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bernal, jose manuel - 10

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,<br />

a) ¿Es realmente la vigilia pascual<br />

el centro de la semana santa?<br />

Este punto lo he abordado en diversas ocasiones.<br />

Lo considero importante, pero de difícil solución.<br />

Teóricamente, nadie niega que la vigilia pascual<br />

constituye la celebración más importante del<br />

año. Más aún, la noche de pascua es el eje medular<br />

del año litúrgico. Y, por supuesto, el momento álgido<br />

de la semana santa.<br />

Pero en la práctica no es así. Y no lo es por múltiples<br />

y variados motivos. Ante todo, porque el peso<br />

muerto de la tradición popular, tan polarizada en los<br />

dos días de jueves y viernes santo, se resiste a desplazar<br />

el acento hacia la noche de pascua. De hecho,<br />

la mayor afluencia de fieles en nuestras iglesias durante<br />

la semana santa tiene lugar el día de jueves<br />

santo, orquestado con la visita a los monumentos.<br />

El día de viernes santo, con menos asistencia de fieles<br />

a la celebración litúrgica, mantiene su interés<br />

por la popularidad de las procesiones del «santo entierro»<br />

y la celebración, en su caso, del Via Crucis o<br />

de las «siete palabras». El sábado santo, en cambio,<br />

sin el arraigo popular de los días anteriores, sin la<br />

exigencia del ayuno y sin previsión de celebraciones<br />

litúrgicas especiales, resulta un día «tonto», especialmente<br />

a raíz de la reforma litúrgica, pues al desplazarse<br />

hasta la noche la hora de la celebración de<br />

la vigilia pascual, este sábado dejó de ser el «sábado<br />

de gloria» para convertirse en «sábado santo». Así<br />

las cosas, es evidente que para la mayoría de los fieles<br />

el interés decrece y en la vigilia pascual sólo participan<br />

las pequeñas minorías más mentalizadas y el<br />

pequeño grupo de «piadosos» incondicionales que<br />

se apuntan a todo. De hecho, el porcentaje de fieles<br />

que ha experimentado la riqueza celebrativa de la<br />

noche santa de pascua es mínimo. Excepción hecha<br />

de pequeños grupos juveniles o pequeñas comunidades<br />

cristianas que, en estos últimos años, han logrado<br />

recuperar la hondura religiosa y la profundidad<br />

cristiana de la vigilia pascual.<br />

¿Será posible algún día que todo el pueblo de<br />

Dios recupere el aprecio por la vigilia pascual, en la<br />

medida que la importancia singular de esta celebración<br />

requiere? Espero que sí. Pero el proyecto habrá<br />

que programarlo a muy largo plazo, sin prisas, sin<br />

98 PARA VIVIR EL AÑO LITURGICO<br />

quemar etapas, con paciencia, pero con ilusión y<br />

perseverancia. Para ello habrá que orientar la cuaresma<br />

como un camino hacia la pascua y no sólo como<br />

un tiempo de penitencia. Habrá que educar y catequizar<br />

a los fieles de forma más insistente y sin<br />

desdibujar el verdadero sentido de la cuaresma. Pero<br />

esto no será posible si los pastores no están, a su<br />

vez, suficientemente mentalizados. Habrá que poner<br />

una cierta sordina a las celebraciones del jueves<br />

y del viernes santo, enfocándolos de cara a la solemne<br />

celebración de la noche santa de pascua. Habrá<br />

que recuperar también el ayuno del sábado santo<br />

para que en el banquete eucarístico de la vigilia,<br />

al romperse el ayuno, cobre mayor énfasis el comienzo<br />

jubiloso de la fiesta.<br />

b) ¿Polariza de verdad el interés de la<br />

celebración en el bal1quete pascual?<br />

Está claro que en los primeros siglos el momento<br />

culminante de la vigilia coincidía con el banquete<br />

pascual. En ese momento, el ayuno que la comunidad<br />

había ido manteniendo celosamente hasta ese<br />

momento de manera progresiva se rompía, y daba<br />

comienzo la fiesta. Una fiesta que había de prolongarse<br />

por espacio de cincuenta días (= cincuentena<br />

o pentecostés) y que constituía una especie de «gran<br />

domingo», como se le denomina por algunos testimonios.<br />

El desarrollo ulterior de la celebración, con la<br />

incorporación del bautismo y, sobre todo, con la<br />

anexión dellucernario, complicó el esquema primitivo.<br />

Con la proliferación excesiva de ritos menores<br />

y ceremonias complicadas, la estructura quedó desarticulada,<br />

el equilibrio de elementos roto y el ritmo<br />

de la celebración, concebido como un Í/1 crescendo<br />

progresivo hasta culminar en el banquete, se<br />

atrofió por completo para ofrecernos el lamentable<br />

espectáculo de una serie de ritos yuxtapuestos de difícil<br />

comprensión, ejecutados materialmente y sin la<br />

más mínima conexión con la asamblea. Así rodaron<br />

las cosas hasta el pontificado de Pío XII.<br />

¿Qué ha pasado después? ¿Se ha logrado hacer<br />

del banquete el centro de interés de la asamblea?<br />

Aquí hay que decir que un lamentable desconocimiento<br />

de la liturgia y un malentendido pastoralis-

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