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Libre - Fundación César Manrique

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tir de mediados de los noventa 136 . Aparte de la discusión crítica sobre la validez teórica de la<br />

propuesta, en varias de las aportaciones al debate se llamó la atención sobre algunos aspectos<br />

olvidados en el propio análisis convencional. Por ejemplo, la influencia de la distribución de la<br />

renta sobre los niveles de contaminación, poniéndose de relieve que una mejor distribución de<br />

los recursos mejoraba, caeteris paribus, la calidad ambiental 137 ; o la relevancia del comercio internacional<br />

como acicate en aquellos casos de contaminantes particulares en que se «detectó» la<br />

relación. En efecto, en muchos casos los países ricos trasladaban las producciones más contaminantes<br />

a otros territorios importando más tarde los bienes sin incurrir en el deterioro ambiental<br />

de su fabricación 138 . Esto trasladó en cierta medida el debate desde el lado de la oferta y la<br />

producción hacia el lado del consumo, haciendo ver que la propia CKA podía esconder una mejora<br />

interna a costa de un grave deterioro en territorios más allá de las fronteras. Pero además, al<br />

elegir los productos de consumo familiar típicos, se observó que las únicas categorías que presentaban<br />

una trayectoria similar a la CKA eran las «poco» materialistas sustancias relativas a la<br />

comida, la bebida y tabaco 139 .<br />

Dudas similares fueron vertidas en un importante artículo escrito al alimón por un<br />

nutrido grupo de importantes científicos sociales y naturales en el que se intentaba fijar una<br />

posición común respecto al espinoso tema de la sostenibilidad y la capacidad de carga del<br />

planeta Tierra 140 . Entre otras cosas, también allí se ponía en cuarentena la «evidencia empírica»<br />

que señalaba la relación entre el crecimiento económico y la calidad ambiental (la curva<br />

«U-invertida»). Keneth Arrow y el resto de científicos criticaban la escasa pertinencia de esta<br />

interpretación para aquellos casos en que están involucrados contaminantes con efectos acumulativos<br />

a largo plazo que complican en exceso la reducción de los residuos. Por tanto —<br />

se argumentaba— dicha curva no proporciona información relevante sobre las consecuencias<br />

de las reducciones de emisiones a nivel global. Por ejemplo, el descenso en los niveles<br />

de contaminación de un residuo concreto en un país puede implicar el aumento de otros contaminantes<br />

en la misma región, o transferencias de éstos entre diferentes lugares geográficos,<br />

aspectos todos que no aparecen recogidos por la curva «U-invertida» 141 . En consecuencia,<br />

—escriben Arrow y otros— «la relación descrita por la curva «U-invertida» es una<br />

evidencia que ha ocurrido en algunos casos [aunque] esto no significa que ocurrirá en todos,<br />

o que conseguirá con el tiempo evitar las consecuencias importantes e irreversibles del crecimiento<br />

económico» 142 .<br />

Pero si la relación discutida parece difícil de demostrar, otros autores, como De Bruyn y<br />

Opschoor, mantienen que los débiles fenómenos de «desconexión» entre crecimiento económico<br />

y recursos naturales en los países ricos tocan a su fin a últimos de la década de los ochenta<br />

y van seguidos de episodios de fuerte «rematerialización» en los noventa, dando lugar más a<br />

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