positivamente a su transformación<br />

definitiva y total al final de los tiempos. De esta manera,<br />

la «preparación de los caminos del Señor» se<br />

convierte para el cristiano en una urgencia constante<br />

de compromiso temporal, de dedicación positiva<br />

y eficaz a la construcción de un mundo nuevo. La<br />

espera escatológica y la inminencia de la parusía, en<br />

vez de ser motivo de fuga del mundo o de alienación,<br />

deben estimularnos a un compromiso más in-<br />

PARA VIVIR EL AÑO LITURGICO 215

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