Jornadas de estudio: Integración en familia ... - Nadie sin Futuro

INAUGURACIÓN DE LAS JORNADAS
que nunca consideré como opción planteable y compatible con mi condición de ministro de
la Iglesia el trabajar desde una de esas plataformas, válidas, recomendables y hasta necesarias
para la acción y el compromiso de un laico, pero, en mi criterio, innecesaria y hasta inconveniente,
en circunstancias normales, para un sacerdote y para un obispo.
Me he considerado, al menos he querido intentarlo, ser ministro del Evangelio, y, en consecuencia,
plantear mi vida como servicio al Evangelio y desde el Evangelio de Jesucristo. El modelo es tan
inagotable, que, respetando otras opciones, en mi caso he considerado superfluo buscar otras apoyaturas
para mi acción pastoral, y para las exigencias y las consecuencias de la misma en el ámbito
de la cultura, de la acción social y de la promoción humana de los destinatarios de mi ministerio.
El empeño y la acción de servicio y de promoción de los emigrantes en el ámbito de la
cultura, de la educación, de la ayuda social... son exigencias del Evangelio y están dentro de
un auténtico servicio pastoral a estas personas, dada su situación y sus necesidades, a las que
la Iglesia, en el ejercicio de su misión, no puede ser ajena. Así lo hemos entendido tanto los
que fuimos enviados a una misión de servicio a los emigrantes españoles en el extranjero, como
los obispos, sacerdotes y demás agentes de esta pastoral en España.
Por lo que se refiere al tema de la familia emigrante, que, con el título “La familia, clave de integración”
es objeto de reflexión, de intercambio de experiencias y de sugerencias para el futuro
en las presentes Jornadas que se inauguran con este acto y que se prolongarán hasta el próximo
día 16, Dios mediante, por lo que yo haya podido conocer y vivir desde el servicio de la Iglesia,
la familia ha sido siempre una de nuestras preocupaciones y ocupaciones más importantes.
Partimos del principio de que el emigrante no es una persona aislada, que emigra por
motivos puramente individuales. Pertenece a una familia, a la que, generalmente, en un primer
momento, deja atrás, cuya atención o mejora suele ser la causa principal de la emigración.
Con frecuencia, en el caso de los solteros y solteras, la formación de una familia propia
está en el horizonte y entre los principales objetivos del emigrante. Es obvio que, junto a los
derechos fundamentales de todo emigrante, como persona está también el de vivir con su
familia o el poder constituirla y convivir con ella de manera digna y estable.
En mi caso, como en el de muchos de mis compañeros y de otros muchos agentes en
el servicio a los emigrantes españoles de los años sesenta a los ochenta, nos tocó vivir la
experiencia de muchos emigrantes, ellos y ellas, condicionados a vivir sin familia, habiendo
dejado en España padres, hermanos, esposo o esposa e hijos. Alojados en residencias
colectivas, a veces improvisadas, en un vagón del tren, en un autobús adaptado o en barracas,
cuando los varones españoles aún no habían adoptado las costumbres de muchos
de hoy de aprender y colaborar en las tareas domésticas de limpieza, cocina, etc., su vida
era de una gran pobreza humana, a veces conflictiva por la difícil y antes nunca practicada
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