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adquirirá una dimensión y un enfoque nuevos. Más<br />
que un período de preparación, polarizado en el<br />
acontecimiento natalicio, el adviento se perfilará como<br />
un «tiempo de espera», como una celebración<br />
solemne de la esperanza cristiana, abierta escatológicamente<br />
hacia el advel1tus último y definitivo del<br />
Señor al final de los tiempos. El adviento que hoy<br />
celebra la Iglesia ha mantenido esta doble perspectiva.<br />
Pero este tema va a ser objeto de un análisis<br />
más detallado en el punto siguiente.<br />
2. Espíritu y dimensión del adviento hoy<br />
Toda la mística de la esperanza cristiana se resume<br />
y culmina en el adviento. Por otra parte, también<br />
es cierto que la esperanza del adviento invade<br />
toda la vida del cristiano, la penetra y la envuelve.<br />
Hay que distinguir en el adviento una doble<br />
perspectiva: una existencial y otra cultual o litúrgica.<br />
Ambas perspectivas no sólo no se oponen, sino<br />
que se complementan y enriquecen mutuamente. La<br />
espera cultual, que se consuma en la celebración litúrgica<br />
de la fiesta de navidad, se transforma en esperanza<br />
escatológica proyectada hacia la parusía final.<br />
La espera, en última instancia, es única; porque<br />
la venida del Señor, aparentemente múltiple y fraccionada,<br />
también es única.<br />
Las primeras semanas del adviento subrayan el<br />
aspecto escatológico de la espera abriéndose hacia<br />
la parusía final; en la última semana, a partir del 17<br />
de diciembre, la liturgia del adviento centra su atención<br />
en torno al acontecimiento histórico del nacimiento<br />
del Señor, actualizado sacramentalmente en<br />
la fiesta.<br />
3. Adviento y esperanza escatológica<br />
La liturgia del adviento se abre con la monumental<br />
visión apocalíptica de los últimos tiempos.<br />
De este modo, el adviento rebasa los límites de la<br />
pura experiencia cultual e invade la vida entera del<br />
cristiano sumergiéndola en un clima de esperanza<br />
escatológica. El grito del Bautista: «Preparad los caminos<br />
del Señor», adquiere una perspectiva más<br />
amplia y existencial, que se traduce en una constante<br />
invitación a la vigilancia, porque el Señor vendrá<br />
cuando menos lo pensemos. Como las vírgenes de la<br />
parábola, es necesario alimentar constantemente las<br />
lámparas y estar en vela, porque el esposo se presentará<br />
de improviso. La vigilancia se realiza en un<br />
clima de fidelidad, de espera ansiosa, de sacrificio.<br />
El grito del Apocalipsis: «¡Ven, Señor, Jesús!», recogido<br />
también en la Didajé, resume la actitud radical<br />
del cristiano ante el retorno del Señor.<br />
En la medida en que nuestra conciencia de pecado<br />
es más intensa y nuestros límites e indigencia<br />
se hacen más patentes a nuestros ojos, más ferviente<br />
es nuestra esperanza y más ansioso se manifiesta<br />
nuestro deseo por la vuelta del Señor. Sólo en él está<br />
la salvación. Sólo él puede librarnos de nuestra<br />
propia miseria. Al mismo tiempo, la seguridad de su<br />
venida nos llena de alegría. Por eso la espera del adviento,<br />
y en general la esperanza cristiana, está cargada<br />
de alegría y de confianza.<br />
4. Adviento y compromiso histórico<br />
La invitación del Bautista a preparar los caminos<br />
del Señor nos estimula a realizar una espera activa<br />
y eficaz. No esperamos la parusía con los brazos<br />
cruzados. Es preciso poner en juego todos nuestros<br />
modestos recursos para preparar la venida del Señor.<br />
Los teólogos están hoy de acuerdo en afirmar<br />
que el esfuerzo humano por contribuir a la construcción<br />
de un mundo mejor, más justo, más pacífico,<br />
en el que los hombres vivan como hermanos y<br />
las riquezas de la tierra sean distribuidas con justicia,<br />
este esfuerzo -se afirma- es una contribución<br />
esencial para que el mundo vaya madurándose y<br />
preparándose positivamente a su transformación<br />
definitiva y total al final de los tiempos. De esta manera,<br />
la «preparación de los caminos del Señor» se<br />
convierte para el cristiano en una urgencia constante<br />
de compromiso temporal, de dedicación positiva<br />
y eficaz a la construcción de un mundo nuevo. La<br />
espera escatológica y la inminencia de la parusía, en<br />
vez de ser motivo de fuga del mundo o de alienación,<br />
deben estimularnos a un compromiso más in-<br />
PARA VIVIR EL AÑO LITURGICO 215