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4-la-batalla-del-laberinto

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Rick RiordanLa batal<strong>la</strong> <strong>del</strong> Laberintoinmediato, descendieron unos barrotes y bloquearon ambas salidas: <strong>la</strong> de nuestraespalda y <strong>la</strong> que teníamos enfrente.Entonces el gruñido <strong>del</strong> monstruo se convirtió en una sonrisa radiante.—¡Bienvenidos, afortunados concursantes! —dijo—. Prepárense para jugar a...¡RESOLVER EL ENIGMA!Resonaron unos ap<strong>la</strong>usos en<strong>la</strong>tados desde el techo, como si hubiese unos altavocesinvisibles. Los focos hicieron un barrido por toda <strong>la</strong> estancia, reflejándose en elestrado y confiriendo a los esqueletos un resp<strong>la</strong>ndor de discoteca.—¡Premios fabulosos! —proc<strong>la</strong>mó <strong>la</strong> esfinge—. ¡Supere <strong>la</strong> prueba y le tocaráavanzar! ¡Fracase y me tocará devorarlo! ¿Quién va a ser nuestro próximoconcursante?Annabeth me tomó <strong>del</strong> brazo.—De esto me encargo yo —susurró—. Ya sé qué va a preguntar.No discutí demasiado. No quería que <strong>la</strong> devorase un monstruo, pero pensé que si<strong>la</strong> esfinge iba a p<strong>la</strong>ntear un enigma, Annabeth era <strong>la</strong> más indicada para intentarresolverlo.Subió al podio <strong>del</strong> concursante, sobre el que se encorvaba aún un esqueleto conuniforme esco<strong>la</strong>r. El<strong>la</strong> lo quitó de en medio de un empujón y el esqueleto sedesplomó en el suelo con estrépito.—Perdón —le dijo Annabeth.—¡Bienvenida, Annabeth Chase! —aulló <strong>la</strong> bestia, aunque el<strong>la</strong> no había dicho sunombre—. ¿Está lista para <strong>la</strong> prueba?—Sí —dec<strong>la</strong>ró—. Dígame su enigma.—¡Son veinte enigmas, de hecho! —respondió alegremente <strong>la</strong> esfinge.—¿Cómo? Pero si en los viejos tiempos...—¡Hemos elevado el listón! Para pasar, debe demostrar su habilidad en los veinte.¿No es fantástico?Los ap<strong>la</strong>usos resonaban y se apagaban bruscamente, como si alguien fueraabriendo y cerrando un grifo.Annabeth me miró, nerviosa. Le dirigí un gesto con el puño para animar<strong>la</strong>.—De acuerdo —contestó a <strong>la</strong> esfinge—. Estoy lista.Resonó desde el techo un redoble de tambor. Los ojos <strong>del</strong> monstruo relucían deexcitación.—¿Cuál es... <strong>la</strong> capital de Bulgaria?~144~

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