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4-la-batalla-del-laberinto

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Rick RiordanLa batal<strong>la</strong> <strong>del</strong> Laberinto* * *En el salón de <strong>la</strong> Casa Grande reinaba un extraño silencio. Estaba acostumbrado aver a Dioniso junto a <strong>la</strong> chimenea, jugando a <strong>la</strong>s cartas, comiendo uvas ydespotricando contra los sátiros, pero el señor D no estaba.Crucé el pasillo, <strong>la</strong>s tab<strong>la</strong>s <strong>del</strong> suelo crujiendo a cada paso. Al llegar al pie de <strong>la</strong>escalera, vacilé. Cuatro pisos más arriba había una trampil<strong>la</strong> que conducía al desván.Annabeth andaría por allá arriba. Me detuve y agucé el oído, pero lo que capté no eralo que esperaba.Sollozos. Y procedían de abajo.Rodeé <strong>la</strong> escalera. La puerta <strong>del</strong> sótano estaba abierta. Ni siquiera sabía quehubiera un sótano en <strong>la</strong> Casa Grande. Atisbé en su interior y vislumbré en el rincónmás alejado dos figuras sentadas entre grandes pi<strong>la</strong>s de cajas de ambrosía y de fresasen conserva. Una era C<strong>la</strong>risse. La otra, un adolescente de aspecto <strong>la</strong>tino con unospantalones de camuf<strong>la</strong>je andrajosos y una camiseta negra muy sucia. Tenía el pelorevuelto y grasiento. Se abrazaba los hombros y sollozaba sin parar. Era ChrisRodríguez, el mestizo que se había ido con Luke.—Está bien —le decía C<strong>la</strong>risse—. Toma un poco más de néctar.—¡Eres un espejismo, Mary! —Chris retrocedía hacia el rincón—. ¡Apártate!—No me l<strong>la</strong>mo Mary. —La voz de C<strong>la</strong>risse era amable, aunque muy triste. Nuncahabría imaginado que pudiera hab<strong>la</strong>r con ese tono—. Me l<strong>la</strong>mo C<strong>la</strong>risse. Recuerda.Por favor.—¡Está oscuro! —chilló Chris—. ¡Demasiado oscuro!—Ven fuera —dijo el<strong>la</strong>, tratando de persuadirlo—. La luz <strong>del</strong> sol te ayudará.—Un... un mil<strong>la</strong>r de ca<strong>la</strong>veras. La tierra lo cura una y otra vez.—Chris —suplicó C<strong>la</strong>risse, que parecía al borde de <strong>la</strong>s lágrimas—. Has derecuperarte. Por favor. El señor D volverá pronto. Él es un experto en locura. Resiste.Los ojos de Chris tenían <strong>la</strong> expresión desesperada y salvaje de una rata acorra<strong>la</strong>da.—No hay salida, Mary. No <strong>la</strong> hay.Entonces me vio por un instante y soltó un ruido ahogado y despavorido.—¡El hijo de Poseidón! ¡Es horrible!Retrocedí con <strong>la</strong> esperanza de que C<strong>la</strong>risse no me hubiese visto. Me detuve aescuchar, creyendo que saldría furiosa y dando gritos, pero siguió habiéndole a Chriscon voz suplicante e insistiéndole en que tomara un poco de néctar. Quizá pensaraque sólo había sido una alucinación más de Chris, aunque... «¿hijo de Poseidón?» Él~61~

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