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Libre - Fundación César Manrique

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fueron proliferando por la literatura en los años posteriores 120 . Dado que, en principio, la CKA<br />

se muestra por estos autores también como expresión empírica de un proceso desmaterializador<br />

más profundo, algunas de las razones esgrimidas para justificarla van a ser coincidentes.<br />

En primer lugar, se sostiene un argumento con apoyo en los «cambios de preferencias»<br />

de la población. Se parte de la idea de que la «calidad ambiental» es un bien de lujo y, por lo<br />

tanto, a partir de un nivel de renta, a medida que ésta se incrementa, dicho bien se demanda<br />

en mayores cantidades.Alternativamente cabría decir también que la población está dispuesta<br />

a pagar más por disponer de un medio ambiente limpio. Una segunda razón tiene que ver<br />

con la supuesta aparición de cambios institucionales que habrían hecho avanzar en la definición<br />

de derechos de propiedad sobre el medio ambiente, así como políticas públicas para promover<br />

la «internalización» de los costes ecológicos, con la consiguiente reducción de la contaminación.<br />

En ocasiones, esto se conseguiría gracias a la movilización popular que por obra<br />

y gracia de los sistemas democráticos permite la expresión a los ciudadanos en favor de un<br />

mejor entorno.A partir de aquí se concluirá que la democracia y la protección ambiental van<br />

de la mano, lo que se «demostraría» en la mayoría de los países de la OCDE. En tercer lugar,<br />

se apela con frecuencia al cambio tecnológico de los países ricos que han sido capaces de sustituir<br />

procesos productivos vetustos y muy contaminantes por otros más benignos encaminados<br />

hacia la «producción limpia», a lo que se suele añadir que desde hace tiempo las empresas<br />

piensan cada vez más de manera «verde» o «ecológica», lo que vendrían a «demostrar»<br />

también las numerosas campañas de imagen que han puesto en marcha. Por último, se suele<br />

recordar de nuevo el argumento del cambio estructural hacia una sociedad terciarizada en la<br />

que la presión sobre los recursos y la generación de contaminación sería menor que en aquellas<br />

economías de base industrial.<br />

De aceptarse estos razonamientos, surge una cuestión más o menos inmediata: ¿cuál es<br />

entonces el punto a partir del cual el crecimiento económico y el aumento de la renta pasa de<br />

ser algo negativo para el medio ambiente a convertirse en una fuente de descontaminación del<br />

entorno? ¿En qué momento podemos afirmar que en vez de existir «...un dilema (trade-off) entre<br />

gases de efecto invernadero y crecimiento económico, el crecimiento más rápido podría servir<br />

como una parte de la solución al problema de las emisiones mundiales» 121 ? Lo cierto es que, por<br />

ejemplo, los estudios de las emisiones a la atmósfera han aportado un rango de variación importante<br />

—dependiendo del contaminante y del país considerado— que van desde los 800 dólares<br />

hasta los casi 23.000 122 . Algunas de estas investigaciones parecían coincidir en que por debajo<br />

de los 1.000 dólares la degradación ambiental era extrema; entre 1.000 y 3.000, el crecimiento<br />

y el deterioro ambiental iban de la mano al confluir los fenómenos de cambio estructural profundo<br />

que supone el paso del campo a la ciudad o de la agricultura a la industria como fenó-<br />

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