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bernal, jose manuel - 10

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eunirse al tercer día, al noveno (novendialia) y al<br />

trigésimo después de la defunción. Luego se reunían<br />

periódicamente una vez al año, pero no el día<br />

aniversario de la muerte, que era considerado día<br />

infausto, sino el aniversario de su nacimiento. Ese<br />

era el dies natalis. Las visitas a los muertos se multiplicaban<br />

en el mes de febrero, que para los antiguos<br />

constituía un auténtico mes de las ánimas. Del 13 al<br />

22 de febrero se celebraban las parentalia, es decir,<br />

el aniversario de todos los difuntos de la familia. El<br />

último día, el día 22, tenía lugar la cara cognatio. Se<br />

trataba de la reunión de todos los parientes en un<br />

banquete fúnebre en honor de todos los muertos de<br />

la familia.<br />

En estas celebraciones fúnebres junto a la tumba<br />

del difunto lo más importante eran los banquetes.<br />

Estos tenían lugar no exactamente delante de la<br />

tumba, sino en el piso superior, en un espacio refrigerado<br />

y cómodo. Los comensales, al beber, podían<br />

verter las libaciones sobre la tumba a través de un<br />

agujero preparado al efecto. Los alimentos, colocados<br />

sobre la mesa del banquete, eran considerados<br />

como una verdadera oblación ofrecida al difunto.<br />

Este era considerado como presente al acto. Por<br />

ello, junto a los asientos de los comensales se dejaba<br />

una silla vacía, un puesto de honor que se denominaba<br />

cathedra. A lo largo del banquete, la presencia<br />

del difunto era evocada llamándole por su nombre.<br />

Cuando no se podía celebrar un banquete, entonces<br />

se colocaban guirnaldas de flores en el lugar<br />

de la sepultura, se besaba la piedra, se pronunciaban<br />

palabras piadosas, se depositaban alimentos o<br />

se vertían gotas de vino antes de vaciar el vaso. A<br />

través de los pequeños agujeros colocados sobre la<br />

losa sepulcral se vertía también incienso y aceite.<br />

Las honras fúnebres practicadas por los cristianos<br />

no debieron de ser muy distintas de las aquí descritas.<br />

La práctica de los banquetes funerarios se<br />

mantuvo por largo tiempo, especialmente en Africa.<br />

Los llamaban refrigerio Los abusos se multiplicaron<br />

y estos banquetes acabaron convirtiéndose en verdaderas<br />

orgías. Santa Mónica, la madre de Agustín,<br />

'Agustín, Confesiones, 6,2,2.<br />

230 PARA VIVIRELAÑOLITURGICO<br />

cuando estuvo en Milán, deseando mantenerse fiel a<br />

sus devociones, al acudir a la catedral con su cestilla<br />

provista de alimentos para las libaciones y venerar<br />

así la memoria de los mártires, fue detenida por<br />

el portero, quien le explicó cortesmente que aquello<br />

había sido prohibido por el obispo Ambrosi0 9 • Al cabo<br />

del tiempo, todos los obispos acabaron prohibiendo<br />

la práctica de los banquetes funerarios.<br />

Hay que decir. sin embargo, que aun cuando la<br />

Iglesia no prohibió al principio los banquetes junto<br />

a las tumbas, poco a poco el banquete fue sustituyéndose<br />

por la celebración de la eucaristía, a la que<br />

a veces seguía un banquete fúnebre. Gran parte de<br />

los alimentos reservados para estos banquetes eran<br />

distribuidos después entre los pobres. La eucaristía<br />

era celebrada con un rito seguramente muy breve en<br />

sufragio por el difunto. A lo largo de la celebración,<br />

la memoria del difunto era evocada pronunciando<br />

su nombre. Es indudable que las catacumbas romanas,<br />

verdaderos cementerios subterráneos, fueron<br />

con frecuencia escenario de estas celebraciones. A<br />

este respecto hay que decir que los cristianos nunca<br />

fueron favorables a la incineración de los cadáveres<br />

y practicaron siempre la inhumación. También hay<br />

que decir que los cristianos se reunían no en el aniversario<br />

del nacimiento, como los paganos, sino en<br />

el día de la muerte. De este modo, el dies natalis adquirió<br />

entre los cristianos un sentido nuevo.<br />

La forma de venerar la memoria de los mártires,<br />

relacionada, por supuesto, con el culto a los difuntos,<br />

adquirió enseguida, sin embargo, unas modalidades<br />

propias y específicas.<br />

Los mártires, que habían entregado su vida como<br />

testigos de Cristo, aguantando con una valentía<br />

sobrehumana las más terribles torturas y sufrimientos,<br />

morían rodeados del fervor y la admiración de<br />

sus hermanos. Eran éstos quienes recogían sus despojos<br />

y los depositaban cuidadosamente en sus tumbas.<br />

El día de la muerte y el lugar de la deposición<br />

eran anotados con exquisito cuidado. Eso les permitía<br />

reunirse una vez al año junto a la tumba del mártir<br />

para celebrar el dies natalis del testigo de Cristo.<br />

Pero aquí el dies natalis no hacía referencia a la fecha<br />

del nacimiento, sino al día de su muerte, es decir,<br />

al día de su nuevo nacimiento celeste. No era solamente<br />

la familia, sino toda la comunidad cristiana

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