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4-la-batalla-del-laberinto

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Rick RiordanLa batal<strong>la</strong> <strong>del</strong> LaberintoAnnabeth, Rachel y yo estábamos tan exhaustos que decidimos acampar allímismo. Encontré unos trozos de madera y encendimos fuego. Las sombras bai<strong>la</strong>banentre <strong>la</strong>s columnas y se alzaban a nuestro alrededor como árboles gigantescos.—Algo le pasaba a Luke —murmuró Annabeth, mientras atizaba el fuego con elcuchillo—. ¿Has visto cómo se comportaba?—A mí me ha parecido muy satisfecho —señalé—. Como si hubiese pasado un díaestupendo torturando a un héroe tras otro.—¡No es verdad! Algo le pasaba. Parecía... nervioso. Ha ordenado a sus monstruosque me perdonaran <strong>la</strong> vida. Quería decirme algo.—Seguramente: «¡Ho<strong>la</strong>, Annabeth! Siéntate aquí conmigo y mira cómo destrozo atus amigos. ¡Va a ser divertido!»—Eres insufrible —rezongó el<strong>la</strong>. Envainó su cuchillo y miró a Rachel—. Bueno, ¿yahora por dónde?Rachel no respondió enseguida. Estaba muy silenciosa desde que habíamospasado por <strong>la</strong> pista de combate. Ahora, cada vez que mi amiga hacía un comentariosarcástico, apenas se molestaba en responder. Había quemado en <strong>la</strong> hoguera <strong>la</strong> puntade un palito y, con <strong>la</strong> ceniza, iba dibujando en el suelo imágenes de los monstruosque habíamos visto. Le bastaron unos trazos para captar a <strong>la</strong> perfección <strong>la</strong> forma deuna dracaena.—Seguiremos el camino —dijo—. El brillo <strong>del</strong> suelo.—¿Te refieres al brillo que nos ha metido directamente en una trampa? —preguntó Annabeth.—Déja<strong>la</strong> en paz —le dije—. Hace lo que puede.Annabeth se puso de pie.—El fuego se está apagando. Voy a buscar un poco más de madera mientrasvosotros habláis de estrategia. —Y desapareció entre <strong>la</strong>s sombras.Rachel dibujó otra figura con su palito: un Anteo de ceniza colgado de suscadenas.—Normalmente no se comporta así —le dije—. No sé qué le pasa.Rachel arqueó <strong>la</strong>s cejas.—¿Seguro que no lo sabes?—¿A qué te refieres?—Chicos... —murmuró entre dientes—. Totalmente ciegos.—¡Oye, ahora no te metas tú también conmigo! Mira, siento mucho haberteinvolucrado en esto.~210~

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