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Libre - Fundación César Manrique

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tantes de este país cada vez ejercemos una mayor presión sobre el resto de territorios para<br />

abastecernos y mantener nuestros actuales patrones de producción y consumo (alimentación,<br />

consumo de energía, etc.) superando esta apropiación de recursos las dimensiones, no sólo de la porción<br />

de tierra ecológicamente disponible, sino de las fronteras administrativas del propio territorio.Aunque<br />

desde hace algún tiempo, existen cálculos de la huella «ecológica» para un gran número de<br />

países a escala internacional que incluyen cifras de la economía española para un año en concreto,<br />

nuestro estudio amplia el marco de análisis en un doble sentido. Por un lado, y con algunas<br />

variaciones metodológicas, hace un seguimiento inédito de este indicador para un período<br />

de casi medio siglo —igual que en el caso de los RTM— y, de otra parte, se preocupa por detectar<br />

y cuantificar la influencia territorial que, desde el punto de vista ambiental, tiene algo tan cotidiano<br />

como el modo de alimentación de la población española. Efectivamente, el capítulo sexto,<br />

aparte de estimar la huella «ecológica» del conjunto de la economía en sus diferentes apartados<br />

(agrícola, forestal, pastos, marina y «energética») pone en evidencia el diferente impacto<br />

ambiental que ejerce una dieta donde predominan los vegetales respecto a una forma de alimentación<br />

en la que la presencia hegemónica corresponde a las proteínas y grasas animales. Los<br />

datos ofrecidos en este capítulo muestran que la población española que opta por el segundo<br />

modelo de nutrición tiene unas exigencias territoriales medias tres veces superiores a las personas<br />

que eligen una dieta rica en vegetales, poniéndose también de relieve que el abastecimiento<br />

de la población en nuestro país se logra, cada vez en mayor medida, mediante la ocupación de<br />

territorio ecológicamente productivo en terceros países.<br />

Como tendremos oportunidad de mostrar, el seguimiento de los flujos físicos de energía y<br />

materiales y la estimación de la huella de deterioro ecológico sirven también para ejemplificar, en<br />

términos meridianamente cuantitativos, el cambio fundamental que se ha producido en el metabolismo<br />

económico de España en el último medio siglo: nuestro territorio ha pasado de apoyarse<br />

mayoritariamente en flujos de recursos renovables (biomasa agrícola, forestal, …) para satisfacer<br />

su modo de producción y consumo, a potenciar la extracción masiva de materias primas<br />

procedentes de la corteza terrestre y que por ello tienen un carácter netamente agotable. Como<br />

la utilización de combustibles fósiles y minerales en modo alguno cabe calificarla de producción<br />

sino de mera extracción de recursos preexistentes; y, en sentido estricto, sólo cabe hablar de producción<br />

tal y como se hace en ecología, es decir, como generación de productos vegetales por la<br />

fotosíntesis; esta transformación ha favorecido en nuestro territorio —al igual que en todos los<br />

países ricos— el tránsito desde una economía de la producción dominante en los años cincuenta,<br />

hacia una economía de la adquisición de riqueza preexistente procedente de la corteza terrestre<br />

y captada tanto dentro de nuestras fronteras como fuera de ellas. No en balde, esta transformación<br />

hacia la «economía de la adquisición» ha pivotado tanto sobre la dinámica interna —al poten-<br />

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