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Revista Kollasuyo número 1 -L- 1939 – 1895kb - andes

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mejores esfuerzos. Y cabe afirmar que esperaba todavía de él los frutos en sazón de su vida de<br />

estudio y apostolado.<br />

Optó, en 1927, la cátedra de Sociología en la Facultad de Derecho de Sucre. Su libro<br />

"<strong>Kollasuyo</strong>", publicado en 1937, no obstante de ser obra primeriza, revela sus altas dotes de<br />

profesor. Conoce a todos los autores que han escrito sobre la vida de los primeros pobladores del<br />

Altiplano y extrae de cada uno lo mejor. Añade, después, a manera de contribución propia,<br />

observaciones y juicios que son muestras de su fina percepción de sociólogo.<br />

Aparte de su labor de catedrático, fué en la Universidad uno de los más fervorosos<br />

paladines de la reforma. Colaboró en los primeros movimientos y en la redacción de algún proyecto<br />

de estatuto. Pero, para él, la reforma, era algo más que un decreto de autonomía. Había que<br />

infundir, ante todo, en el espíritu universitario: amor al estudio, disciplina, moral e inquietud<br />

científica. El orden en las aulas y la renovación de profesores y métodos, serían los pilares de esta<br />

obra.<br />

De aquí que su ingreso a la Facultad de Derecho marcó una nueva época en los anales de<br />

la vieja casa. En esta tarea de renovación — de hombres e ideas — junto a Alberto Zelada,<br />

estuvieron, en primera línea, Juan Francisco Prudencio, Guillermo Francovich, Carlos Alberto<br />

Salinas, Daniel Gamarra y Zenón Sandi. A esta pléyade de profesores jóvenes, debió la<br />

Universidad el volver a su prestigio de antes.<br />

En 1936, alcanzó, el doctor Zelada, el Decanato de la Facultad y, poco después, el<br />

Rectorado de la Universidad por renuncia del titular. Las elecciones de marzo de 1938 lo<br />

arrancaron de allí para llevarlo a la Convención Nacional como diputado por la capital. Y al<br />

organizar su primer gabinete constitucional, el Tcnl. Busch, lo designó Ministro de Trabajo y<br />

Previsión Social.<br />

Hombre educado en los más severos moldes de la disciplina intelectual y moral, no parecía<br />

precisamente hecho para la política. Su puesto estaba en la Universidad. Sin embargo, en un país<br />

pobre en valores humanos, no es posible sustraerse a los imperativos del servicio público. Así lo<br />

entendía el doctor Zelada. Por eso su contribución en el Ministerio del Trabajo, no era, para él,<br />

mera colaboración al Gobierno, sino, sobre todo, desinteresada función de Estado. Seguramente,<br />

su idealismo, su inexperiencia política y su misma pasión nacionalista, lo llevaron a cometer errores<br />

como aquel de haber trocado el Rectorado de Charcas por una candidatura oficial, pero es justo<br />

reconocer que esto mismo demuestra en él falta de cálculo, exagerada devoción por el bien público<br />

y, sobre todo, un alto ideal de servir al país por encima de compromisos y dogmas de partido. Es<br />

decir, que predominaba en él el idealismo del profesor, sobre el afán mediocre del político — tal<br />

como se lo entiende y es todavía entre nosotros.<br />

La muerte viene a sorprenderlo en plena madurez, cuando el hombre empezaba a dar de<br />

sí todo el bagaje de ideas y conocimientos cuidadosamente elaborado en largas vigilias. Idealistas<br />

poseído de esa fe tan rara en nuestros hombres de hoy, cabía esperar de él nobles esfuerzos. Su<br />

muerte viene a privar a Bolivia de un valor positivo que empezaba ya a ser una venturosa realidad.<br />

Gustavo Medeiros Querejazu.<br />

Bolivia y la Declaración de Lima<br />

La fórmula de defensa continental, aceptada en la VIII Conferencia Panamericana de Lima<br />

después de una laboriosa gestación, implica un nuevo desdoblamiento de la Doctrina Monroe, y si<br />

bien es una declaración contra todo intento de ataque al Nuevo Mundo, tiene también un sentido<br />

económico concreto, relativo al robustecimiento de las relaciones comerciales de los países<br />

panamericanos y en especial a las de los EE.UU. con Centro y Sud América, que es, en cierto<br />

modo, limitativo de la influencia que sobre estos últimos ejerce Europa en general y la que pudieran<br />

lograr, en el futuro, los países totalitarios, en particular.<br />

El criterio europeo circunscribe los alcances de esta declaración, simplemente, a la<br />

defensa de América, del continente americano, pero sin más, al decir de André Siegfried, quien, en<br />

el <strong>número</strong> de L'Illustration de 21 de enero último, sostiene que Inglaterra conserva su hegemonía<br />

mundial, por no habérsela podido arrebatar EE.UU., en tiempo oportuno, es decir después de la<br />

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