Revista Kollasuyo número 1 -L- 1939 – 1895kb - andes
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quieren aportar el esfuerzo de su trabajo, para contribuir no sólo al fomento de la población del<br />
país, sino al mejoramiento étnico en sus fusiones con nuestros grupos criollos y aborígenas.<br />
Los judíos tienen además a su favor toda una leyenda de persecución y de martirio. Es el<br />
pueblo que mantiene la fé en su espíritu de nacionalidad ambulante, sin poseer organización<br />
estatal, ni territorios. El pueblo judío parece realizar el milagro de conservar el sentimiento de su<br />
patria como una fuerza puramente espiritual. Se hace el elogio del judío, presentándolo con justicia<br />
como el pueblo que ofrece los más altos exponentes de la mentalidad. Sus filósofos desde Spinoza<br />
hasta Einstein, sus literatos desde Zweig hasta Ludwig, pasando por Thomas Man y Maurois, sus<br />
economistas principalmente, vienen a ser las expresiones de esa élite de hombres superiores con<br />
que en todo momento ha contado el pueblo judío.<br />
Aparte de estas excepcionales condiciones intelectuales el judío, es dueño de un<br />
instrumento de dominio, de penetración y de invasión, que es su poderosa voluntad de acción, de<br />
estímulo y de organización. Por esto es que, el judío siempre tiene que actuar en las zonas<br />
superiores de la sociedad, como elemento director, como fuerza de conducción. Esta es<br />
precisamente una de sus grandezas y miserias. Aquí está precisamente su peligrosidad, como<br />
elemento inmigratorio.<br />
Entre las varias formas en que se expresa entre nosotros el complejo de inferioridad del<br />
cual estamos poseídos, la invalidez de la voluntad es una de las expresiones más típicas. Nuestra<br />
abulia colectiva y personal es una carcoma que nos hiere profundamente en los tejidos más<br />
importantes de la vida, y de la cual derivan principalmente nuestras calamidades de origen político<br />
e internacional. El caudillismo y la falta de poder de influencia que tenemos en relación a nuestra<br />
vida exterior, son las flores más puras de esta nuestra abulia colectiva. La importación de<br />
elementos judíos dedicados a las profesiones liberales, al comercio, a las industrias traería como<br />
inmediata consecuencia en pocos años el hecho de que todos los sitios de conducción del país,<br />
estarían en manos de los sin patria, teniendo como subordinados a los elementos bolivianos, que<br />
precisamente por su falta de carácter se prestan a la fácil obsecuencia de los extranjeros y se<br />
ponen a su servicio. Este es un asunto grave, sobre todo si se mira desde el punto de vista<br />
nacionalista. Bolivia debe ser hecha por bolivianos. Hay que buscar en la educación y en las<br />
reservas espirituales el formar minorías audaces y emprendedoras, que sean las directoras de la<br />
vida del país, teniendo a su servicio los elementos inmigratorios judíos. Pero, para realizar esta<br />
política nacionalista es preciso que se oriente en forma definitiva las normas de la inmigración<br />
hebraica. El espejismo de que esos elementos inmigratorios vengan cargados de oro hay que<br />
apartarlo. Ninguno va a traer millones de libras esterlinas y aunque las aportaran, vale más nuestra<br />
independencia que el vender nuestro derecho a la libertad por el plato de lentejas de unas cuantas<br />
libras esterlinas. La inmigración judía tiene que sufrir, pues, una seria tamización, sujeta a los<br />
imperativos de nuestras necesidades vitales de nutrir la colonización y el aumento de nuestra<br />
demografía, y también a los principios que defiendan el fondo de nuestro nacionalismo, unido al<br />
hecho de convertir en realidades que los bolivianos sean los únicos responsables de su vida en<br />
todas las fases de sus actividades y principalmente en el aspecto económico. La defensa<br />
nacionalista importa la exclusión de todo elemento de tipo internacional que caracteriza<br />
principalmente al judío, el que antes que pensar en el sitio donde elabora su fortuna, piensa en<br />
trashumantes expediciones de sus utilidades que jamás llegan a convertirse en bienes raíces, sino<br />
que siempre están con las alas dispuestas a partir, animadas por el cheque, la letra de cambio o la<br />
acción de bancos extranjeros.<br />
No podemos cerrar las puertas a la inmigración judía. Pero, tenemos el derecho de<br />
reglamentar su ingreso. Excluir sistemáticamente a todos los elementos de tipo profesional y<br />
comercial, y facilitar la inmigración de elementos trabajadores, agricultores, menestrales, que<br />
vengan a formar en las filas de nuestras clases operarias.<br />
Es, pues, necesario no dejarse impresionar blandamente por la liberalidad de nuestro<br />
sentimiento hospitalario amplio, y pensar en las responsabilidades contra probabilidades que<br />
pueden pesar mañana a nuestra falta de mirada vigilante, para la defensa de la entraña de la<br />
nacionalidad, poniendo legítimas vallas a todo posible descastamiento.<br />
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