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4-la-batalla-del-laberinto

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Rick RiordanLa batal<strong>la</strong> <strong>del</strong> Laberinto—Un visitante.Cuando <strong>la</strong> columna de fuego llegó a <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ya, el<strong>la</strong> se levantó y le hizo unareverencia formal. Las l<strong>la</strong>mas se disiparon y entonces vimos ante nosotros a unhombre muy alto vestido con un mono gris, con una abrazadera metálica en <strong>la</strong> piernay con <strong>la</strong> barba y el pelo humeantes y medio chamuscados.—Señor Hefesto —saludó Calipso—, es un raro honor.El dios <strong>del</strong> fuego soltó un gruñido.—Calipso. Tan bel<strong>la</strong> como siempre. ¿Nos disculpas, querida? He de hab<strong>la</strong>r unmomento con nuestro joven Percy Jackson.* * *El dios se sentó torpemente en <strong>la</strong> mesa y pidió una Pepsi. El criado invisible <strong>la</strong>abrió demasiado bruscamente y <strong>la</strong> derramó sobre <strong>la</strong> ropa de trabajo <strong>del</strong> huésped.Hefesto rugió, soltó unas cuantas maldiciones y ap<strong>la</strong>stó <strong>la</strong> <strong>la</strong>ta.—Estúpidos criados —masculló—. Lo que necesita Calipso son unos buenosautómatas. ¡Ellos nunca fal<strong>la</strong>n!—Señor —dije—, ¿qué ha ocurrido? ¿Annabeth...?—Está perfectamente —respondió—. Una chica con recursos. Encontró el caminode vuelta y me lo contó todo. Está preocupadísima, ¿sabes?—¿Usted no le ha dicho que estoy bien?—Eso no tengo que decírselo yo —adujo Hefesto—. Todos creen que has muerto.Tenía que asegurarme de que pensabas volver antes de contarles dónde estabas.—¿Qué insinúa? —exc<strong>la</strong>mé—. ¡C<strong>la</strong>ro que quiero volver!Hefesto me observó con aire escéptico. Se sacó una cosa <strong>del</strong> bolsillo: un disco demetal <strong>del</strong> tamaño de un iPod. Pulsó un botón y el artilugio se expandió paraconvertirse en una televisión de bronce en miniatura. En <strong>la</strong> pantal<strong>la</strong> se veíanimágenes filmadas <strong>del</strong> monte Saint Helens, con una gran columna de fuego y cenizaselevándose hacia el cielo.—«Todavía se ignora si podrían producirse nuevas erupciones —decía ellocutor—. Las autoridades han ordenado <strong>la</strong> evacuación de casi medio millón depersonas como medida de precaución. Entretanto, <strong>la</strong>s cenizas han llegado a caer enpuntos tan alejados como el <strong>la</strong>go Tahoe o Vancouver, y el área entera <strong>del</strong> monte SaintHelens ha sido cerrada al tráfico en un radio de ciento cincuenta kilómetros. Aunqueno se ha informado de ninguna víctima mortal, entre los daños se incluyen...»Hefesto apagó el aparato.~170~

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