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Revista Kollasuyo número 1 -L- 1939 – 1895kb - andes

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y en imágenes no siempre muy felices. Más ¿por qué esta cantilena dolorosa y apesadumbrada<br />

domina en todos los poetas bolivianos de mediados de siglo? Yo no sabría decir si ese<br />

romanticismo era únicamente literario y de adopción de la lírica francesa, o si era sincera y<br />

hondamente sentido. Puede ser que el virus romántico se hubiera propagado a los poetas de<br />

Bolivia solo por contagio de los poemas de Lord Byron de Leopardi, de Lamartine y de Espronceda,<br />

pero puede ser también que aquella desilusión infinita que aquejaba las almas de los escritores<br />

chuquisaqueños, hubiera nacido del hondo desengaño de contemplar en aquella turbulenta<br />

república, el fruto de las jornadas libertarias.<br />

No se podía negar que la revolución emancipatoria había prometido muchísimo más de lo<br />

que hasta entonces había podido ofrecer.<br />

Pero no es eso todo. Los pueblos siempre esperan de una conmoción guerrera o<br />

revolucionaria, el acontecimiento extraordinario que termine con los dolores de la tierra, que<br />

siembre la abundancia, el so ciego y la felicidad. En suma los pueblos esperan, corno niños ilusos,<br />

que el prodigio se cumpla. La Francia lo esperó de su revolución y sin duda la América lo esperó<br />

de la guerra de la Independencia. Y cómo los prodigios no se cumplen sino en los cuentos de<br />

hadas, de ahí el desencanto francés y la melancolía americana, que han dado origen a la<br />

enfermedad romántica del siglo.<br />

Esta desilusión colectiva se troncó en Europa y América en desesperanza individual, en<br />

aflicción humana que aquejaba a los poetas doloridos del incurable mal de análisis. Los poetas<br />

Chuquisaqueños buscaron también en la religión, como auténticos románticos que eran, un oasis<br />

de esperanza para el, desierto de sus desengaños y dolores. Así fundaron la Sociedad Católica<br />

Literaria que publicó un periódico "El Amigo de la Verdad", donde insertaron en largas tiradas de<br />

versos sus vagos anhelos religiosos. Allí Tovar comenzó a publicar su poema "La Creación", en el<br />

que en medio de las descripciones de la sublime obra de la naturaleza, hablaba de sus individuales<br />

desencantos, en son de queja a Dios. Los románticos siempre lejos de las realidades presentes y<br />

sin ojos para el paisaje boliviano y para los dramas que se agitaban en el escenario de la patria,<br />

iban a buscar su inspiración lo más lejos posible. Así mientras Tovar cantaba el paso del Mar Rojo<br />

y la toma de Jericó; Daniel Calvo en su poema "Ana Dorset" rimaba las atribuciones de una<br />

heroína extranjera, y José Cortes ponía en escena su drama: "Hugo de Roquemure".<br />

Más en medio de estas vagas aflicciones, de estos dolores sin causa, de estos desalientos<br />

sin razón, aparecieron unos versos en los que una mujer cantaba una amargura verdadera, un<br />

dolor sentido en carne propia. No eran ya los desencantos más o menos literarios, era una tragedia<br />

que sufría una bella muchacha de veinticinco años. Los versos se publicaron en "El Eco de la<br />

Opinión" casi a disgusto de su autora, y comenzaban así:<br />

Todo es noche, noche obscura<br />

ya no veo la hermosura<br />

De la noche refulgente.<br />

Del astro resplandeciente<br />

Solo siento su calor.<br />

Los versos causaron sensación en el ambiente chuquisaqueño, y los poetas se dieron en<br />

averiguaciones de la autora. Se trataba de una bella joven, de la mejor alcurnia chuquisaqueña,<br />

que había perdido la vista a la edad de catorce años, devorados sus ojos por las lágrimas que le<br />

arrancó la muerte de su padre. Era la señorita María Josefa Mujía, cuyo espíritu cultivado y<br />

delicada sensibilidad hacían aun más dolorosa su tragedia. El dolor sincero de la "ciega", que así la<br />

llamaban, conmovió a los poetas acostumbrados a quejarse de ficticias dolencias. Manuel José<br />

Cortes, Almanzor Prudencio y Manuel José Tovar demostraron poéticamente su interés por ella en<br />

versos, que rimaban a tono con las aflicciones de la Ciega.<br />

La poetisa contestó a todos en estrofas siempre doloridas, pero en las que se descubría un<br />

gran alivio al darse cuenta que su dolor había despertado la simpatía general, y sin duda gozosa<br />

en el fondo al sentir que sus versos habían arrancado el aplauso de los mejores poetas de su país.<br />

Desde entonces María Josefa Mujía encarnó el romanticismo chuquisaqueño, pues todos vibraron<br />

en armonía con ese su dolor, que talvez por ser sincero y no fingido se supo expresar en forma<br />

más honda y más cabal, inspirando a su autora los versos más delicados de nuestra poesía<br />

romántica.<br />

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