10.07.2015 Views

4-la-batalla-del-laberinto

4-la-batalla-del-laberinto

4-la-batalla-del-laberinto

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Rick RiordanLa batal<strong>la</strong> <strong>del</strong> LaberintoPor otro <strong>la</strong>do, sin embargo, me sentía muy débil. Sólo podía sostenerme de pieunas cuantas horas. Lo que había hecho en el monte Saint Helens, fuese lo que fuese,me había agotado como ninguna otra experiencia que recordara.No me sentía como un prisionero ni nada por el estilo. Me acordé <strong>del</strong> hotel Loto,en Las Vegas, donde había quedado atrapado en un asombroso mundo dediversiones, hasta el punto de olvidar todo lo que de verdad me importaba. Pero <strong>la</strong>is<strong>la</strong> de Ogigia no era así en absoluto. Pensaba en Annabeth, Grover y Tyson todo eltiempo. Recordaba perfectamente por qué debía marcharme. Pero... no podía. Yademás, estaba <strong>la</strong> propia Calipso.El<strong>la</strong> no hab<strong>la</strong>ba mucho de sí misma, pero justamente por eso me intrigaba más. Mesentaba en el prado, sorbiendo néctar, y trataba de concentrarme en <strong>la</strong>s flores o en <strong>la</strong>snubes o en los reflejos <strong>del</strong> <strong>la</strong>go, pero en realidad contemp<strong>la</strong>ba a Calipso mientrastrabajaba: su modo de apartarse el pelo por encima <strong>del</strong> hombro, el pequeño mechónque le caía por <strong>la</strong> cara cuando se arrodil<strong>la</strong>ba a cavar en el jardín... A veces, extendía elbrazo y los pájaros salían vo<strong>la</strong>ndo <strong>del</strong> bosque para posarse en su mano: loros,periquitos, palomas. El<strong>la</strong> les daba los buenos días, les preguntaba qué tal iban <strong>la</strong>scosas en sus nidos y ellos gorjeaban un rato y luego se alejaban vo<strong>la</strong>ndo alegremente.Los ojos de Calipso relucían de felicidad. Me miraba un momento y nos sonreíamos,pero casi de inmediato el<strong>la</strong> volvía adoptar aquel<strong>la</strong> expresión de tristeza y se daba <strong>la</strong>vuelta. No me explicaba qué le pasaba.Una noche cenamos juntos en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ya. Unos criados invisibles habían puesto <strong>la</strong>mesa y servido un estofado de buey y una jarra de sidra, lo cual quizá no suene tanespectacu<strong>la</strong>r, pero sólo para quien no lo haya probado... Al principio, ni siquierahabía reparado en <strong>la</strong> existencia de aquellos criados, pero al cabo de un tiempoadvertí que <strong>la</strong>s camas se hacían so<strong>la</strong>s, <strong>la</strong>s comidas quedaban preparadas como porarte de magia y <strong>la</strong> ropa aparecía <strong>la</strong>vada y dob<strong>la</strong>da por unas manos invisibles.El caso es que Calipso y yo nos encontrábamos allí cenando. El<strong>la</strong> estaba preciosa a<strong>la</strong> luz de <strong>la</strong>s ve<strong>la</strong>s. Yo le hab<strong>la</strong>ba de Nueva York y <strong>del</strong> Campamento Mestizo, y mepuse a contarle una anécdota de Grover, que una vez se había comido <strong>la</strong> pelotamientras jugábamos al pimpón. Calipso empezó a reírse con aquel<strong>la</strong> risa asombrosa ynos miramos a los ojos. Pero enseguida bajó <strong>la</strong> mirada.—Otra vez —dije.—¿Qué?—Siempre te estás... apartando, como si procurases no pasártelo bien.El<strong>la</strong> mantuvo los ojos fijos en su vaso de sidra.—Como ya te he dicho, Percy, he sido castigada. Estoy maldita, podría decirse.—¿Cómo? Deseo ayudarte.—No digas eso. Por favor, no digas eso.~168~

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!