10.07.2015 Views

4-la-batalla-del-laberinto

4-la-batalla-del-laberinto

4-la-batalla-del-laberinto

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Rick RiordanLa batal<strong>la</strong> <strong>del</strong> LaberintoEl rostro <strong>del</strong> anciano era una máscara inescrutable. No se movió de su sitio.—Venga, Perdix —dijo Dédalo en voz muy baja—, fabrícate unas a<strong>la</strong>s. Pero dateprisa.—¡Tío! —gritó el chico mientras le resba<strong>la</strong>ban los dedos. Y cayó a plomo al mar.Hubo un instante de silencio. La figura <strong>del</strong> dios Jano tembló y se desvaneció.Luego un trueno sacudió los cielos y una severa voz femenina llegó de lo alto: «Lopagarás caro, Dédalo.»Era una voz que ya había oído antes. Era <strong>la</strong> madre de Annabeth, Atenea.Dédalo levantó <strong>la</strong> vista con el ceño fruncido.—Siempre te he honrado, madre. Lo he sacrificado todo para seguir tu camino.«Pero el chico también tenía mi bendición. Y lo has matado. Habrás de pagar unalto precio por ello.»—¡No he hecho más que pagar! —masculló Dédalo—. Lo he perdido todo. Sufriréen el inframundo, sí, no me cabe duda. Pero entretanto...Tomó el rollo de papiro <strong>del</strong> chico, lo estudió un momento y se lo guardó en <strong>la</strong>manga.«No lo comprendes —replicó Atenea con frialdad—. Pagarás ahora yeternamente.»Dédalo se desmoronó de repente, presa de tremendos dolores. Sentí lo que élsentía. Un dolor ardiente alrededor <strong>del</strong> cuello, como si llevase puesto un col<strong>la</strong>r al rojovivo, que me dejó sin aliento y me sumió en un pozo negro.* * *Al despertar en <strong>la</strong> oscuridad, aún me agarraba <strong>la</strong> garganta con <strong>la</strong>s manos.—¿Percy? —dijo Grover desde el otro sofá—. ¿Estás bien?Procuré respirar con normalidad. No sabía qué contestarle. Acababa de ver al tipoque buscábamos, a Dédalo, asesinando a su propio sobrino. ¿Cómo iba aencontrarme bien? La televisión estaba encendida y su luz azu<strong>la</strong>da parpadeaba en <strong>la</strong>habitación.—¿Qué... qué hora es? —farfullé.—Las dos de <strong>la</strong> mañana —respondió Grover—. No podía dormir; estaba mirandoel Canal Naturaleza. —Se sorbió <strong>la</strong> nariz—. Echo de menos a Enebro.Me restregué los ojos para despejarme.—Ya, bueno... pronto <strong>la</strong> verás otra vez.~139~

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!