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4-la-batalla-del-laberinto

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Rick RiordanLa batal<strong>la</strong> <strong>del</strong> Laberintotestigos presentes en <strong>la</strong> batal<strong>la</strong> describieron el extraño sonido que Grover habíaemitido, provocando <strong>la</strong> retirada <strong>del</strong> ejército <strong>del</strong> titán.—Era pánico lo que sentían —insistía Enebro—. Grover consiguió convocar elpoder <strong>del</strong> dios salvaje.—¿Pánico? —pregunté.—Percy —me explicó Quirón—, durante <strong>la</strong> primera guerra entre los dioses y lostitanes, el señor Pan soltó un grito horrible y el ejército enemigo huyó despavorido.Ese es... o era su mayor poder: una oleada de miedo que ayudó a los dioses a alzarsecon <strong>la</strong> victoria. La pa<strong>la</strong>bra pánico proviene de Pan, ¿entiendes? Y Grover utilizó esepoder, sacándolo de sí mismo.—¡Absurdo! —bramó Sileno—. ¡Sacrilegio! Tal vez el dios salvaje nos favoreciócon una bendición. ¡O tal vez <strong>la</strong> música de Grover era tan espantosa que asustó alenemigo!—No fue así, señor —intervino el acusado. Parecía mucho más calmado de lo quehabría estado yo si me hubieran insultado de aquel<strong>la</strong> manera—. El dios nostransmitió su espíritu. Debemos actuar. Cada uno debe contribuir a renovar <strong>la</strong> vidasalvaje y preservar <strong>la</strong> que aún queda. Hemos de propagar <strong>la</strong> noticia. Pan ha muerto.Sólo quedamos nosotros.—Después de dos mil años de búsqueda, ¿pretende que nos creamos eso? —gritóSileno—. ¡Nunca! Hemos de continuar buscando. ¡Destierro al traidor!Algunos de los sátiros más ancianos murmuraron su aprobación.—¡Votemos! —exigió Sileno—. ¿Quién va a creer, además, a este joven y ridículosátiro?—¡Yo! —exc<strong>la</strong>mó una voz conocida.Todos nos volvimos. Cruzando <strong>la</strong> arboleda a grandes zancadas, apareció Dioniso.Llevaba un traje negro muy formal, de modo que casi no lo reconocí, y también unacorbata morada, una camisa violeta y su pelo rizado cuidadosamente peinado. Teníalos ojos inyectados en sangre, como de costumbre, y su rollizo rostro parecía algosofocado, pero daba <strong>la</strong> impresión de hal<strong>la</strong>rse bajo los efectos <strong>del</strong> dolor y no de <strong>la</strong>abstinencia forzada.Todos los sátiros se levantaron en señal de respeto e inclinaron <strong>la</strong> cabeza cuandose acercó. Dioniso hizo un gesto con <strong>la</strong> mano y surgió de <strong>la</strong> tierra otro asiento junto aSileno: un trono hecho de ramas de vid.Tomó asiento y cruzó <strong>la</strong>s piernas. Chasqueó los dedos. Un sátiro se acercócorriendo con una bandeja de queso y galletitas y con una Coca Light.El dios <strong>del</strong> vino contempló a <strong>la</strong> muchedumbre congregada a su alrededor.—¿Me habéis echado de menos?~259~

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