10.07.2015 Views

4-la-batalla-del-laberinto

4-la-batalla-del-laberinto

4-la-batalla-del-laberinto

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Rick RiordanLa batal<strong>la</strong> <strong>del</strong> LaberintoNos insta<strong>la</strong>mos en un pasadizo hecho de enormes bloques de mármol. En <strong>la</strong>sparedes había soportes de bronce para <strong>la</strong>s antorchas y daba <strong>la</strong> impresión de haberformado parte de una tumba griega. Aquello debía de ser un sector más antiguo <strong>del</strong><strong>la</strong>berinto, cosa que era buena señal, según Annabeth.—Ya debemos de estar cerca <strong>del</strong> taller de Dédalo —dijo—. Descansad un poco.Seguiremos por <strong>la</strong> mañana.—¿Cómo sabremos cuándo es de día? —preguntó Grover.—Tú descansa —insistió el<strong>la</strong>.A Grover no hizo falta que se lo repitieran. Sacó un montón de paja de su mochi<strong>la</strong>,comió un poco, se hizo una almohada con el resto y al cabo de un momento ya estabaroncando. A Tyson le costó más dormirse. Estuvo un rato manipu<strong>la</strong>ndo unos trozosde metal de su juego de construcciones, pero, fuese lo que fuese lo que estuvieramontando, no parecía satisfacerle, porque no paraba de desarmar <strong>la</strong>s piezas.—Lamento haber perdido el escudo —me disculpé—. Con todo lo que habíastrabajado para arreg<strong>la</strong>rlo...Él levantó <strong>la</strong> vista. Tenía el ojo enrojecido de haber llorado.—No te preocupes, hermano. Tú me has salvado. No habrías tenido que hacerlo siBriares nos hubiera echado una mano.—Estaba asustado. Seguro que lo superará.—No es fuerte —dijo Tyson—. Ya no es importante.Exhaló un <strong>la</strong>rgo y triste suspiro y luego cerró el ojo. Las piezas metálicas se lecayeron de <strong>la</strong>s manos, aún desmontadas, y empezó a roncar.Yo también traté de dormir, pero no podía. El recuerdo de haber sido perseguidopor una mujer dragón descomunal con espadas envenenadas no me ayudaba are<strong>la</strong>jarme precisamente. Agarré mi petate y lo arrastré hasta donde Annabeth sehabía sentado para hacer guardia.Me senté a su <strong>la</strong>do.—Deberías dormir —dijo.—No puedo. ¿Tú estás bien?—C<strong>la</strong>ro. Mi primer día guiando una búsqueda. Fantástico.—Lo encontraremos —aseguré—. Daremos con ese taller antes que Luke.El<strong>la</strong> se apartó el pelo de <strong>la</strong> cara. Tenía <strong>la</strong> barbil<strong>la</strong> manchada de polvo. Traté deimaginarme su aspecto de niña, cuando vagaba por todo el país con Thalia y Luke.Con sólo siete años, los había salvado de una muerte segura en <strong>la</strong> mansión de uncíclope maligno. Incluso cuando parecía asustada, como en ese momento, yo sabíaque le sobraban agal<strong>la</strong>s.~102~

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!