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4-la-batalla-del-laberinto

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Rick RiordanLa batal<strong>la</strong> <strong>del</strong> Laberinto—Yo, en su lugar —dijo Gerión dirigiéndose a mis compañeros—, me quedaríaquieto en el vehículo. De lo contrario, Ortos le destrozará <strong>la</strong> garganta al señorJackson. Bueno, Euritión, ten <strong>la</strong> amabilidad de encargarte de Nico.El pastor escupió en <strong>la</strong> hierba.—¿He de hacerlo?—¡Sí, idiota!Euritión parecía aburrido, pero rodeó con uno de sus enormes brazos a Nico y loalzó por los aires, al estilo de un campeón de lucha libre.—Recoge también <strong>la</strong> espada —ordenó Gerión con cara de asco—. No hay nadaque me repugne más que el hierro estigio.Euritión <strong>la</strong> recogió, cuidándose de no tocar <strong>la</strong> hoja.—Bueno —dijo Gerión jovialmente—, ya hemos terminado <strong>la</strong> visita. Volvamos a <strong>la</strong>casa, almorcemos y luego enviaremos un mensaje Iris a nuestros amigos <strong>del</strong> ejército<strong>del</strong> titán.—¡Malvado! —gritó Annabeth.Gerión le sonrió.—No se preocupe, querida. En cuanto haya entregado al señor Di Angelo, usted ysus amigos podrán partir. Yo no me entrometo en <strong>la</strong>s búsquedas. Además, me hanpagado generosamente para garantizar su paso, aunque mucho me temo que eso noincluye al señor Di Angelo.—¿Quién le ha pagado? —preguntó Annabeth—. ¿Qué quiere decir?—No se preocupe por eso, querida. ¿Vamos?—¡Espere! —dije, y Ortos soltó un terrible gruñido. Permanecí completamenteinmóvil para que no me arrancara el gaznate de un bocado—. Usted ha dicho que esun hombre de negocios. Muy bien. Hagamos un trato.Gerión entornó los párpados.—¿Qué c<strong>la</strong>se de trato, señor Jackson? ¿Acaso dispone de oro?—Tengo algo mejor. Hagamos un trueque.—Pero usted no tiene nada que ofrecer.—Hágale limpiar los establos —sugirió Euritión con aire inocente.—¡Eso es! —exc<strong>la</strong>mé—. Si no lo consigo, nos retendrá a todos y podrá vendernos aLuke por una buena cantidad de oro.—Suponiendo que los caballos no lo hayan devorado primero, señor Jackson —adujo Gerión.~118~

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