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4-la-batalla-del-laberinto

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Rick RiordanLa batal<strong>la</strong> <strong>del</strong> Laberinto—¿Por aquel<strong>la</strong> pequeña trifulca con Hércules? ¡Hay que ver <strong>la</strong> cantidad de ma<strong>la</strong>prensa que he llegado a tener por un solo conflicto!—¿No intentasteis matarlo, eh... un montón de veces? —preguntó Annabeth.Hera hizo un gesto desdeñoso.—Eso ya es agua pasada, querida. Además, él era uno de los hijos que miamantísimo esposo tuvo con otra mujer. Se me acabó <strong>la</strong> paciencia, lo reconozco. Perodesde entonces Zeus y yo hemos asistido a unas excelentes sesiones de orientaciónconyugal. Hemos aireado nuestros sentimientos y llegado a un acuerdo. Sobre todo,después de ese último incidente menor.—¿Habláis de cuando tuvo a Thalia? —aventuré, pero de inmediato me arrepentí.En cuanto oyó el nombre de nuestra amiga, <strong>la</strong> hija mestiza de Zeus, los ojos de Herase volvieron hacia mí con una expresión g<strong>la</strong>cial.—Percy Jackson, ¿no es eso? Una de <strong>la</strong>s... criaturas de Poseidón. —Tuve <strong>la</strong>sensación de que tenía otra pa<strong>la</strong>bra en <strong>la</strong> punta de <strong>la</strong> lengua en lugar de «criaturas»—. Por lo que yo recuerdo, en el solsticio de invierno voté a favor de dejarte vivir.Espero no haberme equivocado.Se volvió de nuevo hacia Annabeth con una sonrisa radiante.—A ti, en todo caso, no te guardo ningún rencor, querida muchacha. Comprendo<strong>la</strong>s dificultades de tu búsqueda. Sobre todo cuando tienes que vérte<strong>la</strong>s conalborotadores como Jano.Annabeth bajó <strong>la</strong> vista.—¿Por qué habrá venido aquí? Me estaba volviendo loca.—Lo intentaba —asintió Hera—. Debes comprenderlo, los dioses menores como élsiempre se han sentido frustrados por el papel secundario que desempeñan.Algunos, me temo, no sienten un gran amor por el Olimpo y podrían dejarseinfluenciar fácilmente y apoyar el ascenso al poder de mi padre.—¿Vuestro padre? —dije—. Ah, vale.Había olvidado que Cronos también era el padre de Hera, además de ser el deZeus, de Poseidón y de los olímpicos más antiguos. Lo cual, supongo, convertía aCronos en mi abuelo, pero <strong>la</strong> idea me resultaba tan sumamente extraña que preferíarrinconar<strong>la</strong>.—Debemos vigi<strong>la</strong>r a los dioses menores —prosiguió Hera—. Jano, Hécate, Morfeo.Todos ellos defienden el Olimpo de boquil<strong>la</strong> y no obstante...—Por eso se ausentó Dioniso —recordé—. Para supervisar a los dioses menores.—Así es. —Hera contempló los descoloridos mosaicos de los olímpicos—. Verás:en tiempos revueltos hasta los dioses pierden <strong>la</strong> fe. Y entonces empiezan a depositarsu confianza en cosas insignificantes; pierden de vista el cuadro general y se~86~

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