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Libre - Fundación César Manrique

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aplicada que enlazaba bien con las preocupaciones manifestadas años atrás. Por un lado, la puesta<br />

en marcha del Programa «Economía y Naturaleza» de la <strong>Fundación</strong> Argentaria dirigido por<br />

J.M. Naredo permitió conjugar ambas vertientes a la hora de enjuiciar económica y ambientalmente<br />

el metabolismo de sistemas agrarios particulares con especial hincapié en la utilización<br />

del agua y los fertilizantes 48 ; o el análisis del metabolismo económico a escala planetaria tendiendo<br />

puentes entre la Economía y la Termodinámica a la hora de evaluar la sostenibilidad<br />

ambiental y el deterioro ecológico de las sociedades industrializadas 49 . Paralelamente a esa actividad,<br />

por las mismas fechas, se elaboraron para nuestro país las primeras cuentas del agua 50 ,es<br />

decir, sobre un flujo que en tonelaje resulta ser el mayoritario, pero que en España era el gran<br />

desconocido tanto en términos de cantidad como de calidad. Lamentablemente, la innovadora<br />

metodología aplicada en aquel momento, que recibió el aplauso de la OCDE, no tuvo continuidad<br />

posterior ni fue asumida por los entes estadísticos competentes en nuestro país.<br />

Conjugando también la reflexión teórica y el desarrollo metodológico con el estudio de la<br />

realidad, cabe mencionar como ejemplo meritorio de aquellos años la contabilización —«desde<br />

la cuna hasta la tumba»— de los flujos de energía y materiales para el ciclo completo del transporte<br />

realizada por A. Estevan y A. Sanz 51 . Se trata de la primera y más completa aportación de<br />

la economía ecológica del transporte en España, en la que se realizan las cuentas tanto económicas,<br />

como sociales y ambientales de una actividad que, considerada globalmente, supone la mitad<br />

de la energía final total consumida 52 . Lejos de forzar los cálculos para lograr homogenizar los<br />

diferentes aspectos en una unidad monetaria común, el propio planteamiento metodológico<br />

excluye esa tentación optando por medir, en términos físicos, las consecuencias ambientales o<br />

sociales —por utilización de recursos, emisiones de contaminantes, ruido, o «fragmentación del<br />

territorio»—de lo que los autores denominan la Triple A (Avión,AVE y Automóvil). Pues —como<br />

sugieren Estevan y Sanz— de poca ayuda sirve asignar un valor monetario a las muertes causadas<br />

por los accidentes de tráfico, cuando éste, con más de 200.000 vidas segadas desde los años<br />

cincuenta, ha dejado a la guerra civil «en segundo lugar como causa de muertes violentas en España<br />

durante el siglo XX» 53 .<br />

El mismo triple interés (económico, ambiental y social) —en este caso regional— tuvo un<br />

trabajo presentado en 1998 para el ámbito valenciano 54 . Se trata de una ambiciosa investigación<br />

colectiva en la que se recae sobre los tres niveles que afectan a la sostenibilidad (económico,<br />

ambiental y social) planteando los instrumentos oportunos para su medición y análisis. Para lo<br />

que aquí interesa, se toman en consideración tanto los flujos físicos de agua, energía y materiales,<br />

como los residuos generados por la Comunidad Valenciana en 1990, realizándose una de las<br />

primeras Tablas Input-Output ambientales en nuestro país. Las conclusiones que arroja el estudio<br />

se muestran ecológicamente significativas respecto al carácter dependiente del modelo de desa-<br />

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