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Libre - Fundación César Manrique

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las remesas de emigrantes. El Gráfico 7.15. muestra cómo, desde 1961, en que el excedente<br />

monetario por turismo y viajes superaba ya en un 18 por 100 el déficit comercial, ha venido<br />

siendo capaz, por sí mismo, de absorber como media casi las tres cuartas partes del desequilibrio<br />

comercial, a excepción de los años coincidentes con la crisis económica (1974-1977<br />

y 1980-1981) en que las entradas de visitantes fueron muy sensibles al desfavorable contexto<br />

económico internacional 82 . En algunos años concretos, los ingresos netos por turismo<br />

hubieran sido capaces de compensar totalmente el déficit comercial, como así se pone de<br />

manifiesto en los años centrales de la década de los ochenta, comienzos de los noventa y<br />

finales del siglo XX.<br />

Estos ingresos netos recibidos por el turismo han experimentado un crecimiento notable<br />

desde los años sesenta, al hilo fundamentalmente del crecimiento en el número de visitantes que<br />

han pasado de los 6,1 millones que entraron en 1961 a los 47,9 millones de 2000; haciendo que<br />

España se haya convertido en un potente «atractor de población», llegando a ser el tercer destino<br />

turístico en el ámbito mundial, sólo por detrás de Francia y Estados Unidos 83 .Tal aluvión de<br />

turistas, aparte de proporcionar los efectos económicos de todos conocidos, suponen una exigencia<br />

importante en términos ambientales, tanto desde el punto de vista de los recursos, como<br />

de la degradación del patrimonio natural propiciado por la actividad turística. No en vano, los<br />

atractivos de nuestro país tienen mucho que ver con la suavidad del clima, el amplio litoral y la<br />

abundancia de sol durante largas épocas del año, por lo que no debe extrañar que la actividad<br />

constructora —con los costes ambientales que conlleva— se haya cebado en la costa, al calor<br />

de la demanda de segundas residencias y de la compra de inmuebles por parte de extranjeros<br />

con mayor poder adquisitivo que la población nacional 84 . Episodio que ha tenido continuidad hasta<br />

finales de la década de los noventa donde, espoleados por el boom inmobiliario, el auge del turismo<br />

y la demanda interna llevaron a que de los casi 2 millones de viviendas iniciadas entre 1997<br />

y 2000, más de un millón, es decir, el 50 por 100 estuvieran situadas en zonas costeras, mostrando,<br />

de paso, la desconexión entre compra de vivienda y uso ordinario de la misma 85 . La expansión<br />

hotelera, de apartamentos y segundas residencias al servicio del turismo ha condicionado<br />

de manera notable la propia ordenación del territorio en el litoral, fomentando cambios en el<br />

uso del suelo agrícola alimentados por la especulación urbanística; poniendo a disposición de<br />

esta actividad recursos escasos desde el punto de vista natural, como el agua, que hay que importar<br />

de otros territorios peninsulares, y favoreciendo socialmente una escasez que, de por sí, agrava<br />

la situación general. La última discusión en torno al Plan Hidrológico Nacional (2000) ha hecho<br />

aflorar las debilidades y estrangulamientos de este modelo 86 .<br />

En todo caso, conviene recordar que al efecto «atractor» de población y la consolidación<br />

del turismo de masas, le siguió un efecto «expulsión» de habitantes españoles espolea-<br />

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