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bernal, jose manuel - 10

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mento y a través de cualquier mediación puede hacerse<br />

efectivo el encuentro del hombre con Dios.<br />

Ningún tiempo, ningún momento determinado puede<br />

atribuirse de forma exclusiva tal prerrogativa.<br />

Willy Rordorf, eximio especialista en el tema del<br />

domingo, imagina estas palabras en labios de Jesús:<br />

«Habéis oído que fue dicho a los antiguos: "santificad<br />

el día del sábado"; mas yo os digo: sólo guarda<br />

el sábado (o un día de fiesta) quien a los ojos de Dios<br />

guarda santos todos los días de su vida» 2. Estas palabras<br />

recogen con fidelidad el pensamiento original<br />

de Jesús y nos ofrecen una base adecuada para responder<br />

a la pregunta inicial con que hemos comenzado<br />

este punto. En efecto, hay que responder afirmativamente.<br />

Es posible celebrar un día de fiesta.<br />

Es posible destacar un día sobre los otros. Posible y<br />

necesario. Porque es una exigencia del ritmo vital<br />

que caracteriza a nuestra existencia humana, inmersa<br />

en el continuo rodar de días y noches, de semanas,<br />

meses y años. Es una exigencia del mismo<br />

latir del corazón, marcado rítmicamente por un<br />

continuo movimiento de subidas y bajadas, de momentos<br />

de tensión y momentos de reposo. Las fiestas<br />

marcan en la vida de la comunidad ese movimiento<br />

vital, rítmico, de actividad y de reposo. La<br />

fiesta no es una evasión de lo real y de lo cotidiano.<br />

Tampoco un coto cerrado y exclusivo para el encuentro<br />

con el Altísimo. Desde una perspectiva cristiana,<br />

la fiesta es la expresión jubilosa y cultual, polarizada<br />

sobre todo en la eucaristía, de una existencia<br />

cotidiana vivida en la fidelidad a Dios. La fiesta<br />

y lo cotidiano, en realidad, no se confunden. Ahora<br />

bien: la fiesta se expresa y se proyecta en lo cotidiano.<br />

y lo cotidiano culmina en la fiesta.<br />

Es indudable que, teorías aparte, la fiesta es necesaria.<br />

Me refiero a la fiesta periódica, la que retorna<br />

regularmente, cíclicamente, como marcando<br />

el paso del tiempo y como rompiendo su inevitable<br />

monotonía. Aquí surge, sin embargo, otra pregunta:<br />

¿Por qué cada ocho días? ¿Por qué el domingo cristiano<br />

fracciona nuestro tiempo en espacios de ocho<br />

días? ¿Hay alguna base cósmica que lo justifique? El<br />

incesante movimiento de la tierra alrededor del sol,<br />

que dura 365 días, provoca el retomo anual de las<br />

2 W. Rordorf, El domingo..., <strong>10</strong>5.<br />

fiestas y de las estaciones. El rodar de la tierra sobre<br />

sí misma, en un espacio de veinticuatro horas, hace<br />

posible los días y las noches, las horas de luz y las<br />

horas de tiniebla, las horas de vigilia y las de sueño.<br />

Es el ritmo de lo cotidiano, el más inmediato y elemental,<br />

en el que cabalga nuestra existencia diaria,<br />

con sus momentos de silencio, de soledad, de oración,<br />

de holganza y de trabajo. Además existe el<br />

ritmo mensual, de treinta días, que depende del movimiento<br />

lunar. Todos estos ritmos -el diario, el<br />

mensual y el anual- están justificados por la misma<br />

naturaleza, por el movimiento cósmico. ¿Cómo se<br />

justifica el ritmo semanal? En realidad, no hay una<br />

justificación natural o cósmica. Originariamente la<br />

semana es el resultado de intereses culturales, sociales<br />

o religiosos. De hecho, el cristianismo es deudor,<br />

en este caso, tanto de la semana judía como de<br />

la semana planetaria de griegos y romanos. El cristianismo<br />

ha hecho una síntesis de ambas, como<br />

puede percibirse aun en los mismos nombres de los<br />

días de la semana.<br />

Queda pendiente sólo un interrogante: ¿Por qué<br />

precisamente el primer día de la semana? ¿Por qué<br />

no otro día? ¿Por qué no el sábado, por ejemplo, de<br />

tanta solera en la tradición religiosa de Israel y tan<br />

vinculado a la experiencia de la alianza?<br />

Los investigadores se preguntan sobre una posible<br />

observancia ( = celebración) precristiana del domingo<br />

3. A este propósito se barajan diversos focos<br />

de influencia que pudieron canalizar de antemano<br />

la significación preponderante del domingo. Se habla<br />

de la influencia de determinados cultos solares<br />

precristianos, como el de Mitra, ampliamente extendidos<br />

en el área del imperio romano. También se hace<br />

alusión, por otra parte, a un antiguo calendario<br />

judío de tipo solar, cuyas huellas se detectan en ciertos<br />

escritos sacerdotales y en Qumrán. Tanto en este<br />

calendario como en los cultos solares el domingo<br />

reviste una importancia excepcional. Junto a estos<br />

dos posibles focos de influencia suele citarse también<br />

el llamado «domingo mandeísta», mantenido<br />

fielmente por la secta bautista mandea, afincada al<br />

este del Jordán. En los escritos de la secta el domin-<br />

'w. Rordorf, El domingo... , 181-192.<br />

PARA VIVIR EL AÑO LITURGICO 51

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