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la que se daba cita junto al sepulcro del mártir. Por<br />
eso, mientras la veneración tributada a los difuntos<br />
por la familia se extinguía con la primera o segunda<br />
generación, la memoria de los mártires se prolongaba<br />
indefinidamente extendiéndose y consolidándose<br />
cada vez más.<br />
Estos datos nos permiten asegurar que el culto a<br />
los mártires se inicia como un culto estrictamente<br />
local, vinculado a una comunidad determinada y a<br />
un lugar concreto, que coincide con el lugar del<br />
martirio o con el emplazamiento de la sepultura.<br />
Por eso en los calendarios primitivos se anota siempre,<br />
junto con el nombre del mártir, el día de la<br />
muerte -el dies l1atalis- y el lugar de la tumba. A este<br />
respecto, los investigadores aseguran que cuanto<br />
más vinculada aparece la memoria de un mártir a<br />
una comunidad y a un lugar concreto, mayores son<br />
las garantías de autenticidad.<br />
c) COl1solidaciól1 del culto a los mártires<br />
La celebración de la memoria de los mártires se<br />
polariza, ya desde el principio, como he indicado, en<br />
la eucaristía. Esta acabará sustituyendo entre los<br />
cristianos el banquete funerario o refrigerio. Por eso,<br />
la mesa eucarística, colocada al principio ante la<br />
tumba del mártir, irá colocándose posteriormente<br />
sobre la misma. De esta forma la comunidad expresa<br />
su convencimiento de que el mártir se ha incorporado<br />
plenamente al sacrificio de Cristo. Ellos son<br />
«los degollados a causa de la palabra de Dios y del<br />
testimonio que dieron», contemplados por Juan en<br />
el Apocalipsis (6,9), y los que han deseado, como Pablo,<br />
que «su sangre fuera derramada como libación<br />
sobre el sacrificio y la ofrenda de nuestra fe» (Flp<br />
2,17). Por eso, al celebrar la eucaristía sobre la tumba<br />
del mártir no sólo se hace memoria de la pasión<br />
y del triunfo de Cristo; junto con la memoria de la<br />
pascua del Señor, se hace también memoria del<br />
mártir, de su pasión y de su triunfo, vinculado para<br />
siempre a la pasión y a la victoria pascual del Señor.<br />
Eso explica por qué en esas primitivas celebraciones<br />
eran leídas las Actas de los mártires. Así lo entendió<br />
la tradición cristiana, como lo demuestran las palabras<br />
de un antiguo texto, falsamente atribuido a<br />
Constantino, y que seguramente es posterior al 362.<br />
Se trata de la Oratio ad sal1ctorum coetw1l. Dice así,<br />
refiriéndose al culto de los mártires:<br />
«Entonces se cantan himnos, salmos y cánticos a<br />
la gloria de aquel que todo lo ve, yen memoria de estos<br />
hombres se celebra la eucaristía, el sacrificio que<br />
desterró la sangre y la violencia. No se busquen allí ni<br />
el olor del incienso ni las llamas de una pira, sino pura<br />
luz, capaz de iluminar a los que allí oran. A menudo<br />
se junta también una modesta comida en favor de<br />
los pobres e infortunados» <strong>10</strong>.<br />
En este mismo sentido se expresa algo más adelante<br />
san Ambrosio, obispo de Milán:<br />
«Las víctimas que han vencido a la muerte sean<br />
puestas debajo del lugar en que Cristo se inmola en<br />
sacrificio. Pero sobre el altar sea colocado aquel que<br />
padeció por todos. Estos, que han sido redimidos con<br />
su pasión, bajo el altar. Yo me había reservado este lugar<br />
para mí, pues es justo que el sacerdote descanse<br />
allí donde tenía costumbre de ofrecer la oblación; pero<br />
a las santas víctimas les cedo la parte de la derecha,<br />
pues ése es el lugar que corresponde a los mártires» 11.<br />
De modo más amplio y desarrollado alude a esto<br />
un testimonio algo posterior. Lo cual demuestra<br />
que la Iglesia va teniendo una conciencia cada vez<br />
más aguda de las motivaciones profundas que justifican<br />
la presencia de los mártires debajo del altar en<br />
el que se celebra la eucaristía. Se trata de un texto<br />
editado bajo el nombre de Máximo de Turín, pero<br />
cuya paternidad literaria se discute aún entre los expertos.<br />
En todo caso se trata de un testimonio que<br />
se remonta a los siglos V o VI:<br />
«Por tanto, hay que tener a los mártires en el más<br />
alto y principal lugar por causa de la fe. Ved, sin embargo,<br />
qué lugar deben merecer ante los hombres<br />
quienes ante Dios merecieron un lugar bajo el altar.<br />
Pues dice la Sagrada Escritura: "Vi debajo del altar las<br />
almas de los degollados a causa de la palabra de Dios<br />
y del testimonio que dieron" (Ap ó,9). Qué más reverente,<br />
qué más honorable puede decirse sino que descansan<br />
bajo ese altar en el que se celebra el sacrificio<br />
"'Orario ad sancrorum coetum, 12: PG 20, 1271.<br />
11 Ambrosio, Carta 22, 13: PL 16, <strong>10</strong>23 B.<br />
PARA VIVIR EL AÑO LITURGICO 231