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bernal, jose manuel - 10

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la fantasía. Ésta permite al hombre soñar, proyectar<br />

nuevas formas de existencia humana, nuevos estilos<br />

de convivencia, estructuras sociales nuevas, nuevos<br />

modos de entender la vida y el mundo. Así, la celebración<br />

festiva viene a ser; por una parte, una memoria<br />

del pasado -una conmemoración de los grandes<br />

acontecimientos salvíficos- y una afirmación<br />

gozosa y alegre de Dios y de la creación entera; por<br />

otra, la fiesta nos proyecta hacia el mañana haciéndonos<br />

soñar -celebrar- un futuro nuevo como contrapartida<br />

del presente.<br />

Mediante el rito festivo, el futuro no sólo se proyecta<br />

y anuncia, sino que se anticipa y experimenta.<br />

En el «aquí y ahora» de la celebración confluyen el<br />

pasado y el futuro. Ambos -pasado y futuro- no hay<br />

que interpretarlos como realidades opuestas, extremas<br />

y lejanas. Por el contrario, la proyección del futuro<br />

se concibe como un retorno a los orígenes primordiales,<br />

como una nueva creación.<br />

Del mismo modo que la memoria ritual no se limita<br />

a recordar los acontecimientos del pasado, sino<br />

que los hace presentes en el «ahora» de la celebración,<br />

así también el futuro no es sólo anunciado<br />

o esperado, sino que, de alguna manera, se anticipa<br />

y experimenta en ya través de la celebración festiva.<br />

Más aún: el futuro se experimenta como algo distinto<br />

del presente. Por eso, a la postre, la celebración<br />

ritual canaliza y desarrolla, ofreciéndoles un singular<br />

cauce de expresión, las aspiraciones más hondas<br />

del hombre, sus expectativas más profundas. Es como<br />

si en el «ahora» de la celebración los sueños se<br />

hicieran realidad y objeto de experiencia. Al fin y al<br />

cabo, la fiesta viene a convertirse en un ensayo del<br />

futuro.<br />

Considero sumamente sugestiva la analogía que<br />

el escritor norteamericano Harvey Cox ha establecido<br />

entre las antiguas «fiestas de locos» y la celebración<br />

festiva. En aquellas fiestas, que de algún modo<br />

han llegado hasta nosotros, los pobres y plebeyos se<br />

disfrazaban de reyes y señores, de obispos y papas,<br />

de grandes personajes. Esta fiesta de disfraces expresaba,<br />

dándoles rienda suelta, los sueños maravillosos<br />

y las grandes aspiraciones del pueblo. Ofrecía<br />

una imagen nueva del mundo y de la sociedad. Criticaba<br />

y ridiculizaba la situación presente y ofrecía<br />

nuevas alternativas de futuro. Ensayaba un nuevo<br />

orden de cosas, de valores y de instituciones, en el<br />

que los últimos eran primeros y los primeros últimos,<br />

los poderosos eran humillados y los pobres<br />

enaltecidos 14.<br />

La fiesta religiosa, al igual que las «fiestas de locos»,<br />

implica una dura crítica, desde la fe y la libertad,<br />

a la sociedad, a los valores que la animan y dirigen,<br />

al orden establecido y a las clases altas y privilegiadas<br />

que detentan el poder. En la medida en<br />

que la comunidad de creyentes experimenta a través<br />

del rito festivo nuevos modos de vida y de convivencia,<br />

en esa misma medida adopta una actitud crítica<br />

de cara a la sociedad. La experiencia del futuro revela<br />

la fragilidad y el desprestigio del presente. Más<br />

aún: la experiencia cultual del futuro impele a los<br />

creyentes, de forma decisiva e irresistible, a la lucha<br />

por la transformación del mundo y de las estructuras<br />

sociales.<br />

Creo que, desde estos planteamientos, es posible<br />

superar la tensión entre fiesta y lucha, entre celebración<br />

y militancia. La comunidad debe asumir la<br />

fiesta sin caer en el angelismo desencarnado y debe<br />

igualmente optar por la lucha solidaria y transformadora<br />

sin ceder a la tentación de manipular lo religioso.<br />

5. Pseudotrabajo y pseudofiesta<br />

Cuando la fiesta se instrumentaliza, ya no es<br />

fiesta. Pierde entonces lo que tiene de más peculiar<br />

y genuino: la gratuidad. Con el juego pasa lo mismo.<br />

Cuando el juego se utiliza para otros fines, cuando<br />

es manipulado en función de intencionalidades políticas<br />

o sociales, deja de ser juego para convertirse<br />

en una caricatura del mismo.<br />

Cuando la fiesta se interpreta como un paréntesis<br />

que rompe la monotonía habitual del trabajo cotidiano<br />

y se utiliza simplemente como un desahogo<br />

psicológico o como un espacio de tiempo destinado<br />

a recuperar energías perdidas, deja de ser fiesta. Esto<br />

ocurre, sobre todo, en nuestra sociedad occiden-<br />

¡'H. Cox, La festa deí fallí..., 17-20.<br />

PARA VIVIR EL AÑO LITURGICO 29

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