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Libre - Fundación César Manrique

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vamente en 2000). Sin embargo, cuando recaemos sobre los flujos físicos trasegados vemos que<br />

el cuadro se difumina un poco, cambia su tonalidad (Gráficos 7.8. y 7.10.).<br />

Es ahora cuando se certifica que, en tonelaje, son los productos energéticos y minerales<br />

(incluidas semimanufacturas) quienes representan en 2000 el 72 por 100 de las importaciones<br />

totales españolas, llegando al 86 por 100 cuando se les suma la biomasa agroforestal. El resto,<br />

es decir, el 14 por 100, recaerían sobre las manufacturas. Sin embargo, a pesar de que dominan<br />

el grueso del tonelaje importado, los recursos no renovables apenas suponen el 21 por 100 del<br />

valor total de las importaciones, repartidos para el año 2000 entre el 12 por 100 de las importaciones<br />

energéticas y el 9 por 100 de los recursos minerales y metales. Como se detallará más<br />

adelante, esta infravaloración es también trasladable, aunque en menor medida, a los flujos bióticos<br />

importados, por lo que son las manufacturas las que salen finalmente reforzadas en el cuadro<br />

final al acaparar casi el 70 por 100 del valor en 2000. Pero también desde el punto de vista<br />

de las exportaciones se observa la modificación en el patrón comercial español al ganar relevancia<br />

las manufacturas, sobre todo en términos monetarios. El Gráfico 7.10. registra la evolución<br />

de las exportaciones españolas en valor respaldando la interpretación convencional de la<br />

economía española a finales del siglo XX como un país en el que las manufacturas gobiernan<br />

mayoritariamente sus exportaciones (el 70 por 100 en 2000). Precisamente este dominio, y su<br />

mayor valoración unitaria respecto del resto de recursos naturales comercializados, es el que<br />

permite, en el ámbito estricto de lo comercial, paliar en parte el desequilibrio físico del resto<br />

de partidas. Pero este resultado se atempera al confrontarlo con el Gráfico 7.10., donde se aprecia<br />

que son los productos minerales y energéticos los que dominan el grueso de las salidas de mercancías<br />

de nuestras fronteras, con el 54 por 100 del tonelaje a finales de la década de los noventa.<br />

Aunque desde el punto de vista del tonelaje, son la biomasa y los recursos no renovables los<br />

que dominan nuestras exportaciones, el agravamiento del déficit físico donde antes encontrábamos<br />

un excedente pone de relieve la ascensión de la economía española a través de la mencionada<br />

«Curva del Notario», homologando así, comercialmente, nuestro estatus de país «desarrollado»:<br />

una economía que ha dejado de ser fundamentalmente abastecedora del resto de<br />

mundo a través de sus exportaciones físicas de materias primas, para convertirse en receptora<br />

neta de flujos de energía y materiales.<br />

Al confrontar las dos vertientes del comercio en términos monetarios y físicos vemos cómo,<br />

la tradicional dependencia de combustibles fósiles, en especial el petróleo y el gas, se ha complementado<br />

con el saldo negativo que desde los años setenta presenta también nuestra economía<br />

en dos grupos de productos en los que usualmente habíamos servido como proveedores<br />

de otros países, esto es, de productos agroalimentarios y de recursos minerales. Aspecto que<br />

recoge la Tabla 7.8., al registrar la evolución deficitaria de las sucesivas partidas trasladando la<br />

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