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4-la-batalla-del-laberinto

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Rick RiordanLa batal<strong>la</strong> <strong>del</strong> Laberintomolusco, era <strong>la</strong>rga y achaparrada como un bunker, aunque tenía ventanas orientadasal mar y en su interior siempre se disfrutaba de una buena brisa.Entré corriendo, preguntándome si tendría tiempo de esconderlo todo debajo de <strong>la</strong>cama, como mis colegas de Hermes, cuando me tropecé con Tyson, mi hermanastro,barriendo el suelo.—¡Percy! —aulló.Soltó <strong>la</strong> escoba y corrió a mi encuentro. Ser asaltado por un cíclope entusiasta,provisto de un de<strong>la</strong>ntal floreado y guantes de goma, es un sistema ultrarrápido paraespabi<strong>la</strong>rte.—¡Eh, grandullón! —dije—. ¡Cuidado con mis costil<strong>la</strong>s!Logré salir vivo de su abrazo de oso. Me depositó en el suelo, sonriendo como unposeso y con un brillo de excitación en su único ojo castaño. Tenía los dientes tanretorcidos y amarillentos como siempre y su pelo parecía el nido de una rata. Llevabaunos vaqueros XXXL y una camisa andrajosa de frane<strong>la</strong> bajo el de<strong>la</strong>ntal floreado.Pero aun así me alegré de verlo. Hacía casi un año que no nos encontrábamos, desdeque se había ido a trabajar a <strong>la</strong>s fraguas submarinas de los cíclopes.—¿Estás bien? —me preguntó—. ¿No te han devorado los monstruos?—Ni un pedacito. —Le mostré que aún conservaba los dos brazos y <strong>la</strong>s dospiernas, y Tyson ap<strong>la</strong>udió con júbilo.—¡Yuju! —exc<strong>la</strong>mó—. ¡Ahora podremos comer bocadillos de mantequil<strong>la</strong> decacahuete y montar ponis pez! ¡Y luchar con monstruos y ver a Annabeth y hacerBUUUM con los malos!Confiaba en que no quisiera hacerlo todo a <strong>la</strong> vez, pero le dije que sí, por supuesto,que nos lo pasaríamos bomba aquel verano. No pude evitar una sonrisa ante suentusiasmo.—Pero primero —le advertí— hemos de ocuparnos de <strong>la</strong> inspección. Tendríamosque...Eché una ojeada alrededor y descubrí que había trabajado de lo lindo. Habíabarrido el suelo y hecho <strong>la</strong>s literas. Había fregado a fondo <strong>la</strong> fuente de agua sa<strong>la</strong>da<strong>del</strong> rincón y los corales se veían relucientes. En los alféizares había colocado florerosllenos de agua con anémonas marinas y con unas extrañas p<strong>la</strong>ntas <strong>del</strong> fondo oceánicoque resp<strong>la</strong>ndecían y resultaban más bonitas que cualquiera de los ramosimprovisados de los chicos de Deméter.—Tyson, <strong>la</strong> cabaña... ¡está increíble!Me dirigió una sonrisa radiante.—¿Has visto los ponis pez? ¡Los he puesto en el techo!~31~

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