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eunirse al tercer día, al noveno (novendialia) y al<br />
trigésimo después de la defunción. Luego se reunían<br />
periódicamente una vez al año, pero no el día<br />
aniversario de la muerte, que era considerado día<br />
infausto, sino el aniversario de su nacimiento. Ese<br />
era el dies natalis. Las visitas a los muertos se multiplicaban<br />
en el mes de febrero, que para los antiguos<br />
constituía un auténtico mes de las ánimas. Del 13 al<br />
22 de febrero se celebraban las parentalia, es decir,<br />
el aniversario de todos los difuntos de la familia. El<br />
último día, el día 22, tenía lugar la cara cognatio. Se<br />
trataba de la reunión de todos los parientes en un<br />
banquete fúnebre en honor de todos los muertos de<br />
la familia.<br />
En estas celebraciones fúnebres junto a la tumba<br />
del difunto lo más importante eran los banquetes.<br />
Estos tenían lugar no exactamente delante de la<br />
tumba, sino en el piso superior, en un espacio refrigerado<br />
y cómodo. Los comensales, al beber, podían<br />
verter las libaciones sobre la tumba a través de un<br />
agujero preparado al efecto. Los alimentos, colocados<br />
sobre la mesa del banquete, eran considerados<br />
como una verdadera oblación ofrecida al difunto.<br />
Este era considerado como presente al acto. Por<br />
ello, junto a los asientos de los comensales se dejaba<br />
una silla vacía, un puesto de honor que se denominaba<br />
cathedra. A lo largo del banquete, la presencia<br />
del difunto era evocada llamándole por su nombre.<br />
Cuando no se podía celebrar un banquete, entonces<br />
se colocaban guirnaldas de flores en el lugar<br />
de la sepultura, se besaba la piedra, se pronunciaban<br />
palabras piadosas, se depositaban alimentos o<br />
se vertían gotas de vino antes de vaciar el vaso. A<br />
través de los pequeños agujeros colocados sobre la<br />
losa sepulcral se vertía también incienso y aceite.<br />
Las honras fúnebres practicadas por los cristianos<br />
no debieron de ser muy distintas de las aquí descritas.<br />
La práctica de los banquetes funerarios se<br />
mantuvo por largo tiempo, especialmente en Africa.<br />
Los llamaban refrigerio Los abusos se multiplicaron<br />
y estos banquetes acabaron convirtiéndose en verdaderas<br />
orgías. Santa Mónica, la madre de Agustín,<br />
'Agustín, Confesiones, 6,2,2.<br />
230 PARA VIVIRELAÑOLITURGICO<br />
cuando estuvo en Milán, deseando mantenerse fiel a<br />
sus devociones, al acudir a la catedral con su cestilla<br />
provista de alimentos para las libaciones y venerar<br />
así la memoria de los mártires, fue detenida por<br />
el portero, quien le explicó cortesmente que aquello<br />
había sido prohibido por el obispo Ambrosi0 9 • Al cabo<br />
del tiempo, todos los obispos acabaron prohibiendo<br />
la práctica de los banquetes funerarios.<br />
Hay que decir. sin embargo, que aun cuando la<br />
Iglesia no prohibió al principio los banquetes junto<br />
a las tumbas, poco a poco el banquete fue sustituyéndose<br />
por la celebración de la eucaristía, a la que<br />
a veces seguía un banquete fúnebre. Gran parte de<br />
los alimentos reservados para estos banquetes eran<br />
distribuidos después entre los pobres. La eucaristía<br />
era celebrada con un rito seguramente muy breve en<br />
sufragio por el difunto. A lo largo de la celebración,<br />
la memoria del difunto era evocada pronunciando<br />
su nombre. Es indudable que las catacumbas romanas,<br />
verdaderos cementerios subterráneos, fueron<br />
con frecuencia escenario de estas celebraciones. A<br />
este respecto hay que decir que los cristianos nunca<br />
fueron favorables a la incineración de los cadáveres<br />
y practicaron siempre la inhumación. También hay<br />
que decir que los cristianos se reunían no en el aniversario<br />
del nacimiento, como los paganos, sino en<br />
el día de la muerte. De este modo, el dies natalis adquirió<br />
entre los cristianos un sentido nuevo.<br />
La forma de venerar la memoria de los mártires,<br />
relacionada, por supuesto, con el culto a los difuntos,<br />
adquirió enseguida, sin embargo, unas modalidades<br />
propias y específicas.<br />
Los mártires, que habían entregado su vida como<br />
testigos de Cristo, aguantando con una valentía<br />
sobrehumana las más terribles torturas y sufrimientos,<br />
morían rodeados del fervor y la admiración de<br />
sus hermanos. Eran éstos quienes recogían sus despojos<br />
y los depositaban cuidadosamente en sus tumbas.<br />
El día de la muerte y el lugar de la deposición<br />
eran anotados con exquisito cuidado. Eso les permitía<br />
reunirse una vez al año junto a la tumba del mártir<br />
para celebrar el dies natalis del testigo de Cristo.<br />
Pero aquí el dies natalis no hacía referencia a la fecha<br />
del nacimiento, sino al día de su muerte, es decir,<br />
al día de su nuevo nacimiento celeste. No era solamente<br />
la familia, sino toda la comunidad cristiana