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4-la-batalla-del-laberinto

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Rick RiordanLa batal<strong>la</strong> <strong>del</strong> Laberinto—Eh... —balbuceó Tyson, contemp<strong>la</strong>ndo maravil<strong>la</strong>do al dios.—Sí, bien dicho —asintió Hefesto—. Será mejor que tengáis un buen motivo paramolestarme. La suspensión de este Corol<strong>la</strong> es un verdadero quebradero de cabeza,¿sabéis?—Señor —intervino Annabeth, vaci<strong>la</strong>nte—, estamos buscando a Dédalo.Pensamos...—¿A Dédalo? —rugió el dios—. ¿Queréis ver a ese viejo canal<strong>la</strong>? ¿Os atrevéis abuscarlo?Su barba estalló en l<strong>la</strong>mas y los ojos negros destel<strong>la</strong>ron como carbones.—Eh, sí, señor. Por favor —musitó Annabeth.—Puf. Estáis perdiendo el tiempo. —Miró algo que tenía en <strong>la</strong> mesa y se acercócojeando a recogerlo: un amasijo de muelles y p<strong>la</strong>cas de metal, que empezó amanipu<strong>la</strong>r. En apenas unos segundos sostenía en sus manos un halcón de p<strong>la</strong>ta ybronce. El artilugio extendió sus a<strong>la</strong>s metálicas, parpadeó con sus ojos de obsidiana yechó a vo<strong>la</strong>r por el taller.Tyson se puso a reír y a dar palmas. El pájaro se le posó en el hombro y lemordisqueó cariñosamente <strong>la</strong> oreja.Hefesto lo observó. Su ceño no se modificó, pero me pareció ver un brillo másamable en sus ojos.—Presiento que tienes algo que decirme, cíclope.La sonrisa de Tyson se desvaneció.—S... sí, señor. Vimos al centimano.Hefesto asintió. No parecía sorprendido.—¿A Briares?—Sí. Es... estaba asustado. No quiso ayudarnos.—Y eso te preocupa.—¡Sí! —La voz le tembló—. ¡Briares tendría que ser fuerte! Es el mayor y el másviejo de los cíclopes. Pero huyó.Hefesto soltó un gruñido.—Hubo un tiempo en el que admiraba a los centimanos. En los días de <strong>la</strong> primeraguerra. Pero <strong>la</strong>s personas, los monstruos e incluso los dioses cambian, joven cíclope.No puedes fiarte de ellos. Mira a mi querida madre, Hera. La habéis conocido,¿verdad? Os habrá sonreído y os habrá hab<strong>la</strong>do <strong>la</strong>rgo y tendido de lo importante quees <strong>la</strong> familia, ¿cierto? Lo cual no le impidió expulsarme <strong>del</strong> monte Olimpo cuando viomi rostro.—Creía que había sido Zeus —aduje.~150~

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