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bernal, jose manuel - 10

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La expresión «gran domingo» referida a pentecostés<br />

la encontramos en una de las Cartas Festales<br />

de Atanasia de Alejandría, escrita hacia el 329:<br />

«Comenzaremos el santo ayuno el día 5 de Pharmuthi<br />

(el lunes de la semana santa, día 31 de marzo)<br />

y lo continuaremos, sin solución de continuidad, durante<br />

esos seis días santos y magníficos que son el<br />

símbolo de la creación del mundo. Pondremos fin al<br />

ayuno el día <strong>10</strong> del mismo Pharmuthi, el sábado de la<br />

semana santa, cuando despunte para nosotros el domingo<br />

santo, el día 11 del mismo mes. A partir de ese<br />

momento, calculando siete semanas seguidas, celebraremos<br />

el día santo de pentecostés, que fue prefigurado<br />

antiguamente entre los judíos con la fiesta de las<br />

semanas, cuando se concedía la amnistía y la remisión<br />

de las deudas: era un día de completa libertad.<br />

Siendo para nosotros ese día símbolo del mundo futuro,<br />

celebraremos el gran domingo gustando acá las<br />

arras de aquella vida futura. Cuando al fin salgamos<br />

de este mundo, entonces celebraremos la fiesta perfecta<br />

con Cristo» 14.<br />

El texto, en su conjunto, es de gran interés, ya<br />

que nos permite descubrir cómo todavía en el siglo<br />

IV la Iglesia de Alejandría mantiene intacta la estructura<br />

original de la pascua, precedida de unos días<br />

de ayuno y coronada con los cincuenta días de<br />

pentecostés. Por otra parte, aun cuando las palabras<br />

de Atanasia parezcan un tanto ambiguas, sabemos<br />

por otros escritos afines del mismo autor que la expresión<br />

pentecostés no se refiere al día cincuenta, sino<br />

a los cincuenta días que siguen a la pascua. Este<br />

período de tiempo es denominado por Atanasia el<br />

«gran domingo». Con esta denominación, el obispo<br />

de Alejandría conecta con una antigua tradición que<br />

considera el conjunto de los cincuenta días como un<br />

domingo prolongado, como un único día de fiesta.<br />

Conocemos, a este respecto, un fragmento del<br />

De Pascha, atribuido a Ireneo por el autor de las<br />

Quaestiones et Responsiones ad orthodoxos. En ese<br />

testimonio Ireneo afirma lo siguiente:<br />

«El hecho de no doblar las rodillas el día del Señor<br />

es símbolo de la resurrección, en virtud de la cual,<br />

¡4Carta {estal, 1,<strong>10</strong>: PG 26, l366A.<br />

138 PARA VIVIR EL AÑO LITURGICO<br />

por la gracia de Cristo, hemos sido liberados de los<br />

pecados y de la muerte provocada por éstos. Esta costumbre<br />

proviene de los tiempos apostólicos, como<br />

asegura el bienaventurado mártir Ireneo, obispo de<br />

Lyón, en su libro Sobre la pascua; allí menciona él<br />

también pentecostés, durante el cual tampoco nos<br />

arrodillamos porque éste iguala en solemnidad al domingo,<br />

por la razón que ya hemos indicado» 15.<br />

Con la misma claridad se expresa también Tertuliano,<br />

como ya hemos podido ver a través de alguno<br />

de sus testimonios citados anteriormente.<br />

Todo esto nos confirma la existencia de una tradición<br />

muy antigua, que se remonta a la segunda<br />

mitad del siglo II y se extiende a todas las Iglesias.<br />

Según esta tradición, los cincuenta días que siguen<br />

a la pascua se celebran como si se tratara de un gran<br />

domingo. Todo lo que se atribuye al día del Señor,<br />

por el mismo motivo se aplica también al período de<br />

pentecostés.<br />

Aquí habría que esclarecer las razones que justifican<br />

esta asimilación de pentecostés al día del Señor.<br />

¿Cuáles son las analogías o coincidencias que<br />

ha detectado la tradición cristiana para considerar<br />

el período de pentecostés como un gran domingo?<br />

Además, una vez aclarado esto, sería de gran interés<br />

descubrir las consecuencias que se derivan de este<br />

hecho.<br />

Respecto al primer interrogante, hay que reconocer<br />

que la literatura patrística nos obliga a introducirnos<br />

en la enmarañada y misteriosa selva de la<br />

simbología de los números. Se subraya a este respecto,<br />

con un énfasis excepcional, la consideración<br />

del domingo como día octavo. De esto he hablado en<br />

el capítulo dedicado al domingo. Esta forma de entender<br />

el día del Señor pone en evidencia su dimensión<br />

escatológica. Mientras los siete días de la semana<br />

representan la vida presente, inmersa en el<br />

tiempo, el domingo -día octavo- es símbolo del futuro.<br />

Este juego simbólico de los números era ya conocido<br />

en el Antiguo Testamento. En este sentido, se<br />

habla de la semana de años: «Seis años sembrarás tu<br />

campo, seis años podarás tu viña y cosecharás sus<br />

productos; pero el séptimo año será de completo<br />

¡'Ireneo de Lyón, o. c., 115: PG 6,1364-1365.

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