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Libre - Fundación César Manrique

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to equilibrio entre capacidad y huella, siendo en algunos casos excedentarios. De hecho, si abrimos<br />

el abanico a otros territorios veremos cómo existen economías fuertemente extractivas<br />

que al estar al servicio del consumo de la Unión Europea y los países de la OCDE presentan<br />

unos superávit ecológicos de gran envergadura: es el caso de Gabón con 31 has/hab, de Papúa<br />

Nueva Guinea con 30 has/hab, o del Congo con 18 has/hab.<br />

Evidentemente, esta superficie, que duplica la capacidad disponible del territorio nacional<br />

per capita, se está ocupando, tanto en países de nuestro entorno de los que importamos bienes,<br />

como de regiones enteras del Tercer Mundo que nos abastecen de combustibles fósiles, minerales,<br />

alimento para el ganado o madera 89 . El corolario se obtiene sin demasiada dificultad: si todos<br />

los habitantes del mundo quisieran vivir como el ciudadano español medio harían falta los recursos<br />

de dos planetas para poder soportarlo. Dicho de otro modo y razonando de puertas para<br />

adentro: la economía española está soportando el doble de población respecto de sus disponibilidades<br />

relativas de recursos, con los rendimientos medios mundiales. Pero esta es una conclusión, agravada,<br />

que ya obtuvimos en el apartado anterior al operar con las productividades propias de nuestro<br />

país.<br />

11. A MODO DE CONCLUSIÓN<br />

En este capítulo hemos intentado traducir a términos territoriales buena parte de las exigencias<br />

en recursos naturales que venía demandando la economía española desde la segunda<br />

mitad del siglo XX. Las cifras confirman que las pautas de insostenibilidad demostradas en la<br />

extracción y utilización de flujos de energía y materiales, así como la situación deficitaria en<br />

tonelaje, tienen su reflejo también desde el punto de vista del espacio ambiental realmente<br />

ocupado por nuestra economía para satisfacer su modo de producción y consumo y la absorción<br />

de sus residuos. No deja de sorprender estos niveles habida cuenta que se trata de una<br />

infraestimación que no recoge la huella ecológica derivada de la ocupación de terrenos por<br />

motivos urbanos o de infraestructuras, y que además ha optado por asumir una huella marítima<br />

seguramente inferior a la realmente ocupada. Cabe señalar para finalizar que, de manera<br />

novedosa, se ha aportado información relevante para calibrar el efecto ambiental que nuestra<br />

forma de alimentarse tiene sobre la asignación y distribución de los recursos naturales renovables<br />

de la economía española. Lo que ha permitido confirmar también para nuestro país cómo,<br />

poco a poco, el componente animal de la dieta viene exigiendo cada vez más territorio para<br />

ser satisfecho.<br />

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