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Libre - Fundación César Manrique

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crecimiento que, como en el caso de los productos de cantera (8,3 por 100), doblaron al incremento<br />

del PIB c.f. (4,0 por 100).Tal fue la estrecha relación entre crecimiento económico y consumo<br />

de recursos que, en apenas siete años, la extracción de productos de cantera aumentó un<br />

62 por 100 pasando de los 146 millones de toneladas en 1985 a los 237 millones de 1991, con<br />

unas consecuencias ambientales en las que profundizaremos más adelante.<br />

Pero, dado que el agente principal de la recuperación fue el sector de la construcción conviene<br />

adelantar algunas cuestiones sobre las que se volverá en el último capítulo de este trabajo,<br />

pues los datos permiten analizar algunas consecuencias de un boom que dio lugar a importantes<br />

transformaciones patrimoniales fruto de la generación de plusvalías inmobiliarias y<br />

bursátiles. Transformaciones que tendrán una continuación más acentuada si cabe en los años<br />

finales de la década de los noventa 77 .Así, en lo que concierne a la utilización de inputs no renovables,<br />

el uso generalizado de productos de cantera en ese quinquenio fue la respuesta a una ya<br />

vieja estrategia de inversión en inmuebles que ha venido favoreciendo, desde hace décadas, la<br />

demolición y la nueva construcción frente a la rehabilitación y el acondicionamiento de viviendas<br />

antiguas 78 .Y los datos que avalan esa hipótesis son bastante concluyentes.Tal y como se subraya<br />

en un documentado y reciente estudio: «...en el Censo de 1950 aparecen cerca de tres millones<br />

y medio de edificios destinados a vivienda construidos antes de 1900, que fueron<br />

desapareciendo hasta quedar menos de un millón en 1990, como registra el censo de ese año.<br />

Si a esta “muerte” de edificios anteriores se añade la más moderada de los edificios de menor<br />

antigüedad, se observa que en ese período de cuarenta años desaparecieron cerca de dos millones<br />

y medio de edificios destinados a vivienda, mientras que el total de stock de edificios destinados<br />

a este fin apenas aumentó en algo más de dos millones, por lo que se puede concluir que,<br />

aproximadamente, se registró una “muerte” por cada dos “nacimientos» 79 .Así se explica que el<br />

desplazamiento del sector hacia la nueva construcción tanto de viviendas como de infraestructuras<br />

se tradujese en una mayor demanda de recursos naturales, pues cada edificio viene exigiendo<br />

por término medio 3,5 tm/m 2 de materiales, y cada metro cuadrado de carretera demanda<br />

también 1,9 toneladas. Lo que se agrava aún más al comprobar que, en el caso de las viviendas,<br />

el 97 por 100 del tonelaje de los materiales incorporados al edificio procede de recursos abióticos<br />

(principalmente piedra, arena y grava, pero también plásticos, pinturas, etc.), llegando casi<br />

al 100 por 100 cuando se trata de las infraestructuras de carretera 80 .<br />

Esta estrategia de demolición de viviendas preexistentes y de nueva construcción de inmuebles<br />

más caros, haciendo caso omiso a la rehabilitación y el acondicionamiento de viviendas antiguas<br />

ha llevado a España a ser el país europeo más destructor de su propio patrimonio inmobiliario<br />

urbano 81 . Una tendencia que llama aún más la atención cuando consideramos los antecedentes<br />

históricos de nuestro país en relación con otros territorios de la Unión Europea: España aparece<br />

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