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bernal, jose manuel - 10

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dad no se trata de una fiesta de la Virgen, sino del<br />

Señor, aun cuando la presencia de María ocupa un<br />

lugar preeminente en el marco de la fiesta. Hay que<br />

situarla en el ámbito de las fiestas natalicias. En ella<br />

se celebra, como ya indiqué en el capítulo correspondiente,<br />

la manifestación del día cuarenta.<br />

La fiesta de la anunciación, el día 25 de marzo,<br />

si bien escapa a la órbita del ciclo navideño, la fijación<br />

de la fecha ha sido determinada sin duda con<br />

relación a la fecha del nacimiento del Señor. Originariamente<br />

se trató de una fiesta del Señor; y así es<br />

considerada de nuevo en el calendario general del<br />

Vaticano II.<br />

Por último, la fiesta de la natividad (8 de septiembre)<br />

es igualmente una importación de oriente.<br />

Su institución depende con toda seguridad del Protoevangelio<br />

de Santiago (siglo IV), llamado también<br />

«Historia de la natividad de María». Este relato apócrifo<br />

inspiró algunas composiciones poéticas de Romano<br />

Melodio, hacia el año 560, y está en el origen<br />

de esta fiesta mariana que se instituyó primero en<br />

Jerusalén y pasó después a otras Iglesias de oriente<br />

y a Roma. Aquí debió de introducirse a lo largo del<br />

siglo VII. Algunas piezas del oficio delatan todavía el<br />

origen oriental de la fiesta.<br />

3. El desarrollo de la piedad mariana<br />

en la edad media<br />

Durante la edad media la devoción a la Virgen<br />

María cobra una dimensión extraordinaria no sólo<br />

en el ámbito de las formas propiamente litúrgicas,<br />

sino, sobre todo, en el marco de la religiosidad popular.<br />

Se multiplican los santuarios y ermitas dedicados<br />

a la Virgen. Se generalizan las leyendas de<br />

apariciones milagrosas y de sorprendentes hallazgos<br />

de imágenes. Los monasterios cistercienses son<br />

puestos todos ellos bajo la advocación y tutela de<br />

Santa María. Las grandes órdenes religiosas, como<br />

los premonstratenses, franciscanos, dominicos, carmelitas,<br />

servitas y mercedarios reconocen solemnemente<br />

un especial patrocinio de María sobre sus<br />

propias órdenes y se convierten en promotores incansables<br />

de peculiares devociones marianas de in-<br />

negable arraigo popular, como el escapulario del<br />

Carmen y el rosario.<br />

En el ámbito de las instituciones litúrgicas hay<br />

que señalar, en primer lugar, el uso generalizado del<br />

«Oficio Parvo de la Bienaventurada Virgen María»,<br />

que llegó a convertirse en una especie de complemento<br />

adicional del oficio divino, y las misas votivas<br />

De Santa María in sabbato, introducidas por Alcuino<br />

en su conocido «Suplemento». Se remonta a esta<br />

misma época la costumbre, adoptada en numerosos<br />

monasterios y órdenes religiosas, de cantar la Salve,<br />

Regina al final del oficio coral. La salutación angélica<br />

del Ave, María se convirtió en la plegaria más repetida<br />

por el pueblo, dando origen al rezo del rosario,<br />

de estructura simple y sencilla, que permite al<br />

pueblo fiel la meditación reposada de los misterios<br />

de la redención. En conexión con esta costumbre<br />

popular de repetir el Ave María hay que situar igualmente<br />

el rezo del Al1gelus, que ha perdurado hasta<br />

nuestros días.<br />

Todo este sorprendente desarrollo popular de la<br />

piedad mariana debe entenderse en el contexto de<br />

una progresiva acentuación de la devoción a la humanidad<br />

de Cristo y de los aspectos que, de una manera<br />

más directa, afectan a la sensibilidad del pueblo.<br />

En este sentido se enfatizan, más desde la predicación<br />

popular que desde la teología, los aspectos<br />

más sensibles y emocionales que rodean el acontecimiento<br />

del nacimiento del Señor y el de la pasión<br />

redentora. Por la innegable vinculación de la Virgen<br />

a estos dos grandes acontecimientos redentores, ésta<br />

se convierte en punto de especial interés para la<br />

piedad popular.<br />

En este contexto irán constituyéndose fiestas<br />

que han permanecido hasta nosotros. Algunas aparecen<br />

vinculadas al fervor de algunas órdenes religiosas,<br />

como la fiesta del Carmen (carmelitas), la del<br />

Rosario (dominicos), la Dolorosa (servitas) y la de la<br />

Merced (mercedarios). Otras responden a la dedicación<br />

de algunas iglesias y santuarios más importantes,<br />

como la de la Basílica de Santa María la Mayor.<br />

Otras, finalmente, son de origen oriental y se introducen<br />

en occidente a lo largo de los siglos XIII y<br />

XIV, por influjo de cruzados y peregrinos, como la<br />

visitación y la presentación.<br />

PARA VIVIR EL AÑO LITURGICO 249

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