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4-la-batalla-del-laberinto

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Rick RiordanLa batal<strong>la</strong> <strong>del</strong> LaberintoSileno le hizo una envarada reverencia y abandonó <strong>la</strong> arboleda con sus doscolegas. Unos veinte sátiros los siguieron. Los demás permanecieron en su sitio,murmurando con inquietud.—No os preocupéis —intervino Grover—. No necesitamos a un consejo que nosdiga lo que debemos hacer. Eso podemos deducirlo por nuestra cuenta.Repitió otra vez <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras de Pan: que debían contribuir a salvar <strong>la</strong> vida salvajeaunque fuese poco a poco. Luego empezó a dividir a los sátiros en grupos: los que seocuparían de los parques nacionales, los que debían salir en busca de los últimosrincones salvajes y los que habían de defender los parques de <strong>la</strong>s grandes ciudades.—Bueno —me dijo Annabeth—. Me parece que Grover se nos está haciendomayor.* * *Aquel<strong>la</strong> tarde me encontré a Tyson en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ya hab<strong>la</strong>ndo con Briares. Este se habíapuesto a construir un castillo de arena con unas cincuenta manos. En realidad, lohacía sin prestar mucha atención, pero sus manos habían levantado por sí so<strong>la</strong>s unrecinto de tres pisos con muros fortificados, foso y puente levadizo.Tyson estaba dibujando un mapa en <strong>la</strong> arena.—Gira a <strong>la</strong> izquierda en el acanti<strong>la</strong>do —le dijo a Briares—. Sigue directamentehacia abajo cuando veas el barco hundido. Luego, a un par de kilómetros hacia eleste, pasada <strong>la</strong> tumba de <strong>la</strong> sirena, empezarás a ver <strong>la</strong>s hogueras.—¿Le estás indicando el camino a <strong>la</strong>s fraguas? —pregunté.Tyson asintió.—Briares quiere echar una mano. Les enseñará a los cíclopes técnicas que habíancaído en el olvido para fabricar armas y armaduras mejores.—Quiero estar con los cíclopes —asintió Briares—. No quiero seguir solo mástiempo.—No creo que te sientas solo allá abajo —le dije, aunque con cierta me<strong>la</strong>ncolía,porque yo nunca había estado en el reino de Poseidón—. Te van a mantenerocupado.El rostro de Briares adoptó una expresión de felicidad.—¡Me gusta cómo suena! ¡Ojalá pudiera venir Tyson también!Éste se ruborizó.—He de quedarme con mi hermano. Te irá bien, Briares. Gracias.El centimano me estrechó <strong>la</strong> mano unas cien veces.~261~

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